lunes, 27 de agosto de 2012

Capítulo 15: Mi primera vez (Parte I)



Dicen que en esta vida, para todo hay una primera vez. Siempre hay una primera vez para decepcionarnos, para aprender, para sorprendernos y para entregarnos al amor. No sabemos cuándo se producirá ese momento, pero habrá que estar preparados. Dejarse llevar siempre suele ser la solución. No hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años dure.

Óscar, Mario y Manuel estaban sentados en una mesa de la cafetería del Hospital  mientras Claudia hacía compañía a su madre. Manuel rompió el momento de silencio que plagaba la zona.

¿Me podéis explicar con calma, cómo es que el bibliotecario está vivo? –Miró a Óscar y continuó- ¿No se supone que tu padre dijo que habían hallado su cuerpo?

Nos lo encontramos en el tren para nuestra sorpresa. Pero al ver que le acorralamos y que allí no tenía escapatoria nos dijo que no podía hablar, pero nos dio una dirección para que fuésemos a visitarlo, que nos explicaba todo con detalles. Habrá sido un error de mi padre en ese caso, pero me extraña…-Le respondió- ¿Y tú qué? ¿Cómo te las arreglaste para que José no se diera cuenta de que le quitaste el colgante?

Un mago nunca revela sus trucos…-Dijo evitando las miradas de sus amigos.

Claudia irrumpió en la cafetería  y se sentó al lado de Óscar.

¿Qué tal está? –Preguntó Óscar.


Bien. Al parecer todo quedó en un susto. Van a dejar a mi madre otra noche más aquí para asegurarse de que está perfectamente. El doctor me dijo que tiene que comer más sano, evitar los disgustos y los sustos, ya que podría hacer que sufra otro infarto. –Le contestó Claudia.

Son buenas noticias ¿no? –Dijo Manuel. Las miradas de sus amigos se clavaron en él.- Pudo haber sido peor, no sé, digo yo.

¡Hermanita! –Dijo un chico de cabello corto castaño, ojos color miel y con un tupé de lo más original, que acababa de entrar en la cafetería y se dirigió a Claudia.

¿Lucas?  ¡Viniste! –Le abrazó, le soltó y le echó un vistazo a su hermano.- ¡Mírate! Estás más delgado…
¿Eres Claudia mi  hermana o estás poseída por el espíritu de nuestra cada vez que vengo? –Dijo en tono burlón.

Lucas, ellos son Mario, Manuel y a Óscar ya lo conoces. –Le dijo y él amablemente les saludó.

Chicos, nos vemos luego, ¿vale? Voy a aprovechar a ver mi madre con mi hermano. ¡Muchas gracias por venir! Significa mucho para mí. –Les comentó Claudia.

Para eso estamos ¿no? Cualquier cosa no dudes en llamarnos. –Se apresuró a responder Mario.

Claudia y su hermano, Lucas, abandonaron la cafetería. Los chicos pagaron sus cafés y Óscar con cara de desánimo fue al baño.

¿Qué le pasa a este? –Le preguntó Manuel a Mario.

¿Qué va a ser? ¡Claudia! Ha estado todo el viaje hablando de Eric esto, Eric lo otro, Eric, Eric, Eric… ¡Parecía un disco rayado! –Le contestó.

¿Ah sí? Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma –murmuró con una mirada seria.

¿Qué tramas? He visto esa cara antes y no me engañas.- Le dijo Mario.

Nada, puedes estar tranquilo que no tramo nada.

Al día siguiente, nuestros protagonistas estaban reunidos en el parque Montesol de picnic.

Desmemoriada, alcánzame un sándwich de atún, si es que recuerdas cuáles son, claro…-Dijo Manuel.

¿Qué gracioso? –Se lo alcanzó. –No creo que tu constante sarcasmo me ayuda a progresar.-Le espetó a Manuel.

Tampoco veo que tú querido Eric lo haga y sin embargo me callo como una puta, qué quieres que te diga…-Le respondió Manuel y da un mordisco al sándwich.

Todos le miran seriamente para que se dé cuenta de que el comentario estuvo fuera de lugar.

¿Qué? Al menos soy sincero. –Dice y continúa con el sándwich.

Oye, qué bueno que tú hermano esté aquí. –Le dice Mario a Claudia.

¡Sí! La verdad es que así los dos podemos estar más pendientes de nuestra madre ahora que mañana le dan el alta. –Contestó.-Chicos os agradezco que paséis conmigo el rato porque me ayuda a entretenerme y por otra parte porque me ayuda a recuperar la memoria, aunque de momento no avance.

Tiempo al tiempo, Claudia, son cosas que requieren de ello. –Le dice Óscar.

Sí. Por cierto, mirad o que Eric me regaló anoche –dice enseñando un anillo-, dice que es para que recuerde lo fuerte que es lo que siente por mí…

Óscar se levanta y empieza a alejarse. Manuel mira a Mario y le indica que vaya tras él con un gesto, quedándose Claudia y Manuel solos.

¿He dicho algo malo? –Preguntó.

¿Puedo ser sincero? –le dijo Manuel con un tono de suavidad y delicadeza que nunca había tenido anteriormente.

Sí, claro, adelante –Contestó.

¿De qué coño vas? –Ya perdió ese tono de delicadeza que ofreció al principio.

¿Cómo? –Dijo perpleja y desconcertada.

Sí, lo que oyes. ¿De qué coño vas? Pierdes la memoria en un accidente de tráfico que tu novio, Eric, provocó y se molestó en cargar con la culpa a Mario finalmente recuperando la cordura y retirando los cargos contra él después de que le pillasen en la grabación y estás todo el día diciendo lo fabuloso y gran novio que es cuando estuvo casi tres semanas sin ir a verte para saber cómo estabas. ¿De qué vas? –Le espetó Manuel.

Pero es mi novio, no el tuyo, métete en tus asuntos y dedícate a reconocer tus errores en vez de echárselos a los demás, al igual que hiciste con Mario, si es que de verdad ni te lo mereces…-Dijo Claudia.

Eso sí lo recuerdas ¿no? Pero eres incapaz de recordar que Eric y tú antes del accidente no erais pareja y que tu amistad con Óscar acabó en romance…-Claudia le mira sorprendida- Sí, los dos habíais empezado como pareja y va tienes el accidente. ¿Sabes lo doloroso que tiene ser esto para él? Todos los días hablando de Eric como si se tratase de un héroe o algo cuando en realidad ni se ha preocupado por ti. Madura, Mafalda, madura.

Claudia se levantó y se fue de allí.

Mario y Óscar vinieron.

¿Se ha ido? –Preguntó Mario.

Sí, al parecer tenía que ir a no sé qué cosa son su hermano, aunque me sonó a excusa después de que le explicase que mencionar a Eric provocaba una situación incómoda…-Respondió Manuel.

Los tres se sentaron sobre el mantel del picnic.

¿Te encuentras bien? Ya verás que al final volverá a ser quién era, es normal que tarde, nunca se sabe cuánto pueden durar estos casos. No desesperes –Le dijo Manuel a Óscar.

Ya. Ese es el problema, sé que hay que esperar, pero creo que ya me he cansado de ello…-Contestó.

Justo en frente de ellos, un mercedes negro acababa de aparcar. De él se baja una mujer vestida como si de una ejecutiva se tratase. Peinada perfectamente con su pelo moreno recogido y unas gafas oscuras que conjuntaban con su atuendo, se acercó a Mario.

Me dijo tu padre que te encontraría aquí y visto que no contestabas mis llamadas tenía que venir –Le dijo a Mario.

¡Perdón Caroline! Dejé mi móvil en el coche. ¿Qué pasó? ¿Qué tienes que decirme? –Le pregunta Mario.
Era para comunicarte que a partir de las 11:00 a.m. de mañana comienza el rodaje de PopStar y tú eres uno de sus protagonistas, así que tienes que estar allí. –Le comentó.

Pero ¿y mis clases en el Instituto? –Preguntó Manuel.

Tu padre ya nos hizo saber lo mucho que querías quitarte de encima el bachiller, así que hemos ajustado tus escenas  a tu horario. –Contestó.

De acuerdo, allí estaré. –Le dijo y la  mujer se va mirando de manera extraña y penetrante a Manuel.
¿PopStar? ¿Vas a participar en un reality? –Preguntó Óscar.

No. Se trata de la nueva serie musical que Telecinco está preparando y que Mario, aquí presente, será uno de sus personajes principales…-Dijo Manuel inmediatamente.

¿Tú cómo es que sabes tanto? –Preguntó Mario.

Porque José es tu coreógrafo y ayer me invitó a pasear por el instituto ficticio que tenéis como ambientación para la serie…-Respondió Manuel.

¿Y quién le ha dicho que puede estar ahí cuando le apetezca? A ver si hablo con la cadena para que se le acabe el chollo y deje de utilizar el set e rodaje como picadero…-Contestó Mario.

¿Qué? ¿Pero quién te has creído que soy  yo? Como picadero dice…Gracias a esa invitación, tenéis coreografía para un número de la serie y logré conseguir el colgante, así que no hables sin saber. –Le dijo Manuel.

Bueno, ¡se acabó chicos! Solucionad lo que tengáis que solucionar. –Mario y Manuel se quedaron mirando con cara de pocos amigos- Cambiando de tema, ¿qué hacemos ahora con el colgante? –Preguntó Óscar.

Es inútil si no tenemos el otro, ¿cierto? –Responde Mario.

Cierto –Dice Óscar.

Por qué no aprovechamos y vamos esta tarde a visitar al bibliotecario, tal vez nos sea de ayuda…-Propone Mario.

Por mí vale. ¿Tú qué dices Manuel? –Pregunta Óscar.

Sois mayoría, así que me jodo ¿no? –Responde.

Manuel de camino a su casa, vuelve a pasar por el lugar en el que el día anterior había visto a la madre de Mario dándole algo a Eric y pudo a ver a Eric caminando por la acera. Aparca y Manuel se baja, yendo a dar con él.

Lo empuja contra la pared y lo deja sorprendido.

¿Qué te pasa tío? –Le dice.

No, ¿qué te pasa a ti? –Le pregunta Manuel.

No sé de qué me estás hablando.- Responde.

¿No sabes? Yo creo que sí. ¿Qué es lo que la madre de Mario te da todos los días aquí? ¿No era que tú no conocías a su familia? –Le pregunta Manuel.

¡Apártate! –Empujó a Manuel.- No sé de qué me estás hablando…

De acuerdo, lo dirás en comisaría, yo me encargo de hacérselo saber.-Dijo Manuel.

¡Está bien! ¡Está bien! La madre de Mario me paga cada día una cantidad de dinero que acordó conmigo para que retirase los cargos en contra de su hijo…-Confesó.

¿Qué? ¿Y el vídeo que se mostró en el juicio? ¿No retiraste los cargos por eso? –Preguntó Manuel.

No. Ya había retirado los cargos la noche antes del juicio, pero aun así el la vista judicial estaba prevista para el día siguiente y se debía llevar a cabo, así que allí hice pública la retirada de los cargos. –Dijo Eric.- Ya tienes lo que querías, ahora déjame en paz.

Se alejó y en la distancia, Manuel pudo comprobar cómo Eric se subía a un coche. Cuando el vehículo pasó por su lado, se percató de quién lo conducía. Era Lucas, el hermano de Claudia.

¿Lucas? ¿El hermano de Claudia? –Preguntó desconcertado Óscar en la puerta de su casa, después de que Manuel apareciese allí.

¡Sí! ¡Te lo juro! Yo me quedé igual, no sé de qué va todo esto, ni siquiera sabía que pertenecía a su círculo de amigos. –Dijo Manuel.

Espera un momento, ¿se puede saber qué hacías tú con Eric? –Le preguntó.

Ayer vi cómo la madre de Mario le daba algo frente al bar de Juan. Hoy volví a pasar por allí a la misma hora para matar la curiosidad y al verlo de nuevo en el mismo lugar, le amenacé con ir a la policía si no me decía  de qué iba todo. –Comentó.

¿Y lograste que confesara? –Preguntó Óscar.

Tú qué crees…-Se acercó a él y después echar un vistazo, en un tono más bajo dijo- Resulta que la madre de Mario le paga una suma de dinero después de haberle retirado los cargos.

Entonces, si Mario está en libertad no fue por arrepentimiento de Eric ni mucho menos, sino porque la madre y él habían acordado un precio para que Mario disfrute de su libertad. –Dijo Óscar sombrado.

¡Exactamente! –Dijo Manuel.

En seguida un carraspeo llamó la atención de ambos.

¿Interrumpo algo? –Pregunto Mario.

¡No, nada! –Dijeron serios los dos.

Los tres estaban frente a la que parecía ser la dirección que el bibliotecario les dio.

¿Es aquí? –Preguntó Mario.

Eso parece –Dijo Óscar.

Manuel se apresuró a tocar el timbre. De inmediato, se abrió un poco la puerta y unos diminutos ojos miedosos se veían por los ocho centímetros –aproximadamente- en los que la puerta estaba abierta. Cerró la puerta, retiró la cadena, abrió y les invitó a pasar. En el salón de su hogar se creó un ambiente un tanto incómodo. Ninguno hablaba. El bibliotecario les miraba y no decía nada.

¿Podría explicarme cómo es posible que usted esté vivo y por qué motivo fingió su muerte? –Preguntó Manuel.

Es complicado… Digamos que fui amenazado y me vi obligado a abandonar mi trabajo. Para que esa amenaza dejase de creer que soy un obstáculo robé un cadáver del cementerio y con ayuda de un médico que por dinero es capaz de hacer cualquier cosa, falsificó su ficha dental por una similar a la mía y como el rostro del cadáver estaba irreconocible, ni se molestaron en investigar…-Dijo y le dio un periódico con la noticia de un cadáver desaparecido.

¿Quién le amenazó? –Preguntó Mario.

No lo sé. Pero sólo puedo deciros que tenéis que tener cuidado, no es humano por mucho que lo aparente. –Dijo.
¿Por qué íbamos a creerte? –Replicó Manuel.

Manuel, ¡nos está ayudando! –Dijo Óscar.

Sí, claro, ¿nos ayuda diciendo que se fue porque su vida corría peligro y ni siquiera sabe quién es su verdugo? Anda y que vaya a Disney con ese cuento…-Gritó.

Más bien, debéis plantearos quiénes son vuestros amigos…-Expresó.

¿Qué? ¿Perdona? ¿Insinúas que yo tengo que ver algo en esto? –Preguntó Manuel levantándose ante él.
No sé, explica tú esto –Sacó su móvil y de pronto los tres chicos pudieron ver a Manuel y a José bailando en la cita del día anterior.

¡No puede ser! –dice Mario.

¿Y esto? –Pregunta Óscar.

Chicos, le estaba quitando el colgante, lo que desde ese plano no se percibe. ¡Os está volviendo en mi contra! –Dijo.

Aquí lo que parece, es que el tío que puede estar relacionado con todo el tema de este diario y tú se están besando. ¿No te das cuenta? –Le recrimina Mario.

Si preferís creer a alguien que muestra un vídeo en el móvil que supuestamente nadie tenía por qué tener, ya que no había nadie más allí, allá ustedes, porque yo abandono todo este tema del diario. ¡Estoy harto! ¡Es de locos! ¿Por qué iba a quitarle el colgante a José si estuviese loquito por él? Si fuese así se lo preguntaría. –Se fue.

¿Cómo has obtenido ese vídeo? –Preguntó Óscar.

Me lo han enviado esta mañana desde oculto. –Dijo.

¿Y por qué has dado por supuesto que se trataba de algo sospechoso? -Preguntó Óscar desconfiado.

¿Por qué se relaciona vuestro amigo con el poseedor del colgante que supone el talón de Aquiles del autor del diario? -Respondió inmediatamente.

Mario y Óscar se miraron. Cuando estaban saliendo de la casa, el bibliotecario cogió del brazo a Mario.
Escucha, sé que ahora es difícil de comprender, pero recuerda, nada es lo que parece ser. Pensad –Y en la mano le pudo un papel arrugado y le trancó la puerta de su casa en las narices.

Mario llegó a su casa y al pasar por el salón, su madre rápidamente se levantó y acudió a él.

¡Hijo! Mira quién ha venido a verte…-Dijo mostrándole a una chica rubia de ojos azules y piel pálida que estaba de pie tras su madre.

¡Jennifer! Cuánto tiempo. –La saludó.

Bueno, pasaba por aquí, ya que a partir de mañana seremos compañeros de reparto en la serie. –Dijo.

¿En serio? ¡Joder! Tenemos que ponernos al día, tengo mucho que contarte.- Comentó.

Estoy deseándolo- dijo ella.

Y los dos salieron a la terraza mientras la madre de Mario les contemplaba. Su marido no tardó en aparecer.
Cariño, ¿no tendrás algo que ver con que esa chica volviese verdad?- Preguntó.

Digamos que la recomendé para uno de los papeles principales. –El marido la miró algo confuso- No me mires así, piensa que donde hubo fuego, cenizas quedan. Ella le recordará que él está hecho para formar una familia junto a una mujer. Han pasado tres años desde que trabajaron juntos en aquella serie, pero si sintieron algo los dos, en pocos días lo recordarán. Como suele decirse: El primer amor nunca se olvida…-Confesó.

Por su parte, Óscar se disponía a entrar en su casa cuando una sombre detrás de él le interrumpió.

¡Hola! –Dijo Claudia.

¡Hola! –Dijo Óscar. -¿Te encuentras bien? –Preguntó.

¡He recordado! –Dijo bajándole las lágrimas por los ojos.

¿Qué? ¿Qué has recordado? –Preguntó.

Estaba de camino a casa cuando en la calle escuché a unas niñas saltando la comba y de repente me vino a la mente una especie de trabalenguas o de adivinanza que decía: “Un, dos, tres… ¡Ojos que te ven!  Cuatro, cinco, seis… ¡No lo descubriréis! Siete, ocho, nueve… ¡La sombra se mueve!”. También recuerdo todo lo relacionado con el diario. –Respondió.

¿Y relacionado con Eric? –Preguntó Óscar.

Ella sacudió la cabeza hacia los lados.

Pero he sabido algo. ¿Es cierto que el día del accidente, tú y yo habíamos empezado a ser pareja? –Preguntó Claudia.

Él, Óscar, asintió.

Eric y yo lo hemos dejado. –Le enseñó la mano y en lugar del anillo que Eric le había dado, ella llevaba puesto la anilla de la botella de agua que él le había dado aquella tarde en la Plaza del Obradoiro.

¿Lo recuerdas? –Preguntó desconcertado.

Perfectamente. –Contestó.

Se abalanzó sobre él y no esperó a que él tomase la iniciativa, le besó y le besó como si el mundo se acabase para los dos.

¡Te quiero! –Dijo Claudia.

¡Y yo a ti! –Dijo Óscar.

Óscar abrió la puerta y la cerró. La cogió en brazos, subió a su habitación y muy lentamente la puso en su cama.

¿Qué libro te apetece que te lea? –Preguntó Óscar frente a la estantería.

Claudia se levantó le agarró su torso, le quitó la camiseta y poco a poco le fue besando la espalda.
Claudia, yo…-Comenzó a decir.

Le mandó a callar y le besó.

Escribamos nuestra propia historia…-Le susurró.

Él se dio la vuelta. Le colocó el pelo y  la besó. Desesperadamente le quitó su camisilla lila y  su falda mientras  ella a él  le dejaba sin sus pantalones quedando los dos en paños menores.

Óscar encendió rápidamente las velas aromáticas de su cuarto  y se disponía apagar la luz cuando Claudia se lo impidió.

Llevo mucho tiempo atrapada en la oscuridad. Sólo me apetece verte...Sentirte...Que seamos uno –Le dijo rodeándole con sus brazos y él, decidió dejar la ventana abierta, para que la luna llena fuese testigo de cómo dos grandes amigos, pueden convertirse en algo más que eso. 

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