martes, 26 de junio de 2012

Capítulo 5: La noche en que cambió mi suerte



Mi vida es un completo caos. ¿Conocéis la teoría científica del caos? Hay varias versiones, pero con la que deberíais quedaros es con esta que ofrezco a continuación. Se dice que si una mariposa bate sus alas en un extremo del mundo, el aire que remueve al llegar al extremo opuesto, ocasiona un caos. Esa es mi vida.
Para empezar, vine a este mundo junto a mi hermano gemelo que no alcanzó ni los tres años de vida al caerse en la piscina de casa y ahogarse mientras yo dormía. Nunca he podido perdonarme por ello. Después de eso, mi madre no podía ni mirarme a los ojos, le recordaba a él, a Gabriel. Cansado de hacer de todo para que mi madre me demostrase el afecto que necesitaba que me diese, me puse un día la ropa de mi difunto hermano y fue la primera vez que me miró a los ojos después de su muerte. Reaccionó, pero lo peor vino después. 

Con nueve años recién cumplidos –todavía no asimilo lo que me pasó a esa edad- mi madre descubrió que sus llegadas tarde de la oficina no se debían al trabajo. Mi padre tenía una aventura. Mi madre recayó de nuevo en una profunda depresión. Se enganchó al alcohol y a los Servicios Sociales no les quedó quedó más remedio que acabar metiéndola en un Centro de Desintoxicación. Siempre que puedo voy a visitarla. Espero que vuelva a mirarme a los ojos como aquella vez. Yo  gracias a mi tío Isaac pude salir adelante. Él me acogió en su casa, aunque no pudo reemplazarles. Hasta los doce años, que tuve que aprender a valérmelas por mí mismo, pues se fue de viaje con su prometida y a día de hoy, no ha venido de Holanda, pero se encarga de que no me falte nada y me manda dinero siempre. Me vi obligado a madurar a una temprana edad. De mi padre a día de hoy no sé absolutamente nada. Escapó en cuanto pudo y ni se ha preocupado por el hijo que tiene. Sin embargo tengo un vago recuerdo de una vago recuerdo de una vez que estaba en el coche con él y se bajó a hablar con una mujer. Aunque creyese que no me di cuenta, noté algo entre ellos, solo que era más pequeño y no pensé de ese modo. Jamás olvidaré el rostro de esa mujer que se metió con un hombre casado. En cuanto vi cómo esa aventura ocasionó que me criase con un padre y que hundiera más en la miseria a mi madre, juré que me encargaría de hacerle pagar a esa mujer por haber desestructurado mi familia y mi vida.

Sí, esa es mi vida. Un completo caos. Pero eso no es todo. Eso fue el comienzo. Para muchos niños el colegio es un lugar de ocio y entretenimiento lleno de diversión. Para mí un suplicio. Los demás niños se metían conmigo porque no veía las cosas del mismo modo que ellos. Me trataban como si fuera un bicho malo. Me hicieron el vacío mucho tiempo. Crecí así. La única amistad que tengo, es la mi ‘alter ego’.  Siempre se han metido conmigo, hasta que llegué al instituto y por fin, pude respirar a mi bola. Sé que no caigo bien. Pero al menos no tengo que aguantar sus humillaciones. Adquirí un gran y monumental  carácter. Soy vengativo. Y tengo a cualquiera en el punto de mira. Todo lo que me ha pasado ha creado esto, una persona cabreada por todo lo que le ha pasado. Sé que está mal, pero me descargo metiéndome con quienes quiera. Un ejemplo de ello es Claudia. Me comporto con ella como un cabroncete, pero no es que me caiga mal ni mucho menos, sino que disfruto –aunque no satisfactoriamente después de meditarlo ya que eso no cambia mi vida- haciéndole su vida un poco imposible  aunque solo sea por un instante o aunque solo sea un cotilleo que le hiera un poco. Lo bueno es que yo sé que ella no se lo toma a pecho. Estoy cabreado con todo el mundo. No sé qué es lo que he hecho para que me suceda todo esto. ¿Pero cuándo será el día en que tenga derecho a vivir de verdad? Tengo dieciséis años y estoy cansado. Cansado de ir contra los demás, de luchar contra viento y marea. Yo sólo quiero ser real y sentir el mundo igual que los demás lo sienten. He sido invisible todo este tiempo. Para todo el mundo. Es como si yo no inspirase confianza -aunque creo que tampoco es que mi actitud ayude mucho, en realidad. No sé qué será de mí cuando acabe el instituto. Lo que sí espero que para ello, mis esperanzas se vean al fin cumplidas.

Pero bueno, que más dará tu vida Manuel… No es relevante. Siento que hay algo en  mi interior que desea salir, solo que no dejo expresarlo. En fin, será que algunos nacen con estrellas mientras que otros nacen estrellados ¿no? El miércoles fui a clase, tenía que devolver el libro de Relatos Breves de Edgar Allan Poe. Lo devolví, pero me pareció extraño que hubiesen reemplazado al bibliotecario por un chico un poco más joven y, a mi parecer, creo que más inexperto. No era el de siempre. Fui a coger un libro de Stephen King y yendo para ese pasillo, me encontré a la estrellita del aula, Mario, en el mismo pasillo y estante en el que estaba el otro día Claudia. No pude evitar que me entrase la curiosidad. Como el estante y el pasillo de los libros de Stephen King quedaban justo detrás. Vi cómo metía una caja un tanto desgastada en el último estante de ese mobiliario. Miró a su alrededor y se fue al instante. Yo, curioso, me acerqué a ver qué era lo que había dejado.  Al sacarlo, comprobé que se trataba de la misma caja desgastada que vi a Claudia llevándose de la biblioteca sin registrar. Abrí la caja y había un diario con aspecto de estar estropeado y un par de páginas sueltas como pude corroborar.

Al nadie verme, salí de allí tal y como pude con esa caja en manos. Rápidamente la guardé en  mi coche y volví a clase. No paraba de pensar qué interés podían tener en eso. Pero será cuestión de averiguar. De todos modos si se trata de algo importante tendré que hacer saltar la alarma. Así que la mejor manera de hacerlo era acercándome a Claudia y dar un chivatazo. Al entrar en el aula estaba ella con Óscar, así que me acerqué directamente, demostré la actitud mía de siempre y puse cara de serio. Nada más estar allí les solté que había visto a Mario dejando la misma caja que ella robó y para darme por no enterado lo disimulé diciendo que la cleptomanía tiene cura, así no sospecharía de mi actitud.

Salieron del aula como si de algo serio se tratase. Así que no pude evitar curiosear. Les seguí y vi cómo Manuel casi lo deja hecho una pegatina en plena pared. Al parecer todo estaba relacionado con ese diario. Mario se lo había robado. No pude evitar que mis labios dibujasen una sonrisa al ver lo que había provocado. Está mal, pero lo siento, así las horas se me pasan deprisa. Lo que no me esperaba es que al estar en el baño Mario, en plena actitud agresiva, me tirase contra el suelo. Arrodillado con su mirada fijada en la mía y  un rostro que acababa de conocer, sentí miedo por primera vez, pero no me achanté.
¡Eres un maldito chivato! –me dijo.

Debes salir de la fase de negación en la que estás. La cleptomanía tiene cura. ¡Supera esa fase y todo será mejor para ti! – se me ocurrió decir. Le di una patada y me levanté- ¡Qué sea la última vez que te acercas a mí por la espalda y me haces esto! No sabes con quién estás hablando, estrellita de la tele…

Deberías meterte en tus asuntos y dejar de entrometerte en las vidas ajenas –continuó.

Escúchame, creo que no eres el más indicado si andas robando objetos que no te pertenecen –le espeté- ¿Tuviste que ver alguna película o algo para aprender a entrar en las casas sin hacer algún ruido? Creo que tendré que poner alarma por si entras a la mía. Bueno, no creo que tenga algo que te importe, ¿no Julián Muñóz?

Sabes qué, creo saber cuál es el motivo por el que te pasas los 365 días del año en plena guerra contigo mismo y de mala leche con todo el mundo…-me dijo.

¿Ah sí? ¡Sorpréndeme! – le dije a la vez que soltaba una carcajada.

Creo que tu vida es tan miserable que no sabes cómo hacerla más interesante. No tienes amigos. Nadie que te quiera- me soltó inmediatamente cuando estaba a punto de salir del baño y me paralizó al ponerme contra la pared. Nunca me había fijado en su cara hasta ese momento, lo tenía tan cerca…- Sabes, creo que te escondes bajo esa fachada de chico malo tan solo para compensar que los sentimientos que reprimes y ocultas podrían ser objeto de vejaciones y burlas.

¡Qué sabrás tú!- le dije mirándolo e intentando escaparme entre sus brazos- ¡Suéltame! ¡Suéltame! –Le empujé y el baño del instituto se convirtió en nuestro campo de batalla.

No tardó mucho en que los dos estuviésemos sentados en el despacho del director. Soy un imán para la mala suerte. Tengo que pasar toda la tarde castigado limpiando las zonas comunes, jardines y demás. Me da que soy como un gato negro. Sí, tuve que aguantarle para colmo.

Estábamos en uno de los jardines del instituto limpiando el césped de la basura que los estudiantes dejan y quitando chicles de las paredes y el suelo.

¡Esto es tú culpa! – le eché en cara.

Yo no fui quién empezó con los empujoncitos. Mejor admitieras la verdad. Te dolió que diera en clavo al definirte…-dijo consiguiendo irritarme.

Lo tuyo es serio. Creo que tienes principios de Alzheimer. ¡Tú fuiste quién empezó atacando por la espalda! –le dije.

¡Porque tú te metiste en lo que no te incumbe! –gritó.

Pero al menos soy sincero y les digo la verdad, algo que tú te molestaste en ocultar –pronuncié. Creo que esas palabras le dolieron. Continuamos limpiando la zona. Ninguno nos soportábamos más tiempo.

Sin embargo, por la noche, ya estábamos a punto de acabar en el aula de arte cuando las luces empezaron a parpadear y nos quedamos a oscuras.

¿Qué fue lo hiciste ahora? – me soltó.

¿Por qué insinúas que yo tuve algo que ver con que se fuera la luz? Yo no soy el mal actor al que echaron de una serie. Mira a ver de quién pude ser el fallo…-le dije.

¿No lo ves? ¡Siempre estás a la defensiva! –me dijo. Me tenía harto.

¡Calla y vámonos de aquí! –le corté.

Alumbra con tu iPhone –me dijo.

¿Cómo sabes que tengo un iPhone? ¿Has entrado a mi casa a robar? ¡Mañana pongo la alarma! –dije yo.

Colisioné contra tu coche, ¿recuerdas? –me dijo con tono de cansancio.

Los dos íbamos por el pasillo. Poco a poco caminando y oíamos un leve ruido de fondo. A parte nuestra respiración oíamos una especie de ruido. No sabría definirlo exactamente. No podía verle la cara a Mario, pero creo que él estaba igual que yo. Mi corazón comenzó a acelerarse a medida que avanzábamos. Me sentí aliviado cuando me tomó de la mano. Hice un esfuerzo por ver su rostro en la oscuridad, pero solo veía su silueta. La luz volvió de repente. Estábamos frente a un aula. Nos saltamos las manos y  carraspeé. El ruido provenía de él. Al mirar por el cristal de la puerta los dos nos miramos y echamos de nuevo un vistazo para saber que nuestros ojos no nos estaban engañando.  Nuestra tutora, Valeria Gómez, estaba demasiado ocupada con un alumno, pero de la manera que os estaréis imaginando con su lengua en la yugular de…Un momento… ¿Eric? ¿El novio de Claudia? ¡Es demasiado fuerte!

Salimos de allí sin hacer ruido. Perdí a Mario de vista en el pasillo y yo seguí a mi coche. Arranqué y me fui del instituto. Ya era demasiado por hoy. Yendo por la carretera en mi coche, miré al asiento de al lado y observé cómo la luz de la luna iluminaba la caja en la que el diario estaba dentro. Así que después de un día agotador, creo que ya iba siendo hora de hacer algo bueno. Me paré y di la vuelta con el coche al instituto. Voy a darle a Mario en persona de nuevo el diario.

Aparcando fuera de allí, vi dos personas en el césped de la parte trasera del edificio, que conectaba tanto con el campo de fútbol como con el bosque. Uno se fue inmediatamente y otro se adentraba en el bosque. Así que salí lo más rápidamente posible del coche y le seguí.

Intenté hacer el menos ruido posible por el bosque, pero siempre pisaba algo que me delataba. Sentí que corrían por allí y vi una silueta acercándose. No lo dudé y me eché a correr. Llegué al borde del límite del bosque y frené. Abajo había una especie de barranco o algo similar. Al girarme y mirar de nuevo, Mario estaba frente a mí. Del susto le agarré de la camisa y los dos caímos rodando. Sentí un fuerte golpe contra algo sólido, muy duro. No recuerdo más de ese momento.

Abrí los ojos al rato. Mario estaba a mi lado sentado y tenía la camisa un poco manchada de sangre.

¡Al fin despiertas! Te diste un fuerte golpe contra aquella roca. Te moví hasta aquí y me senté a esperar si despertabas. No sé cómo podremos subir hasta ahí arriba. ¿Mira eso no es agua? –me dijo.

¡Sí! Pero, ¿estará lo suficiente limpia cómo para limpiar mi herida de la frente? –le comenté.

Se acercó y miró. Iluminó ese charco con su móvil. Empezó a meterse y era profundo. Le llegaba a la cintura. Tengo la impresión de que no es un charco. Era un lago. El famoso lago en el que muchos del instituto se montaban muchos de sus botellones –que lo he visto en Tuenti- Salió y me dijo que debía lavarme la herida. Estaba sucio también. Tenía arena en todo el cuerpo. Necesitaba poder lavarme de cuerpo entero. No sabría decir por dónde poder salir de aquí.

Mientras fui adentrándome en el agua, le miré. Y él se estaba quitando la camisa. Con el agua empezó a frotarse un costado. Se veía bien. Pero, ¿qué estoy diciendo?  Es Mario. Somos como el perro y el gato. No podemos. No puedo. Le di la espalda y me quité mi camisa también y la mojé pasándola por mi frente. Mire disimuladamente sin girar la cabeza hacia él. Me estaba mirando. Volví a lo mío. Me quité los pantalones y los calzoncillos para poder quitarme la arena del cuerpo. Los tiré a la superficie. Y nadé al fondo. Vi cómo él hacía lo mismo. Le vi su torso al desnudo –gracias a Dios- Sólo espero que no salga del agua. No tengo ganas de ver miserias…

Tuvimos un encontronazo nadando y empezó a salpicarme. Estaba cabreado pero se me fue todo el mal que sentía.

¡Tenías razón! -asumí.

¿Qué? –me preguntó algo desconcertado.

Verás, cuando hoy me dijiste que estoy cabreado siempre y que la cargo con todo el mundo… ¡Tenías razón! –No sabía por dónde empezar, pero lo hice después de sacar el valor suficiente- Yo…yo quiero a los chicos tal y cómo se supone que debería querer a las chicas. Por miedo a expresarlo y por muchas más cosas que me han marcado, actúo como un imbécil.

Me parecía una situación de lo más surrealista. Bajo la luz de la luna llena. Nuestras miradas se cruzaron. Su mano tocó mi rostro. Acaricié el suyo y me besó. No supe qué hacer. Pero le correspondí. Sentí el contacto con su cuerpo de la humedad fría de ese lago. Le rodeé con mis brazos su cuello. Pero no quería enamorarme. Hay algo mal en mí. Apoyamos nuestras cabezas sobre el hombro del otro y nos abrazamos. Mario. ¿Quién lo diría? Salimos del agua y nos vestimos.

Después de ese momento sacado de una novela de Sherrilyn Kenyon, encontramos la salida de allí. Me subí al coche. Y le miré. Él me miró y sonrió. Se apoyó en la ventanilla cuando bajé el cristal y me rompió ese silencio incómodo.

Hablaremos ¿verdad? –me dijo.

No soy un chico fácil –le contesté.

No me diste a entender eso allí debajo –respondió con una sonrisa. Pero de repente miró para el sillón de copiloto y se exaltó – ¿Qué haces tú con eso?

Verás, esta mañana vi cómo lo dejabas en la biblioteca y, tal vez me metí donde no me importa, pero lo cogí y quería devolvértelo – le dije tenso. Se lo di y volvió a sonreír.

¡Hasta mañana! –le dije.

¿No me das un beso de buenas noches? –me suplicó con la caja en sus manos.

¡Hasta mañana! –volví a decir. Arranqué el coche y me fui de allí con la sensación de que era feliz por primera vez.

¿He dicho ya que soy un imán para los problemas? Al salir de casa a la mañana siguiente para ir a clase, tenía a un grupo de periodistas de diferentes medios de comunicación en la entrada de la casa –incluso la televisión. Así fue cómo me enteré de que hoy era portada en la prensa y tema de actualidad en el corazón, el famoso beso en el lago de la noche anterior con Mario. Tendría que ser fuerte, aguantar ese estilo de vida y las barbaridades no contrastadas que dirían.  Si es que no me canso, claro…


2 comentarios:

  1. Qué fuerte!!!! Mario y Manuel!! Bueno, se veía venir... el chico este necesitaba decirse la verdad a sí mismo. Pero espera, ¿los pillaron? ¿cómo??

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    1. El capítulo cuatro terminó en que Mario iba al bosque siguiendo unas huellas. Mario y Manuel coincidieron en el bosque como pudiste ver en el quinto, pero con lo de la caída y el lago, se olvidaron de lo importante, que la persona que estaba en la biblioteca deambulaba por el bosque. Además de otra persona que descubriremos en el sexto.

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