sábado, 29 de septiembre de 2012

Mi Primera Vez (II)



A la mañana siguiente, Óscar no paraba de mirar a Claudia y la belleza que radiaba estando dormida. Se quedó quieto a su lado, frente a ella, mirándola y contemplándola. Claudia abrió sus ojos y sonrió al percatarse de que Óscar estaba envuelto en las sábanas, petrificado mirándola.

¿Qué hora es? –Dijo ella somnolienta.

La hora de despertarse, bella durmiente. Tenemos que asistir a las clases de hoy. –Le contestó Óscar.

El padre de Óscar, salió fuera de la casa a recoger el correo del buzón. Allí había un sobre grande para él que esperaba ser abierto. Al abrirlo, leyó una nota y  se quedó mudo al ver imágenes de su hijo involucrado en un incendio de un antiguo anticuario de La Roseta. Inmediatamente subió.

Irrumpió en el cuarto de su hijo y se encontró con una imagen un tanto difícil de asumir: Acaba de ver a su hijo, en su cama, con su mejor amiga, tapados por una sábanas.

¡Papá! –Gritó Óscar.

Mi culpa, ya salgo. –Y salió trancando la puerta.

Mientras tanto, Mario estaba desayunando en la mesa del comedor de su casa, disfrutando de la compañía de su padre.

¿Nervioso? –Preguntó su padre.

¿Yo? ¿Por qué iba a estarlo? –Le contestó Mario con otra pregunta.

Por tu primer día de rodaje.-Le respondió su padre.

No, para nada. Ya estoy acostumbrado. Además, conozco a gran parte del reparto, así que no será un problema.- Le comentó.

Bueno, ¿y qué tal ayer con Jennifer? – Le preguntó.

¡Bien! Nos pusimos al día y eso. La verdad, es que la extrañaba muchísimo. Es un pilar importante en  mi vida. No sé cómo pude olvidare de ella y perder el contacto así de fácil…-Le dijo Mario.

Hijo, sé que no me incumbe, pero…-Hizo una pausa incómoda- ¿van bien las cosas con Manuel?

¿Por qué lo preguntas? ¿No se suponía que tanto tú cómo mamá no queríais que yo os saliese sarasa? –Al ver la mirada de desconcierto de su padre, continuó- Pues ya está. –En realidad, no aguantó más y estalló- No sé qué es lo que quiero papá, estoy confuso. Amo tanto a las mujeres como a los hombres. No encuentro un término medio.

Hijo, creo que tus sentimientos por Manuel son muy fuertes y que pasara lo que pasase entre ustedes, estás intentando reemplazarlo, sin haber aprendido primero a olvidarlo para poder hacer borrón y cuenta nueva. Deberías plantearte en qué punto de tu  vida te encuentras, qué es lo que quieres y cuál es el camino que deberías seguir. Estás confuso y tal vez te cueste tomar una decisión, pero recuerda, que seas lo que seas, siempre seré tu padre y te querré como tal. No te avergüences de quién eres –le dijo dándole una palmada en la espalda.

Óscar antes de irse a clase y salir de la casa, justo ya en frente de la puerta de la entrada de la casa, decidió retroceder e ir a dónde su padre estaba en la cocina, frente al pollo y la encimera, bebiendo una taza de café de pie, ante la ventana.

Papá, siento mucho que nos vieras…-Comenzó a decir Óscar.

No hace falta que te disculpes. Yo entré sin avisar.-Le dijo.

¡En eso tienes toda la razón, papá! –Afirmó.

De todos modos, quiero dejar las cosas bien claras…-Dijo dándose la vuelta, con la vista puesta al frente, en su hijo- Mientras vivas bajo mi techo, acatarás mis normas. No quiero que se vuelva a repetir esta escena. ¡No quiero que mi casa se convierta en un picadero!

Pero, papá…-Le replicó.

¡Pero nada! –Alzó la voz- Quiero, que me prometas que esto, no volverá a ocurrir. ¡Venga, promételo!
Papá, pero…-Al ver la mirada desafiante de su padre cedió- Lo prometo- dijo con desgana y la cabeza gacha.

Vale. Ahora, quiero que cojas ese sobre que está al lado del microondas y me expliques, qué hacías tú allí. –Respondió.

¿Qué hacía dónde? –Preguntó extrañado.- Abrió el sobre y leyó la nota: “Las influencias de su hijo le llevan a límites insospechados”, firmado enigma. Entonces, sacó las fotos del sobre y comprobó que se trataba de fotos fuera del anticuario cuando estaba en llamas.

Papá, no es lo que parece…-Dijo.

¿Ah, no? Podrías explicármelo. Por lo que a mí respecta, parece que a mi hijo le gusta tener como hobby, ir por ahí incendiando los locales de los vecinos de nuestro pueblo –Contestó cabreado.- ¿Sabes en el problema que puedo meterme si se entera algún oficial de la policía de esto? No eres un ciudadano más, es hijo de un policía y debes cumplir la ley.

Pero fue una trampa. ¡Nos dieron una llave para que fuésemos  a recoger algo de allí y casi nos calcinan vivos! –Gritó Óscar.

¿Quién? –Preguntó.

Papá he de ir a clase, no tengo tiempo para explicarte esta historia, pero solo te pido que me creas, por favor. –Le pidió.

Lo haría, pero me has dado motivos para desconfiar.- Se dio la vuelta.- Ah, por cierto, a partir de hoy, vete despidiéndote de esas amistades que tienes. ¡No quiero volver a verte con ellos! –Le dijo.

¡No puedes hacerme esto, no puedes obligarme! –Gritó.

Sí puedo, soy tu padre, que no se te olvide…-Le respondió.

Óscar, mosqueado, salió como alma que llevaba el diablo de allí.

En el set de rodaje  PopStar en Telecinco, Mario estaba a punto de grabar una de sus primeras secuencias para la serie.

¿Sabes lo que tienes que hacer? –Le preguntó el director.

Sí, lo sé. Hago el playback de la canción grabada semana pasada y paseo por los pasillos del instituto, ¿cierto? –Se asegura.

Claro, ya sabes, haz que tu personaje cobre vida. Recuerda que depende de este episodio piloto, continuará la serie o no…-Le presiona.

Empieza a sonar la música de “Te miro a ti” de David Bisbal y Miley Cyrus, versionada por Mario. Se limita a perseguir a Jennifer por lo ficticios pasillos de un instituto, mientras la cámara les graba.

Manuel, que se acababa de colar en el set, pudo ver la escena. Manuel, sin embargo, se quedó extrañado, pues pudo ver algo en los ojos de Mario, que no le dio confianza. Tenía un brillo más intenso de lo normal. Lo peor es que Manuel sabía que tenía algo que ver con la actriz que grababa esa secuencia con él. Continuó caminando por un estrecho pasillo sin que nadie se diese cuenta y llego al camerino de José, el coreógrafo de la serie. Entró con total sigilo. Contempló  el lugar, abrió el cajón que había debajo de un espejo enorme, parecido al de un salón de belleza, sacó de su bolsillo el colgante que le robó. Después de mirarlo entre sus manos un rato lo puso en el cajón y lo cerró. Su corazón se desbocó al ver a José detrás de él cuando alzó la mirada al espejo. 

¡José! ¡Qué alegría verte! –Dijo Manuel.

¡Así que fuiste tú el ladrón eh! –Se limitó a pronunciar en un tono un poco siniestro.

¿Ladrón? No, no, se trata de una simple  y ridícula confusión. Verás, te vas a reír cuando te cuente…-Empezó a decir Manuel.

¡Me robaste el colgante! ¡Admítelo! –Gritó.

¡Sí! Te lo robé, pero no es lo que parece…-Dijo.

José se acercó a él hasta quedar frente a frente a él, dónde pudiera sentir cómo respiraba y el aire de su respiración le daba en la cara.

¿Ah, no? Estoy dispuesto a oír tu explicación…-Le dijo con una mirada acojonante.

Verás, te sustraje el colgante porque quería tener un motivo para poder volver a vernos…-Le dijo rápidamente y cerrando los ojos temiendo recibir un puñetazo.

¿En serio? –Preguntó extrañado José.

¡Sí! Me dijiste que ya me avisarías, así que para volver a vernos, te lo quité con la esperanza de volver a vernos, pero luego pensé que quizás fue  un acto cruel, que podría tratarse de un objeto al que le tuviesen algún valor sentimental o algo y vine a devolvértelo. –Contestó Manuel.

Entonces, ¿esto quiere decir que vamos en serio? –Preguntó José.

¡Claro! Tú me importas, ¿lo dudabas? –Mintió Manuel para sacárselo de encima y huir de la situación. -Bueno, he de irme a clase…

Observó cómo se sentó en la silla, frente al espejo  con cara de abrumado. Entonces, no pudo evitar preguntar qué pasaba.

Ey, ¿ocurre algo? –Preguntó Manuel.

No es nada importante. –Contestó José.

Si puedo ayudar, ya sabes, solo tienes que decírmelo.-Le comentó.

No puedes, a menos que seas una chica, quepas en un 38 de zapatos de tacón y estés dispuesto a cantar “Lo hecho está hecho” de Shakira en capela…-Le respondió a la vez que se levantaba y abandonaba su camerino.

¡Tranquilo, eso de travestirme no va conmigo! –Gritó. Entonces observó un vestuario sobre la cama.

Ha quedado increíble chicos, habéis estado perfectos. ¡Seguid así! –Dijo el director de la serie.

Bueno, ¿no piensas invitarme a tomar algo esta tarde? –Le dejó caer Jennifer a Mario.

De acuerdo, solo si admites que he estado mejor que tú  rodando hoy…-Comentó.

Eso estará algo difícil.-Le respondió y se echaron a reír.

Apareció José de inmediato.

¿Dónde está Cristina? ¿No ha vuelto aún? –Preguntó
.
Nadie respondió.

Lo suponía, necesitamos empezar a grabar su performance y después de una semana dura de ensayo, no aparece…-Comentó algo molesto mientras tomaba unas anotaciones en una libreta.

Uno de los ejecutivos que allí trabajaba, se acercó a José.

Señor, ya está todo listo, acaba de salir de maquillaje.-Le dijo.

¿Estaba en maquillaje y no fui informado? –Preguntó- Dile, que ya estamos preparados para rodar la escena.

Mario sacó una botella de agua de su mochila y  empezó a observar cómo rodaban la secuencia siguiente.
El director dio la señal a los cámaras.

¡Acción! –Gritó.

Empezó a sonar la canción de “Lo hecho está hecho” de Shakira, pero instrumental. Una voz que no era la de Cristina precisamente, empezó a escucharse.

Todos empezaron a observar la situación y de pronto vieron en medio del salón de actos ficticio del plató una silueta bajo las luces de los focos y de los bailarines que empezaban a bailar a su alrededor. De repente, Unos focos iluminaron a la persona, y Mario escupió el agua en ese momento.

¿Estás bien? –Preguntó Jennifer.

Sí, perfectamente…-Respondió él sin apartar la vista.

Sobre el escenario había un Manuel bastante transformado: Un vestido negro, ajustado de parte baja corta, un bronceado perfecto, un maquillaje que no mostraba ni una imperfección de su piel, una melena larga de color castaño y unos zapatos de tacón negros con detalles blancos. Como si de un milagro se tratase, supo ajustarse a la coreografía y cantar a través del pinganillo que tenía colado en el vestido.

Esa no es Cristina –Dijo José.

¿Entonces quién es? –Preguntó el director.

Es un amigo. La verdad es que no sé cómo…-No pudo terminar pronunciando palabra después de presenciar semejante momento que colaba.

Y, ¡corten! –Ordenó el director. Se levantó de su silla y se acercó a Manuel en el escenario. –Has estado magnífica, ¿quién eres?

De pronto se quitó la peluca –Manuel, señor, soy Manuel- le dijo y le estrechó la mano.

El director se quedó perplejo.

José inmediatamente subió y acudió junto a ellos.

¡Ha sido todo culpa mía! La actriz que tenía que hacer la secuencia no vino y le dije irónicamente que hiciese esto y no sé cómo se ha atrevido…-Comenzó a decir José.

¿Es un chico? –Preguntó el director mirando a José.

Lo siento, señor. –Comentó.

¡Un chico! Es fantástico, tengo que hablar con Henry (el guionista), tengo una idea genial. A este personaje le veo futuro, ¡futuro! –Y miró a Manuel- Manuel, ¿te gustaría formar parte del reparto de la serie?

No, no le gustaría –dijo Mario que apareció detrás de él.

No, señor, la verdad es que maquillarme y vestirme de chica, no va conmigo –hizo un gesto muy masculino- ni siquiera por todo el dinero del mundo…-Comentó.

¿Ni siquiera por 3.000 euros al mes? –Propuso el director.

A Manuel le cambió la cara.

¿Cuándo empezamos? –Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Mañana tienes que estar aquí a las doce en punto para filmar tus escenas. –Respondió el director y se fue.

¡Muchas gracias! Eres mi salvador. Te llamaré luego, ¿vale? –Y se fue tras el director.
Mario y Manuel se quedaron solos.

¿Necesitas algo? –Preguntó Manuel- Porque yo quiero quitarme todo este pote de encima y bajarme de esta montaña rusa en la que estoy subido…

¿Cómo debería llamarte a partir de ahora, Manuel o Manuela? –Se burló.- Pensé que contigo no iba todo eso de travestirte, pero ya veo que te encanta ser una reinona.-Dijo.

Puedes llamarme como quieras, tienes permiso. Y no, no va conmigo, pero si me pagan por ello, qué más da…Siempre hay una primera vez para todo ¿no? Si no, mírate tú, que cualquier día mueres atropellado por no decidir en qué acera quieres estar. –Le respondió.
Mario le agarró del brazo.

¿De qué vas? Lo único que tengo que no me une a ti es la actuación y resulta que ahora te vuelves un chico prodigio. ¡Este mundo no está hecho para ti! –Le dijo a Manuel.

¡Suéltame! –Logró que su brazo se escapase de sus garras- Más bien deberías preguntarte qué es lo que temes tú. ¿Acaso temes que al estar yo aquí, te des cuenta de que estar con esa chica es una forma de evadirte de mí? –Se acerca a su oído y le susurra- A quién quieres es a mí, a quién amas es a mí. Podrás engañar a tu cerebro, pero no a tu corazón –Puso una mano sobre su pecho y los dos se miraron fijamente.
Jennifer interrumpió el momento.

¿Mario? Te llama el director. –Dijo.
Sí, voy – y Mario se fue.

Jennifer no apartaba la vista de Manuel.

El timbre que daba el comienzo de la clase de física empezó a sonar. Claudia y Óscar se encontraron entrando en clase.

¿Qué  le has dicho a tu padre? –Preguntó Claudia.

No te preocupes, ha reaccionado con total normalidad…-Respondió Óscar.
¿Sí? ¿Y qué te ha dicho? –Insistió.

Bueno, aparte de prohibirme pasar tiempo contigo, Mario y Manuel después de que recibiese unas fotos que probaban que estábamos en el anticuario en el que pretendían calcinarnos vivos, me ha hecho prometer que mientras viva en su casa no vuelva a practicar el sexo…-Espetó.

¿Qué? ¿En serio? ¿Debería ir a hablar con él? –Preguntó.

Tú tranquila, se le pasará. No hay mal que dure cien años, ¿no? –Trató de calmarla.
Y bueno, ¿cómo es eso de que recibió esas fotos? –Preguntó.

No sé, se las enviaron y está muy disgustado por ello. –Dijo.

Entonces Manuel apareció por la puerta del aula e ignoró las miradas de ambos.
¿Y a éste qué le sucede? –Pregunta Claudia.

Está cabreado con nosotros después de que dudásemos de un acto suyo. –Respondió Óscar.

Mario apareció por la puerta y se sentó detrás de Óscar y Claudia.

¿Un acto? ¿A qué te refieres? –Preguntó.

Recibimos un vídeo en el que él estaba  mucho más que aliándose con el enemigo en vez de quitarle una pieza importante. Nada serio…-Dijo Óscar.

¿Te refieres al colgante? –Preguntó Mario.

¿Colgante? ¿Qué colgante? – Preguntó extrañada Claudia.

Ninguno, ¡no te preocupes! –Respondió Óscar haciéndole un gesto a Mario para no involucrar a Claudia en el asunto.

La verdad, chicos, llevo unas noches que, no sé si se trata de un sueño o de imágenes que me invaden la mente, veo un colgante, dorado. Algo me dice que lo he visto antes, pero hago un esfuerzo por recordar y todo se vuelve gris. –Comentó Claudia.

Mario y Óscar se quedaron mirando sin pronunciar una sola palabra.

¡Lo más probable es que sean cosas mías! –Dijo Claudia sonriente.

Sonó el timbre, lo que significaba el desayuno. Claudia se sentía en deuda con Manuel por echarle una mano con Óscar, así que no pudo evitar sentarse con él en la mesa de la cafetería para que no estuviese solo.

¿Qué estás haciendo? –Dijo

Sentarme. ¿Te explico en qué consiste? –Le atacó.

Manuel, la miró atravesada. De pronto, abrió los ojos y se dio cuenta de algo.

Hoy no tienes la piel grasienta y estás de lo más amigable. ¿Tú has follado? –Alzó la voz.
¡Calla! Te van a oír…-Le contestó Claudia.

Manuel miró a su alrededor. –Quién las debe las teme. Entonces, ¿fideo fino ya te dio lo tuyo? ¡Ay Mafalda, me vas a agradecer lo que voy a hacer! Después de clase, nos vemos en el salón de música. Fideo fino, Mario, tú y yo. – Se levanta y  a medida que se aleja grita: ¡Después de clase! ¡No te olvides!

Mario, sentado en su mesa mientras leía una revista, no paraba de pensar en ese cambio repentino de su padre. Entonces, un ruido perturbó la lectura de Mario y éste alzó la vista apartando la revista. Era Manuel.
¿Viendo la Play Boy? Si la profe se entera…-Le soltó con chulería.

Mario, harto, se levantó y se dirigió a él mientras la revista de un golpe cayó al suelo.

¿Cuál es tu problema conmigo? –Le preguntó.

No tengo ningún problema contigo. – Respondió Manuel.

¿Seguro? La manera en qué me miras, en me reclamas, me contestas y te vacilas, me demuestras que no me has olvidado. Y si no es cierto, ¡niégalo en mi cara! –le dijo quedando los dos frente a frente.

Manuel trataba de esquivar su mirada y no mirarle a los ojos. La situación era tensa, pero ese aroma, su voz, su aliento…Todo le recordaba a él.

Mario se inclinó y le besó. Manuel, no se quejó en ningún momento ni se opuso. Apoyaron sus cabezas, una vez acabaron y el silencio les invadió.

¿Qué sientes? – Le pregunta Manuel.
No sé, estoy confuso en estos momentos. –Respondió. Eso le sentó como un cubo de agua fría a Manuel.

Es por la chica esa, ¿verdad? –Le preguntó a Mario.

Puede. No sé, tal vez ya no me guste la situación en la que estoy contigo y me haya acostumbrado a ella. –Le dijo a Manuel.

Bueno, pues espero que ella te sepa dar este beso porque lo que a mí respecta, mis labios no volverán a pecar por tropezar con el mismo error…-Dijo.

¿Ahora soy un error? –Preguntó Mario.

¡Siempre lo has sido! –Le contestó mientras se iba aguantándose las lágrimas de la impotencia.

No había ni un alma en los pasillos, ni un ruido invadía el salón de música, hasta que los chicos se reunieron allí después de las clases.

¿Y bien? ¿A qué ha venido esta reunión? –Preguntó Óscar.

Ni idea. Manuel me dijo que nos reuniéramos aquí con él. Pero no me dijo para qué…-Respondió Claudia.

Podemos ir esperándonos lo peor. –Dijo Mario.

Manuel entró al salón de música en ese mismo instante.

Bueno, lo primero de todo, decirles que aún sigo mosqueado por vuestra desconfianza hacia mi persona. Segundo, lo que voy a hacer a continuación, lo hago por Claudia y porque quiero que después de esto, nos sintamos un poco mejor, y vean la preocupación que siento hacia vuestras alimentaciones sexuales…

¡Mal empezamos! –Dijo Mario.

Chicos, esta es Ambar. –Dijo a la vez que entraba una mujer de unos 29 años, pelo negro cobrizo descuidado, ojos verdes, sombra de ojos rosada y piel morena. En cuanto a su estilo, no tenía mucho: Traje de leopardo a juego con su bolso, chaqueta de cuero negra y zapatos negros de tacón.

¡Anda, cómo la no cambié! –Dijo Óscar.

Manuel, ¿has traído a una prostituta aquí? –Preguntó.

¡Chica de compañía! –Le regañó.

¡Sin ánimo de ofender! –Le respondió.

Bueno chicos, después de los últimos acontecimientos, he decidido que les conviene saber los riesgos que se corren cuando practicáis el sexo. ¿Y quién mejor que Ambar para que os lo comente de primera mano?

¡Estás fatal eh! –Dijo Mario levantándose.

¿Sabéis la cantidad de enfermedades que podéis contagiaros? ¿Cuándo fue la última vez que os hicisteis unas pruebas médicas?  –Preguntó Manuel sin apartar la mirada.

Les parecía a  todos tan absurdo e incómodo ese momento que se levantaron y empezaron a recoger sus cosas.

¡Ey! No podéis iros, le he pagado la hora…-Gritó.

Ahora por eso, ya que no hago nada aquí, ¿tienes cambio para el taxi? –Le preguntó Ambar a Manuel.

Lo siento bonita, págalo con el dinero de tu hora, qué bastante cara me has salido y eso que dices ser mi amiga…-Le respondió Manuel y ella inmediatamente, se fue como si con ella no fuese la cosa. Manuel salió al pasillo y corrió hacia Mario.

¡Mario! En serio, me gustaría que supieras los riesgos que corres al…-No le dejó acabar.

¡Tú no puedes estar bien! Definitivamente te lo digo…-Le contesta.

¡Tú no la quieres! –Le grita.

¿Qué sabrás? –Le dice Mario.

Todavía me amas, lo sé. Eso no se olvida de la noche a la mañana. –Parece que tú sí. Me diste de lado en tu vida por un mísero juicio. –Le reprochó.

¡No tienes ni idea de por qué fue! –Le grita a Mario.

Asúmelo, no siento nada por ti. –Le dice.

Ella no te va a querer como yo. –Le grita y le agarra del brazo.

Ni quiero porque tu manera de querer es enfermiza.- Se suelta y sigue caminando por el pasillo.

Manuel no pudo aguantar las lágrimas. Ahí se dio cuenta de todo lo que había perdido por no seguir sus instintos. Decidió cruzar la cancha y merodear por el bosque, aquél mágico bosque que una mágica noche les perteneció a los dos y donde ambos se sinceraron el uno con el otro. Bajó con cuidado aquellas colinas para llegar al lago que una noche fue testigo del amor que parecía sentir el uno por el otro. Se sentó a la orilla del lago y contempló el paisaje en un duro día como ese.

Todo estaba en calma. Ni un ruido. Ni un animal. Nada que perturbe esa paz. Pero hasta el más mínimo silencio, depara un terrible acontecimiento…

Jenifer y Mario estaban dando una vuelta.

¿Te encuentras bien? No has hablado desde que regresaste del Instituto…-Preguntó Jennifer.

Sí, estoy bien. Es agobio, nada más.  –Le contestó.

Verás, he pensado lo que estuvimos hablando la otra noche y…-Se acercó a su oído- ¡Estoy preparada! –Mario se quedó callado- ¿Qué me dices?

¿Estás segura? Date cuenta que debe ser algo especial para los dos. –Le comentó.

Claro que estoy segura. Lo más especial que tengo en mi vida eres tú. ¿Yo soy lo más especial que te ha sucedido en la vida? –Preguntó Jennifer.

Mario, aunque lo negase, sabía que la respuesta correcta, era diferente a la que iba a pronunciar.
¡Claro que sí! –Le contesto y ambos se besaron.

Un ruido perturbó la paz de aquél lago que tanto simbolismo tenía para Manuel. Se levantó y al mirar a su espalda, se encontró cara a cara con Eric.

Trucha, trucha, trucha. ¿No te han dicho  tus padres que no deberías venir a sitios cómo estos? –Dijo.
¿Qué coño quieres, Eric? –Le preguntó.

Por los lados aparecieron José y Sergio, para sorpresa suya. Ambos sujetaban unos palos.
Es muy simple… ¡Venganza! –Contestó Eric.

Y mientras Mario acababa de tomar la decisión más dura de su vida –cambiarla-, Manuel era apaleado por tres chicos en una zona alejada de los oídos humanos.

Allí tirado en el suelo, solo podía ver el lago, cada vez más y más de cerca mientras recibía palazos y patadas.

Eric, de pronto, le agarró por los pelo de la moña levantando su cabeza del suelo –Debes saber con quién te metes, chaval, antes de destrozar la vida de los demás- y soltó de manera que cayó al lago, pero en zona aún no profunda.

La sensación que experimentaba al ver el exterior a través del agua, a pesar de las circunstancias en ese lugar que conocía mejor que nadie, le parecía perfecto…

lunes, 27 de agosto de 2012

Capítulo 15: Mi primera vez (Parte I)



Dicen que en esta vida, para todo hay una primera vez. Siempre hay una primera vez para decepcionarnos, para aprender, para sorprendernos y para entregarnos al amor. No sabemos cuándo se producirá ese momento, pero habrá que estar preparados. Dejarse llevar siempre suele ser la solución. No hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años dure.

Óscar, Mario y Manuel estaban sentados en una mesa de la cafetería del Hospital  mientras Claudia hacía compañía a su madre. Manuel rompió el momento de silencio que plagaba la zona.

¿Me podéis explicar con calma, cómo es que el bibliotecario está vivo? –Miró a Óscar y continuó- ¿No se supone que tu padre dijo que habían hallado su cuerpo?

Nos lo encontramos en el tren para nuestra sorpresa. Pero al ver que le acorralamos y que allí no tenía escapatoria nos dijo que no podía hablar, pero nos dio una dirección para que fuésemos a visitarlo, que nos explicaba todo con detalles. Habrá sido un error de mi padre en ese caso, pero me extraña…-Le respondió- ¿Y tú qué? ¿Cómo te las arreglaste para que José no se diera cuenta de que le quitaste el colgante?

Un mago nunca revela sus trucos…-Dijo evitando las miradas de sus amigos.

Claudia irrumpió en la cafetería  y se sentó al lado de Óscar.

¿Qué tal está? –Preguntó Óscar.


Bien. Al parecer todo quedó en un susto. Van a dejar a mi madre otra noche más aquí para asegurarse de que está perfectamente. El doctor me dijo que tiene que comer más sano, evitar los disgustos y los sustos, ya que podría hacer que sufra otro infarto. –Le contestó Claudia.

Son buenas noticias ¿no? –Dijo Manuel. Las miradas de sus amigos se clavaron en él.- Pudo haber sido peor, no sé, digo yo.

¡Hermanita! –Dijo un chico de cabello corto castaño, ojos color miel y con un tupé de lo más original, que acababa de entrar en la cafetería y se dirigió a Claudia.

¿Lucas?  ¡Viniste! –Le abrazó, le soltó y le echó un vistazo a su hermano.- ¡Mírate! Estás más delgado…
¿Eres Claudia mi  hermana o estás poseída por el espíritu de nuestra cada vez que vengo? –Dijo en tono burlón.

Lucas, ellos son Mario, Manuel y a Óscar ya lo conoces. –Le dijo y él amablemente les saludó.

Chicos, nos vemos luego, ¿vale? Voy a aprovechar a ver mi madre con mi hermano. ¡Muchas gracias por venir! Significa mucho para mí. –Les comentó Claudia.

Para eso estamos ¿no? Cualquier cosa no dudes en llamarnos. –Se apresuró a responder Mario.

Claudia y su hermano, Lucas, abandonaron la cafetería. Los chicos pagaron sus cafés y Óscar con cara de desánimo fue al baño.

¿Qué le pasa a este? –Le preguntó Manuel a Mario.

¿Qué va a ser? ¡Claudia! Ha estado todo el viaje hablando de Eric esto, Eric lo otro, Eric, Eric, Eric… ¡Parecía un disco rayado! –Le contestó.

¿Ah sí? Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma –murmuró con una mirada seria.

¿Qué tramas? He visto esa cara antes y no me engañas.- Le dijo Mario.

Nada, puedes estar tranquilo que no tramo nada.

Al día siguiente, nuestros protagonistas estaban reunidos en el parque Montesol de picnic.

Desmemoriada, alcánzame un sándwich de atún, si es que recuerdas cuáles son, claro…-Dijo Manuel.

¿Qué gracioso? –Se lo alcanzó. –No creo que tu constante sarcasmo me ayuda a progresar.-Le espetó a Manuel.

Tampoco veo que tú querido Eric lo haga y sin embargo me callo como una puta, qué quieres que te diga…-Le respondió Manuel y da un mordisco al sándwich.

Todos le miran seriamente para que se dé cuenta de que el comentario estuvo fuera de lugar.

¿Qué? Al menos soy sincero. –Dice y continúa con el sándwich.

Oye, qué bueno que tú hermano esté aquí. –Le dice Mario a Claudia.

¡Sí! La verdad es que así los dos podemos estar más pendientes de nuestra madre ahora que mañana le dan el alta. –Contestó.-Chicos os agradezco que paséis conmigo el rato porque me ayuda a entretenerme y por otra parte porque me ayuda a recuperar la memoria, aunque de momento no avance.

Tiempo al tiempo, Claudia, son cosas que requieren de ello. –Le dice Óscar.

Sí. Por cierto, mirad o que Eric me regaló anoche –dice enseñando un anillo-, dice que es para que recuerde lo fuerte que es lo que siente por mí…

Óscar se levanta y empieza a alejarse. Manuel mira a Mario y le indica que vaya tras él con un gesto, quedándose Claudia y Manuel solos.

¿He dicho algo malo? –Preguntó.

¿Puedo ser sincero? –le dijo Manuel con un tono de suavidad y delicadeza que nunca había tenido anteriormente.

Sí, claro, adelante –Contestó.

¿De qué coño vas? –Ya perdió ese tono de delicadeza que ofreció al principio.

¿Cómo? –Dijo perpleja y desconcertada.

Sí, lo que oyes. ¿De qué coño vas? Pierdes la memoria en un accidente de tráfico que tu novio, Eric, provocó y se molestó en cargar con la culpa a Mario finalmente recuperando la cordura y retirando los cargos contra él después de que le pillasen en la grabación y estás todo el día diciendo lo fabuloso y gran novio que es cuando estuvo casi tres semanas sin ir a verte para saber cómo estabas. ¿De qué vas? –Le espetó Manuel.

Pero es mi novio, no el tuyo, métete en tus asuntos y dedícate a reconocer tus errores en vez de echárselos a los demás, al igual que hiciste con Mario, si es que de verdad ni te lo mereces…-Dijo Claudia.

Eso sí lo recuerdas ¿no? Pero eres incapaz de recordar que Eric y tú antes del accidente no erais pareja y que tu amistad con Óscar acabó en romance…-Claudia le mira sorprendida- Sí, los dos habíais empezado como pareja y va tienes el accidente. ¿Sabes lo doloroso que tiene ser esto para él? Todos los días hablando de Eric como si se tratase de un héroe o algo cuando en realidad ni se ha preocupado por ti. Madura, Mafalda, madura.

Claudia se levantó y se fue de allí.

Mario y Óscar vinieron.

¿Se ha ido? –Preguntó Mario.

Sí, al parecer tenía que ir a no sé qué cosa son su hermano, aunque me sonó a excusa después de que le explicase que mencionar a Eric provocaba una situación incómoda…-Respondió Manuel.

Los tres se sentaron sobre el mantel del picnic.

¿Te encuentras bien? Ya verás que al final volverá a ser quién era, es normal que tarde, nunca se sabe cuánto pueden durar estos casos. No desesperes –Le dijo Manuel a Óscar.

Ya. Ese es el problema, sé que hay que esperar, pero creo que ya me he cansado de ello…-Contestó.

Justo en frente de ellos, un mercedes negro acababa de aparcar. De él se baja una mujer vestida como si de una ejecutiva se tratase. Peinada perfectamente con su pelo moreno recogido y unas gafas oscuras que conjuntaban con su atuendo, se acercó a Mario.

Me dijo tu padre que te encontraría aquí y visto que no contestabas mis llamadas tenía que venir –Le dijo a Mario.

¡Perdón Caroline! Dejé mi móvil en el coche. ¿Qué pasó? ¿Qué tienes que decirme? –Le pregunta Mario.
Era para comunicarte que a partir de las 11:00 a.m. de mañana comienza el rodaje de PopStar y tú eres uno de sus protagonistas, así que tienes que estar allí. –Le comentó.

Pero ¿y mis clases en el Instituto? –Preguntó Manuel.

Tu padre ya nos hizo saber lo mucho que querías quitarte de encima el bachiller, así que hemos ajustado tus escenas  a tu horario. –Contestó.

De acuerdo, allí estaré. –Le dijo y la  mujer se va mirando de manera extraña y penetrante a Manuel.
¿PopStar? ¿Vas a participar en un reality? –Preguntó Óscar.

No. Se trata de la nueva serie musical que Telecinco está preparando y que Mario, aquí presente, será uno de sus personajes principales…-Dijo Manuel inmediatamente.

¿Tú cómo es que sabes tanto? –Preguntó Mario.

Porque José es tu coreógrafo y ayer me invitó a pasear por el instituto ficticio que tenéis como ambientación para la serie…-Respondió Manuel.

¿Y quién le ha dicho que puede estar ahí cuando le apetezca? A ver si hablo con la cadena para que se le acabe el chollo y deje de utilizar el set e rodaje como picadero…-Contestó Mario.

¿Qué? ¿Pero quién te has creído que soy  yo? Como picadero dice…Gracias a esa invitación, tenéis coreografía para un número de la serie y logré conseguir el colgante, así que no hables sin saber. –Le dijo Manuel.

Bueno, ¡se acabó chicos! Solucionad lo que tengáis que solucionar. –Mario y Manuel se quedaron mirando con cara de pocos amigos- Cambiando de tema, ¿qué hacemos ahora con el colgante? –Preguntó Óscar.

Es inútil si no tenemos el otro, ¿cierto? –Responde Mario.

Cierto –Dice Óscar.

Por qué no aprovechamos y vamos esta tarde a visitar al bibliotecario, tal vez nos sea de ayuda…-Propone Mario.

Por mí vale. ¿Tú qué dices Manuel? –Pregunta Óscar.

Sois mayoría, así que me jodo ¿no? –Responde.

Manuel de camino a su casa, vuelve a pasar por el lugar en el que el día anterior había visto a la madre de Mario dándole algo a Eric y pudo a ver a Eric caminando por la acera. Aparca y Manuel se baja, yendo a dar con él.

Lo empuja contra la pared y lo deja sorprendido.

¿Qué te pasa tío? –Le dice.

No, ¿qué te pasa a ti? –Le pregunta Manuel.

No sé de qué me estás hablando.- Responde.

¿No sabes? Yo creo que sí. ¿Qué es lo que la madre de Mario te da todos los días aquí? ¿No era que tú no conocías a su familia? –Le pregunta Manuel.

¡Apártate! –Empujó a Manuel.- No sé de qué me estás hablando…

De acuerdo, lo dirás en comisaría, yo me encargo de hacérselo saber.-Dijo Manuel.

¡Está bien! ¡Está bien! La madre de Mario me paga cada día una cantidad de dinero que acordó conmigo para que retirase los cargos en contra de su hijo…-Confesó.

¿Qué? ¿Y el vídeo que se mostró en el juicio? ¿No retiraste los cargos por eso? –Preguntó Manuel.

No. Ya había retirado los cargos la noche antes del juicio, pero aun así el la vista judicial estaba prevista para el día siguiente y se debía llevar a cabo, así que allí hice pública la retirada de los cargos. –Dijo Eric.- Ya tienes lo que querías, ahora déjame en paz.

Se alejó y en la distancia, Manuel pudo comprobar cómo Eric se subía a un coche. Cuando el vehículo pasó por su lado, se percató de quién lo conducía. Era Lucas, el hermano de Claudia.

¿Lucas? ¿El hermano de Claudia? –Preguntó desconcertado Óscar en la puerta de su casa, después de que Manuel apareciese allí.

¡Sí! ¡Te lo juro! Yo me quedé igual, no sé de qué va todo esto, ni siquiera sabía que pertenecía a su círculo de amigos. –Dijo Manuel.

Espera un momento, ¿se puede saber qué hacías tú con Eric? –Le preguntó.

Ayer vi cómo la madre de Mario le daba algo frente al bar de Juan. Hoy volví a pasar por allí a la misma hora para matar la curiosidad y al verlo de nuevo en el mismo lugar, le amenacé con ir a la policía si no me decía  de qué iba todo. –Comentó.

¿Y lograste que confesara? –Preguntó Óscar.

Tú qué crees…-Se acercó a él y después echar un vistazo, en un tono más bajo dijo- Resulta que la madre de Mario le paga una suma de dinero después de haberle retirado los cargos.

Entonces, si Mario está en libertad no fue por arrepentimiento de Eric ni mucho menos, sino porque la madre y él habían acordado un precio para que Mario disfrute de su libertad. –Dijo Óscar sombrado.

¡Exactamente! –Dijo Manuel.

En seguida un carraspeo llamó la atención de ambos.

¿Interrumpo algo? –Pregunto Mario.

¡No, nada! –Dijeron serios los dos.

Los tres estaban frente a la que parecía ser la dirección que el bibliotecario les dio.

¿Es aquí? –Preguntó Mario.

Eso parece –Dijo Óscar.

Manuel se apresuró a tocar el timbre. De inmediato, se abrió un poco la puerta y unos diminutos ojos miedosos se veían por los ocho centímetros –aproximadamente- en los que la puerta estaba abierta. Cerró la puerta, retiró la cadena, abrió y les invitó a pasar. En el salón de su hogar se creó un ambiente un tanto incómodo. Ninguno hablaba. El bibliotecario les miraba y no decía nada.

¿Podría explicarme cómo es posible que usted esté vivo y por qué motivo fingió su muerte? –Preguntó Manuel.

Es complicado… Digamos que fui amenazado y me vi obligado a abandonar mi trabajo. Para que esa amenaza dejase de creer que soy un obstáculo robé un cadáver del cementerio y con ayuda de un médico que por dinero es capaz de hacer cualquier cosa, falsificó su ficha dental por una similar a la mía y como el rostro del cadáver estaba irreconocible, ni se molestaron en investigar…-Dijo y le dio un periódico con la noticia de un cadáver desaparecido.

¿Quién le amenazó? –Preguntó Mario.

No lo sé. Pero sólo puedo deciros que tenéis que tener cuidado, no es humano por mucho que lo aparente. –Dijo.
¿Por qué íbamos a creerte? –Replicó Manuel.

Manuel, ¡nos está ayudando! –Dijo Óscar.

Sí, claro, ¿nos ayuda diciendo que se fue porque su vida corría peligro y ni siquiera sabe quién es su verdugo? Anda y que vaya a Disney con ese cuento…-Gritó.

Más bien, debéis plantearos quiénes son vuestros amigos…-Expresó.

¿Qué? ¿Perdona? ¿Insinúas que yo tengo que ver algo en esto? –Preguntó Manuel levantándose ante él.
No sé, explica tú esto –Sacó su móvil y de pronto los tres chicos pudieron ver a Manuel y a José bailando en la cita del día anterior.

¡No puede ser! –dice Mario.

¿Y esto? –Pregunta Óscar.

Chicos, le estaba quitando el colgante, lo que desde ese plano no se percibe. ¡Os está volviendo en mi contra! –Dijo.

Aquí lo que parece, es que el tío que puede estar relacionado con todo el tema de este diario y tú se están besando. ¿No te das cuenta? –Le recrimina Mario.

Si preferís creer a alguien que muestra un vídeo en el móvil que supuestamente nadie tenía por qué tener, ya que no había nadie más allí, allá ustedes, porque yo abandono todo este tema del diario. ¡Estoy harto! ¡Es de locos! ¿Por qué iba a quitarle el colgante a José si estuviese loquito por él? Si fuese así se lo preguntaría. –Se fue.

¿Cómo has obtenido ese vídeo? –Preguntó Óscar.

Me lo han enviado esta mañana desde oculto. –Dijo.

¿Y por qué has dado por supuesto que se trataba de algo sospechoso? -Preguntó Óscar desconfiado.

¿Por qué se relaciona vuestro amigo con el poseedor del colgante que supone el talón de Aquiles del autor del diario? -Respondió inmediatamente.

Mario y Óscar se miraron. Cuando estaban saliendo de la casa, el bibliotecario cogió del brazo a Mario.
Escucha, sé que ahora es difícil de comprender, pero recuerda, nada es lo que parece ser. Pensad –Y en la mano le pudo un papel arrugado y le trancó la puerta de su casa en las narices.

Mario llegó a su casa y al pasar por el salón, su madre rápidamente se levantó y acudió a él.

¡Hijo! Mira quién ha venido a verte…-Dijo mostrándole a una chica rubia de ojos azules y piel pálida que estaba de pie tras su madre.

¡Jennifer! Cuánto tiempo. –La saludó.

Bueno, pasaba por aquí, ya que a partir de mañana seremos compañeros de reparto en la serie. –Dijo.

¿En serio? ¡Joder! Tenemos que ponernos al día, tengo mucho que contarte.- Comentó.

Estoy deseándolo- dijo ella.

Y los dos salieron a la terraza mientras la madre de Mario les contemplaba. Su marido no tardó en aparecer.
Cariño, ¿no tendrás algo que ver con que esa chica volviese verdad?- Preguntó.

Digamos que la recomendé para uno de los papeles principales. –El marido la miró algo confuso- No me mires así, piensa que donde hubo fuego, cenizas quedan. Ella le recordará que él está hecho para formar una familia junto a una mujer. Han pasado tres años desde que trabajaron juntos en aquella serie, pero si sintieron algo los dos, en pocos días lo recordarán. Como suele decirse: El primer amor nunca se olvida…-Confesó.

Por su parte, Óscar se disponía a entrar en su casa cuando una sombre detrás de él le interrumpió.

¡Hola! –Dijo Claudia.

¡Hola! –Dijo Óscar. -¿Te encuentras bien? –Preguntó.

¡He recordado! –Dijo bajándole las lágrimas por los ojos.

¿Qué? ¿Qué has recordado? –Preguntó.

Estaba de camino a casa cuando en la calle escuché a unas niñas saltando la comba y de repente me vino a la mente una especie de trabalenguas o de adivinanza que decía: “Un, dos, tres… ¡Ojos que te ven!  Cuatro, cinco, seis… ¡No lo descubriréis! Siete, ocho, nueve… ¡La sombra se mueve!”. También recuerdo todo lo relacionado con el diario. –Respondió.

¿Y relacionado con Eric? –Preguntó Óscar.

Ella sacudió la cabeza hacia los lados.

Pero he sabido algo. ¿Es cierto que el día del accidente, tú y yo habíamos empezado a ser pareja? –Preguntó Claudia.

Él, Óscar, asintió.

Eric y yo lo hemos dejado. –Le enseñó la mano y en lugar del anillo que Eric le había dado, ella llevaba puesto la anilla de la botella de agua que él le había dado aquella tarde en la Plaza del Obradoiro.

¿Lo recuerdas? –Preguntó desconcertado.

Perfectamente. –Contestó.

Se abalanzó sobre él y no esperó a que él tomase la iniciativa, le besó y le besó como si el mundo se acabase para los dos.

¡Te quiero! –Dijo Claudia.

¡Y yo a ti! –Dijo Óscar.

Óscar abrió la puerta y la cerró. La cogió en brazos, subió a su habitación y muy lentamente la puso en su cama.

¿Qué libro te apetece que te lea? –Preguntó Óscar frente a la estantería.

Claudia se levantó le agarró su torso, le quitó la camiseta y poco a poco le fue besando la espalda.
Claudia, yo…-Comenzó a decir.

Le mandó a callar y le besó.

Escribamos nuestra propia historia…-Le susurró.

Él se dio la vuelta. Le colocó el pelo y  la besó. Desesperadamente le quitó su camisilla lila y  su falda mientras  ella a él  le dejaba sin sus pantalones quedando los dos en paños menores.

Óscar encendió rápidamente las velas aromáticas de su cuarto  y se disponía apagar la luz cuando Claudia se lo impidió.

Llevo mucho tiempo atrapada en la oscuridad. Sólo me apetece verte...Sentirte...Que seamos uno –Le dijo rodeándole con sus brazos y él, decidió dejar la ventana abierta, para que la luna llena fuese testigo de cómo dos grandes amigos, pueden convertirse en algo más que eso.