Dicen que en esta vida,
para todo hay una primera vez. Siempre hay una primera vez para decepcionarnos,
para aprender, para sorprendernos y para entregarnos al amor. No sabemos cuándo
se producirá ese momento, pero habrá que estar preparados. Dejarse llevar
siempre suele ser la solución. No hay mal que por bien no venga, ni mal que
cien años dure.
Óscar, Mario y Manuel
estaban sentados en una mesa de la cafetería del Hospital mientras Claudia hacía compañía a su madre.
Manuel rompió el momento de silencio que plagaba la zona.
¿Me podéis explicar con
calma, cómo es que el bibliotecario está vivo? –Miró a Óscar y continuó- ¿No se
supone que tu padre dijo que habían hallado su cuerpo?
Nos lo encontramos en
el tren para nuestra sorpresa. Pero al ver que le acorralamos y que allí no
tenía escapatoria nos dijo que no podía hablar, pero nos dio una dirección para
que fuésemos a visitarlo, que nos explicaba todo con detalles. Habrá sido un
error de mi padre en ese caso, pero me extraña…-Le respondió- ¿Y tú qué? ¿Cómo
te las arreglaste para que José no se diera cuenta de que le quitaste el
colgante?
Un mago nunca revela
sus trucos…-Dijo evitando las miradas de sus amigos.
Claudia irrumpió en la cafetería
y se sentó al lado de Óscar.
¿Qué tal está? –Preguntó
Óscar.
Bien. Al parecer todo
quedó en un susto. Van a dejar a mi madre otra noche más aquí para asegurarse
de que está perfectamente. El doctor me dijo que tiene que comer más sano,
evitar los disgustos y los sustos, ya que podría hacer que sufra otro infarto. –Le
contestó Claudia.
Son buenas noticias
¿no? –Dijo Manuel. Las miradas de sus amigos se clavaron en él.- Pudo haber
sido peor, no sé, digo yo.
¡Hermanita! –Dijo un
chico de cabello corto castaño, ojos color miel y con un tupé de lo más
original, que acababa de entrar en la cafetería y se dirigió a Claudia.
¿Lucas? ¡Viniste! –Le abrazó, le soltó y le echó un vistazo
a su hermano.- ¡Mírate! Estás más delgado…
¿Eres Claudia mi hermana o estás poseída por el espíritu de
nuestra cada vez que vengo? –Dijo en tono burlón.
Lucas, ellos son Mario,
Manuel y a Óscar ya lo conoces. –Le dijo y él amablemente les saludó.
Chicos, nos vemos
luego, ¿vale? Voy a aprovechar a ver mi madre con mi hermano. ¡Muchas gracias
por venir! Significa mucho para mí. –Les comentó Claudia.
Para eso estamos ¿no?
Cualquier cosa no dudes en llamarnos. –Se apresuró a responder Mario.
Claudia y su hermano,
Lucas, abandonaron la cafetería. Los chicos pagaron sus cafés y Óscar con cara
de desánimo fue al baño.
¿Qué le pasa a este? –Le
preguntó Manuel a Mario.
¿Qué va a ser?
¡Claudia! Ha estado todo el viaje hablando de Eric esto, Eric lo otro, Eric,
Eric, Eric… ¡Parecía un disco rayado! –Le contestó.
¿Ah sí? Si Mahoma no va
a la montaña, la montaña va a Mahoma –murmuró con una mirada seria.
¿Qué tramas? He visto
esa cara antes y no me engañas.- Le dijo Mario.
Nada, puedes estar
tranquilo que no tramo nada.
Al día siguiente,
nuestros protagonistas estaban reunidos en el parque Montesol de picnic.
Desmemoriada, alcánzame
un sándwich de atún, si es que recuerdas cuáles son, claro…-Dijo Manuel.
¿Qué gracioso? –Se lo
alcanzó. –No creo que tu constante sarcasmo me ayuda a progresar.-Le espetó a
Manuel.
Tampoco veo que tú
querido Eric lo haga y sin embargo me callo como una puta, qué quieres que te
diga…-Le respondió Manuel y da un mordisco al sándwich.
Todos le miran
seriamente para que se dé cuenta de que el comentario estuvo fuera de lugar.
¿Qué? Al menos soy
sincero. –Dice y continúa con el sándwich.
Oye, qué bueno que tú
hermano esté aquí. –Le dice Mario a Claudia.
¡Sí! La verdad es que
así los dos podemos estar más pendientes de nuestra madre ahora que mañana le
dan el alta. –Contestó.-Chicos os agradezco que paséis conmigo el rato porque
me ayuda a entretenerme y por otra parte porque me ayuda a recuperar la
memoria, aunque de momento no avance.
Tiempo al tiempo,
Claudia, son cosas que requieren de ello. –Le dice Óscar.
Sí. Por cierto, mirad o
que Eric me regaló anoche –dice enseñando un anillo-, dice que es para que
recuerde lo fuerte que es lo que siente por mí…
Óscar se levanta y
empieza a alejarse. Manuel mira a Mario y le indica que vaya tras él con un gesto,
quedándose Claudia y Manuel solos.
¿He dicho algo malo? –Preguntó.
¿Puedo ser sincero? –le
dijo Manuel con un tono de suavidad y delicadeza que nunca había tenido
anteriormente.
Sí, claro, adelante –Contestó.
¿De qué coño vas? –Ya perdió
ese tono de delicadeza que ofreció al principio.
¿Cómo? –Dijo perpleja y
desconcertada.
Sí, lo que oyes. ¿De
qué coño vas? Pierdes la memoria en un accidente de tráfico que tu novio, Eric,
provocó y se molestó en cargar con la culpa a Mario finalmente recuperando la
cordura y retirando los cargos contra él después de que le pillasen en la
grabación y estás todo el día diciendo lo fabuloso y gran novio que es cuando
estuvo casi tres semanas sin ir a verte para saber cómo estabas. ¿De qué vas? –Le
espetó Manuel.
Pero es mi novio, no el
tuyo, métete en tus asuntos y dedícate a reconocer tus errores en vez de
echárselos a los demás, al igual que hiciste con Mario, si es que de verdad ni
te lo mereces…-Dijo Claudia.
Eso sí lo recuerdas ¿no?
Pero eres incapaz de recordar que Eric y tú antes del accidente no erais pareja
y que tu amistad con Óscar acabó en romance…-Claudia le mira sorprendida- Sí,
los dos habíais empezado como pareja y va tienes el accidente. ¿Sabes lo
doloroso que tiene ser esto para él? Todos los días hablando de Eric como si se
tratase de un héroe o algo cuando en realidad ni se ha preocupado por ti.
Madura, Mafalda, madura.
Claudia se levantó y se
fue de allí.
Mario y Óscar vinieron.
¿Se ha ido? –Preguntó Mario.
Sí, al parecer tenía
que ir a no sé qué cosa son su hermano, aunque me sonó a excusa después de que
le explicase que mencionar a Eric provocaba una situación incómoda…-Respondió
Manuel.
Los tres se sentaron
sobre el mantel del picnic.
¿Te encuentras bien? Ya
verás que al final volverá a ser quién era, es normal que tarde, nunca se sabe
cuánto pueden durar estos casos. No desesperes –Le dijo Manuel a Óscar.
Ya. Ese es el problema,
sé que hay que esperar, pero creo que ya me he cansado de ello…-Contestó.
Justo en frente de
ellos, un mercedes negro acababa de aparcar. De él se baja una mujer vestida
como si de una ejecutiva se tratase. Peinada perfectamente con su pelo moreno
recogido y unas gafas oscuras que conjuntaban con su atuendo, se acercó a
Mario.
Me dijo tu padre que te
encontraría aquí y visto que no contestabas mis llamadas tenía que venir –Le dijo
a Mario.
¡Perdón Caroline! Dejé
mi móvil en el coche. ¿Qué pasó? ¿Qué tienes que decirme? –Le pregunta Mario.
Era para comunicarte
que a partir de las 11:00 a.m. de mañana comienza el rodaje de PopStar y tú eres uno de sus
protagonistas, así que tienes que estar allí. –Le comentó.
Pero ¿y mis clases en
el Instituto? –Preguntó Manuel.
Tu padre ya nos hizo
saber lo mucho que querías quitarte de encima el bachiller, así que hemos
ajustado tus escenas a tu horario. –Contestó.
De acuerdo, allí
estaré. –Le dijo y la mujer se va
mirando de manera extraña y penetrante a Manuel.
¿PopStar? ¿Vas a participar en un reality? –Preguntó Óscar.
No. Se trata de la
nueva serie musical que Telecinco
está preparando y que Mario, aquí presente, será uno de sus personajes
principales…-Dijo Manuel inmediatamente.
¿Tú cómo es que sabes
tanto? –Preguntó Mario.
Porque José es tu
coreógrafo y ayer me invitó a pasear por el instituto ficticio que tenéis como
ambientación para la serie…-Respondió Manuel.
¿Y quién le ha dicho
que puede estar ahí cuando le apetezca? A ver si hablo con la cadena para que
se le acabe el chollo y deje de utilizar el set e rodaje como picadero…-Contestó
Mario.
¿Qué? ¿Pero quién te
has creído que soy yo? Como picadero
dice…Gracias a esa invitación, tenéis coreografía para un número de la serie y
logré conseguir el colgante, así que no hables sin saber. –Le dijo Manuel.
Bueno, ¡se acabó
chicos! Solucionad lo que tengáis que solucionar. –Mario y Manuel se quedaron
mirando con cara de pocos amigos- Cambiando de tema, ¿qué hacemos ahora con el
colgante? –Preguntó Óscar.
Es inútil si no tenemos
el otro, ¿cierto? –Responde Mario.
Cierto –Dice Óscar.
Por qué no aprovechamos
y vamos esta tarde a visitar al bibliotecario, tal vez nos sea de ayuda…-Propone
Mario.
Por mí vale. ¿Tú qué
dices Manuel? –Pregunta Óscar.
Sois mayoría, así que
me jodo ¿no? –Responde.
Manuel de camino a su
casa, vuelve a pasar por el lugar en el que el día anterior había visto a la
madre de Mario dándole algo a Eric y pudo a ver a Eric caminando por la acera.
Aparca y Manuel se baja, yendo a dar con él.
Lo empuja contra la
pared y lo deja sorprendido.
¿Qué te pasa tío? –Le dice.
No, ¿qué te pasa a ti? –Le
pregunta Manuel.
No sé de qué me estás
hablando.- Responde.
¿No sabes? Yo creo que
sí. ¿Qué es lo que la madre de Mario te da todos los días aquí? ¿No era que tú
no conocías a su familia? –Le pregunta Manuel.
¡Apártate! –Empujó a
Manuel.- No sé de qué me estás hablando…
De acuerdo, lo dirás en
comisaría, yo me encargo de hacérselo saber.-Dijo Manuel.
¡Está bien! ¡Está bien!
La madre de Mario me paga cada día una cantidad de dinero que acordó conmigo
para que retirase los cargos en contra de su hijo…-Confesó.
¿Qué? ¿Y el vídeo que
se mostró en el juicio? ¿No retiraste los cargos por eso? –Preguntó Manuel.
No. Ya había retirado
los cargos la noche antes del juicio, pero aun así el la vista judicial estaba
prevista para el día siguiente y se debía llevar a cabo, así que allí hice pública
la retirada de los cargos. –Dijo Eric.- Ya tienes lo que querías, ahora déjame
en paz.
Se alejó y en la
distancia, Manuel pudo comprobar cómo Eric se subía a un coche. Cuando el vehículo
pasó por su lado, se percató de quién lo conducía. Era Lucas, el hermano de
Claudia.
¿Lucas? ¿El hermano de
Claudia? –Preguntó desconcertado Óscar en la puerta de su casa, después de que
Manuel apareciese allí.
¡Sí! ¡Te lo juro! Yo me
quedé igual, no sé de qué va todo esto, ni siquiera sabía que pertenecía a su
círculo de amigos. –Dijo Manuel.
Espera un momento, ¿se puede
saber qué hacías tú con Eric? –Le preguntó.
Ayer vi cómo la madre
de Mario le daba algo frente al bar de Juan. Hoy volví a pasar por allí a la
misma hora para matar la curiosidad y al verlo de nuevo en el mismo lugar, le
amenacé con ir a la policía si no me decía de qué iba todo. –Comentó.
¿Y lograste que
confesara? –Preguntó Óscar.
Tú qué crees…-Se acercó
a él y después echar un vistazo, en un tono más bajo dijo- Resulta que la madre
de Mario le paga una suma de dinero después de haberle retirado los cargos.
Entonces, si Mario está
en libertad no fue por arrepentimiento de Eric ni mucho menos, sino porque la
madre y él habían acordado un precio para que Mario disfrute de su libertad. –Dijo
Óscar sombrado.
¡Exactamente! –Dijo Manuel.
En seguida un carraspeo
llamó la atención de ambos.
¿Interrumpo algo? –Pregunto
Mario.
¡No, nada! –Dijeron serios
los dos.
Los tres estaban frente
a la que parecía ser la dirección que el bibliotecario les dio.
¿Es aquí? –Preguntó Mario.
Eso parece –Dijo Óscar.
Manuel se apresuró a tocar
el timbre. De inmediato, se abrió un poco la puerta y unos diminutos ojos
miedosos se veían por los ocho centímetros –aproximadamente- en los que la
puerta estaba abierta. Cerró la puerta, retiró la cadena, abrió y les invitó a
pasar. En el salón de su hogar se creó un ambiente un tanto incómodo. Ninguno
hablaba. El bibliotecario les miraba y no decía nada.
¿Podría explicarme cómo
es posible que usted esté vivo y por qué motivo fingió su muerte? –Preguntó Manuel.
Es complicado… Digamos
que fui amenazado y me vi obligado a abandonar mi trabajo. Para que esa amenaza
dejase de creer que soy un obstáculo robé un cadáver del cementerio y con ayuda
de un médico que por dinero es capaz de hacer cualquier cosa, falsificó su
ficha dental por una similar a la mía y como el rostro del cadáver estaba
irreconocible, ni se molestaron en investigar…-Dijo y le dio un periódico con
la noticia de un cadáver desaparecido.
¿Quién le amenazó? –Preguntó
Mario.
No lo sé. Pero sólo
puedo deciros que tenéis que tener cuidado, no es humano por mucho que lo
aparente. –Dijo.
¿Por qué íbamos a
creerte? –Replicó Manuel.
Manuel, ¡nos está
ayudando! –Dijo Óscar.
Sí, claro, ¿nos ayuda
diciendo que se fue porque su vida corría peligro y ni siquiera sabe quién es
su verdugo? Anda y que vaya a Disney con ese cuento…-Gritó.
Más bien, debéis
plantearos quiénes son vuestros amigos…-Expresó.
¿Qué? ¿Perdona? ¿Insinúas
que yo tengo que ver algo en esto? –Preguntó Manuel levantándose ante él.
No sé, explica tú esto –Sacó
su móvil y de pronto los tres chicos pudieron ver a Manuel y a José bailando en
la cita del día anterior.
¡No puede ser! –dice Mario.
¿Y esto? –Pregunta Óscar.
Chicos, le estaba
quitando el colgante, lo que desde ese plano no se percibe. ¡Os está volviendo
en mi contra! –Dijo.
Aquí lo que parece, es
que el tío que puede estar relacionado con todo el tema de este diario y tú se
están besando. ¿No te das cuenta? –Le recrimina Mario.
Si preferís creer a
alguien que muestra un vídeo en el móvil que supuestamente nadie tenía por qué
tener, ya que no había nadie más allí, allá ustedes, porque yo abandono todo
este tema del diario. ¡Estoy harto! ¡Es de locos! ¿Por qué iba a quitarle el
colgante a José si estuviese loquito por él? Si fuese así se lo preguntaría. –Se
fue.
¿Cómo has obtenido ese
vídeo? –Preguntó Óscar.
Me lo han enviado esta
mañana desde oculto. –Dijo.
¿Y por qué has dado por
supuesto que se trataba de algo sospechoso? -Preguntó Óscar desconfiado.
¿Por qué se relaciona
vuestro amigo con el poseedor del colgante que supone el talón de Aquiles del
autor del diario? -Respondió inmediatamente.
Mario y Óscar se
miraron. Cuando estaban saliendo de la casa, el bibliotecario cogió del brazo a
Mario.
Escucha, sé que ahora
es difícil de comprender, pero recuerda, nada es lo que parece ser. Pensad –Y en
la mano le pudo un papel arrugado y le trancó la puerta de su casa en las
narices.
Mario llegó a su casa y
al pasar por el salón, su madre rápidamente se levantó y acudió a él.
¡Hijo! Mira quién ha
venido a verte…-Dijo mostrándole a una chica rubia de ojos azules y piel pálida
que estaba de pie tras su madre.
¡Jennifer! Cuánto
tiempo. –La saludó.
Bueno, pasaba por aquí,
ya que a partir de mañana seremos compañeros de reparto en la serie. –Dijo.
¿En serio? ¡Joder!
Tenemos que ponernos al día, tengo mucho que contarte.- Comentó.
Estoy deseándolo- dijo
ella.
Y los dos salieron a la
terraza mientras la madre de Mario les contemplaba. Su marido no tardó en
aparecer.
Cariño, ¿no tendrás
algo que ver con que esa chica volviese verdad?- Preguntó.
Digamos que la
recomendé para uno de los papeles principales. –El marido la miró algo confuso-
No me mires así, piensa que donde hubo fuego, cenizas quedan. Ella le recordará
que él está hecho para formar una familia junto a una mujer. Han pasado tres
años desde que trabajaron juntos en aquella serie, pero si sintieron algo los
dos, en pocos días lo recordarán. Como suele decirse: El primer amor nunca se
olvida…-Confesó.
Por su parte, Óscar se
disponía a entrar en su casa cuando una sombre detrás de él le interrumpió.
¡Hola! –Dijo Claudia.
¡Hola! –Dijo Óscar. -¿Te
encuentras bien? –Preguntó.
¡He recordado! –Dijo bajándole
las lágrimas por los ojos.
¿Qué? ¿Qué has
recordado? –Preguntó.
Estaba de camino a casa
cuando en la calle escuché a unas niñas saltando la comba y de repente me vino
a la mente una especie de trabalenguas o de adivinanza que decía: “Un, dos,
tres… ¡Ojos que te ven! Cuatro, cinco,
seis… ¡No lo descubriréis! Siete, ocho, nueve… ¡La sombra se mueve!”. También
recuerdo todo lo relacionado con el diario. –Respondió.
¿Y relacionado con
Eric? –Preguntó Óscar.
Ella sacudió la cabeza
hacia los lados.
Pero he sabido algo. ¿Es
cierto que el día del accidente, tú y yo habíamos empezado a ser pareja? –Preguntó
Claudia.
Él, Óscar, asintió.
Eric y yo lo hemos
dejado. –Le enseñó la mano y en lugar del anillo que Eric le había dado, ella
llevaba puesto la anilla de la botella de agua que él le había dado aquella
tarde en la Plaza del Obradoiro.
¿Lo recuerdas? –Preguntó
desconcertado.
Perfectamente. –Contestó.
Se abalanzó sobre él y
no esperó a que él tomase la iniciativa, le besó y le besó como si el mundo se
acabase para los dos.
¡Te quiero! –Dijo
Claudia.
¡Y yo a ti! –Dijo Óscar.
Óscar abrió la puerta y
la cerró. La cogió en brazos, subió a su habitación y muy lentamente la puso en
su cama.
¿Qué libro te apetece
que te lea? –Preguntó Óscar frente a la estantería.
Claudia se levantó le
agarró su torso, le quitó la camiseta y poco a poco le fue besando la espalda.
Claudia, yo…-Comenzó a
decir.
Le mandó a callar y le
besó.
Escribamos nuestra
propia historia…-Le susurró.
Él se dio la vuelta. Le
colocó el pelo y la besó.
Desesperadamente le quitó su camisilla lila y su falda mientras ella a él le dejaba sin sus pantalones quedando los dos
en paños menores.
Óscar encendió
rápidamente las velas aromáticas de su cuarto y se disponía apagar la luz cuando Claudia se
lo impidió.
Llevo mucho tiempo
atrapada en la oscuridad. Sólo me apetece verte...Sentirte...Que seamos uno –Le dijo
rodeándole con sus brazos y él, decidió dejar la ventana abierta, para que la
luna llena fuese testigo de cómo dos grandes amigos, pueden convertirse en algo
más que eso.
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