La luz de la luna es lo
único que ilumina mi dormitorio. Estoy en pantalones cortos y camisilla para
dormir. Llevo también el pelo suelto, es mucho más cómodo. Estoy boca arriba en
mi cama. No paro de mirar al techo de la habitación. No paraba de pensar en
Óscar. Fui muy caballeroso hoy conmigo al dejarme su camiseta. Creo que hoy
conocí la faceta suya que tantas ganas tenía yo de saber. Me da la sensación de
que empiezo a verlo con otros ojos, pero no debo hacerle esto a Eric. Se ha
portado muy bien conmigo y no puedo dejarlo así como así. Tal vez sea una
pequeña atracción después de un par de días sin vernos. Incluso he dejado de
pensar en la llamada que le hicieron a mi madre para decirle que había robado
el diario de la biblioteca. No entiendo por qué nos hacen esto si Mario se
encargó de devolver el diario. Es extraño…
Me pongo de lado
mirando hacia la izquierda y a través de la ventana contemplo la belleza de una
noche estrellada. Me levanto hacia el escritorio y cojo el portarretrato que
tengo con la fotografía mía y de Óscar en mi pasado cumpleaños. Yo sonreía y
tenía la cara llena de tarta. Con mi mano estaba manchándole su rostro con la
nata de la tarta. Él no paraba de sonreír. Tenía los ojos cerrados mientras que
los míos reflejaban felicidad. Adoraba esa foto. Así que me dirijo con ella
hacia la cama. Me abrigo y mirando la luna, abrazo la fotografía hasta que me
quedé frita.
Un sol radiante no
paraba de incordiar sobre el lugar en el que habíamos decidido Óscar, Mario y
yo sentarnos en el césped el día siguiente a ese miércoles de infarto. Mario
parecía feliz. Tenía algo que le diferenciaba del famoso actor que se incorporó
hace dos días al instituto.
¿A qué se debe tu
dicha, Mario? –le pregunté curiosa.
Mirad lo que traigo –cogió
la mochila y de ella sacó la caja con el diario. La abrió y lo sacó.
¿Cómo lo has
conseguido? –le preguntó Óscar sin pestañear al mirarle detenidamente.
Veréis, anoche cuando
fui al bosque me pareció algo que aún no me lo creo –dijo.
¡Venga, desembucha! –levantó
la voz Óscar. Después de que le mirásemos extrañados por su grito repentino,
volvió a hablar -¿Qué pasa? Es que no puedo con tanta intriga…
Anda, continúa –le cedí
la palabra.
Creo que me estoy
enamorando de…-mantuvo una larga pausa.
¿De quién? –interrumpió
Óscar. Le volvimos a mirar, pero esta vez un poco más amenazante –De acuerdo,
me callo.
Nunca imaginé que
podría sentirme atraído por alguien cómo esa persona. Creo que ha sido el
constante conflicto que ha habido entre nosotros o algo, pero lo que importa es
que ha hecho que resulte atractiva para mis ojos…-dijo.
Bueno, ¿vas a decirnos
de quién ya o qué? –Ahora los dos se quedaron mirándome extrañados por mi tono
de voz exasperado en ese instante, así que sonreí y lo cambié- Cuenta Mario,
sabes que esa persona si es de tu confianza, es de la nuestra – le dije.
Entonces Manuel
apareció de la nada y empezó a discutir con Mario.
¡Hola! ¿Cómo estás? –le
saludó agradablemente a Manuel.
Bueno, teniendo en
cuenta que acabo de llegar después de que un centenar de periodistas no dejan
de acosarme como si yo fuese Piqué o Shakira, o en el peor de los casos, Íker y
Sarah Carbonero, bien, ¡gracias! –dijo irónicamente.
¿Qué te ocurre? –Entonces
Mario hizo un inciso en esa discusión absurda de la que yo ni Óscar no
entendíamos ni pipa y tras varias miradas nuestras, Mario soltó prenda- Él es
la persona de la que les hablaba.
¿Qué? –Alzamos la voz
Óscar y yo a la vez y nos levantamos sincronizados también.
Manuel le tiró un
periódico a Mario. Óscar y yo nos acercamos para ver de qué se trataba. ¡Oh
Dios mío! Los dos salían en la portaba. Estaban besándose en plena noche en un
lago – si no me equivoco.
Pero ¿qué? –Dijo Mario-
allí sólo estábamos tú y yo. ¡No tiene ningún sentido!
Así que vosotros dos,
sois… ¿pareja? – Expresó Óscar asombrado- ¡Vaya! Quién lo diría…
¿Él? ¿Hablas enserio? –dije
yo.
Chicos, deberíamos
incluirlo en todo el tema del diario, él fue quién me lo devolvió anoche –respondió.
¡Ni de coña! –le contesté.
En primer lugar, tú
fideo viviente, si tienes algún problema con los homosexuales dilo que yo no
necesito que me defiendan, sé defenderme solito, no sé si tú podrías decir lo
mismo estando siempre en compañía de Claudia, tu buldog –le dijo Manuel a
Óscar- Y no, no somos pareja –Mario alzó la vista hacia él sorprendido- Y en
cuanto a ti, Mafalda –se dirigió a mí- no quiero ser de vuestro grupillo de
pacotilla –Y se quedó tan ancho al decirnos eso e irse. Mario fue tras él. No
estaban tan lejos, así que pude oír un poco de la conversación.
Eh, ¿a qué vino eso de
que no somos nada? –le recriminó Mario a Manuel agarrándolo del brazo.
Ni que fuese mentira. ¡No
somos nada! ¡Nada! –le respondió soltando su brazo de sus manos.
¡Anoche no parecías
pensar eso!- le gritó. Los demás estudiantes que estaban por los alrededores
echaron un vistazo.
Sí, pero resulta que
anoche un grupo de periodistas ávidos de primicia me robasen la calma que constituía
mi vida cuando te conocí. ¡Es incómodo! ¡No puedo soportar esa presión! Además
se ha hecho público y aún mi madre ni siquiera sabe lo mío –le comentó.
¡Lo superaremos juntos!
–le dijo Manuel agarrándole una de sus manos.
¡Suelta! ¡Fue sólo
un beso! No hagas de un grano de arena
una montaña, ¿de acuerdo? Soluciónalo, porque esto es tu culpa, si no fuera por
tu fama, no estaríamos así… –fueron las últimas palabras de Manuel.
Mario le soltó la mano.
Vio cómo se marchaba al no conseguir hacerle cambiar de parecer. Vino un poco
apenado hacia nosotros.
Mario, no te lo tomes a
mal, pero no hemos sido muy buenos amigos precisamente. Te apoyo en todo lo que
haga falta, pero no sé qué vistes en él.
Creo que con esto que acaba de hacer te está demostrando que no es el ideal
para ti –Le dije a Mario sinceramente. Óscar de repente irrumpió entre
nosotros.
La secundo. Chicos,
cambiando de tema, tengo que informarles de algo importante. Me enteré anoche
por mi padre y creo que es vital que o sepáis –nos comentó Óscar en un tono preocupante.
El bibliotecario murió
en un callejón de mala muerte del pueblo –dijo. Mario y yo nos miramos y
miramos hacia Óscar.
¿Creéis que su muerte y
lo del diario estén relacionados? –Preguntó Mario.
¿Y con la llamada a mi
madre? –Aporté.
No tengo ni idea. Será
cuestión de investigar, pero creo que en caso de que así sea, alguien se está
tomando muchas molestias para que nosotros no sepamos de quién se trata –
Contestó Óscar.
¿Pero qué motivos
tendría para deshacerse del bibliotecario? ¿No era que él estaba de su lado?
Hay algo que no cuadra…-dije.
En la tarde tenía
planeado ver una película en casa con
Eric cuando saliera del entrenamiento. Su entrenamiento acababa de comenzar así
que solo me quedaba esperar. Menos mal que Óscar y Mario me hicieron compañía
un rato mientras averiguábamos más de ese dichoso diario que se había
convertido en mi pesadilla.
¡Anímate Mario! No
deberías estar así por un insensible como Manuel –traté de animarle.
Nunca había visto a
Manuel con pareja, pero será por su personalidad tan agresiva y desafiante no
me había parado a pensar en ello. Mucho
menos en que se tratase de un tío. Y mucho menos de ti Mario. ¡No pensé que
fueras gay! –comentó Óscar.
¡Muy agudo, Óscar! No
le prestes atención a lo que dice, no sabe ser delicado. Lleva muy mal lo de
ser sensible con ciertos temas –dije mirándole y haciéndole gestos para que
parase de decir semejantes burradas.
Bueno, no creo que haya
que ponerme una etiqueta. Que me sienta agusto con Manuel, con su manera de
tratarme, que me guste para tener una relación, no significa que yo sea gay –dijo
sin dudar ni un instante.
Nos quedamos mudos. Se
produjo un silencio que inundó toda la habitación. Mario, algo decaído, se
levantó de mi cama, se despidió de nosotros y se fue. Óscar me miró sonrió y
puso en el youtube.com la canción de fligthless bird de American mouth – la canción que se oye al final de la película de Crepúsculo mientras bailan Bella y
Edward.
Se dirigió hacia mí, se
inclinó e hizo una reverencia, besó mi mano izquierda y me pidió bailar. ¿Cómo
iba a negarme? No pude parar de sonreír. ¡Está loco!
Puso su mano izquierda
sobre mi cintura y la derecha en mi espalda. Y yo igual. Empezamos a bailar y
yo no paraba de mirar para el suelo, soy una torpe, bailo peor que Belén
Esteban en Más Que Baile. Él parecía
desenvolverse de maravilla. Con un dedo bajo mi barbilla, la impulsó para que
le mirase y no estuviese pendiente del suelo. Me hacía muecas para que me
riera. Estaba nerviosa. No sé si estoy comenzando a verle como algo más que un
amigo o tal vez estoy confusa. ¡Eric ven ya! Aquella imagen era épica. Él en
vaqueros y con una camisa de cuadros roja y azul, descalzo, y yo con un vestido
negro, descalza también, bailando mi canción preferida en mi dormitorio
rodeados de un tablón de fotografías nuestras, el diario, películas, libros y
comida para ver la película con Eric. Estábamos separados. Pues el no paraba de
decir que tenía que mantenerme en mi espacio de baile sin invadir el suyo. Pero
poco a poco me fui acurrucando en su hombro, invadiendo ese espacio. La canción
terminó y nosotros seguimos bailando. Estaba bien. No quería que nadie
invadiese esa paz que había en mi habitación en ese instante. Pero Óscar no
tardaría en hacer que esa paz se esfumase.
¿Qué hay de nosotros? –preguntó.
¿Qué? –Le respondí yo con otra pregunta, desconcertada. Dejé de
apoyar mi cabeza sobre su hombro para poder mirarle directamente a los ojos.
Me refiero que en qué
fase de nuestra relación estamos. ¿A qué somos? –me dijo.
Estamos en esa fase de
nuestra amistad en la que tenemos momentos muy buenos, pero que no son nada más
que eso, momentos –le aclaré.
Es decir, que sólo
amigos ¿no? –me preguntó.
Sí. Parece mentira que
lo preguntes siquiera, ¡tengo pareja! –le dije.
¡Si te quisiera no se
excusaría tanto en el fútbol y no te descuidaría! –me espetó.
¡Tal vez sea culpa
tuya! Nadie te mandó a que acudieses de celestino y nos juntases. Para la
próxima si sientes algo por mí, házmelo saber desde un principio, no esperes al
último momento para confesarlo –le grité.
¡Espero que disfrutes
de tu velada romántica con Eric! –Dijo y se fue de la habitación en cuanto se
puso las zapatillas.
No pude evitar ponerme
a llorar. Me tiré en la cama y lloré hasta que no pude más. Contemplé que el
portarretrato de mi foto con él en mi último cumpleaños lo había dejado en la
mesilla de noche. Lo cogí, la observé un rato y la puse boca abajo.
Encendí la televisión y
estaban hablando de la fotografía de Mario y Manuel en Sálvame. Subí el volumen. Fuera de la casa de Manuel estaba
esperando uno de sus reporteros. Al parecer, por la conexión en directo con el
programa, decían que no había salido de su casa en todo el día. Rápidamente la
puerta de la casa se abrió y Manuel salió con unas gafas de sol –Carrera que son las que él suele usar-
para ocultar su rostro de las cámaras. Aparecieron inmediatamente unos seis
periodistas más con grabadoras, micrófonos, cámaras y libretas invadiéndolo a
preguntas. Él ni se inmutó y siguió hacia el coche. Una vez abrió la puerta y
antes de subirse a él, se dirigió a las cámaras y les dijo que le dejaran en
paz, que la fotografía era un error. Se silenció pronunciando sus últimas
palabras antes de abandonar su hogar en el coche: “No tengo nada que ver con
Mario Léon. Absolutamente nada, debe tratarse de un error, así que irse”.
Eric no tardó en
aparecer. Así que apagué la televisión. Me dio un beso después de dos días sin
vernos después de las clases. Puse la película de El número cuatro, nos tumbamos en la cama y empezamos a picar un
poco de la comida. Cuando acabó me pidió
permiso para ir al baño. Mientras estaba sola en el dormitorio, me puse a
recoger los platos y vasos. Al ver su móvil sobre la mesilla de noche, se me
ocurrió que podía sacarme una foto y ponérsela de fondo de pantalla como
regalo. ¡Me gustaría ver qué cara pone! Así lo hice, pero cuando me metí dentro
de la galería de imágenes ver cómo quedé en la fotografía, me quedé atónita.
Tenía la fotografía de Mario y Manuel que apareció hoy en todos los medios. Miré
los detalles de la imagen y había sido hecha en la noche de ayer a las 22:35.
Eric vino del baño y se quedó en la puerta mirándome.
Me ha encantado pasar
esta noche contigo. Mañana recuerda que vamos al cine a ver Tengo ganas de ti –me dijo.
No fui capaz de
pronunciar ni una palabra. Me vino a la mente las palabras de Mario cuando vio
la fotografía en portada en el periódico que
Manuel le tiró: “No tiene sentido. Sólo estábamos tú y yo allí”. Lo que convierte a Eric en el tipo
que atacó a Óscar en la biblioteca y que Mario perseguía en el bosque cuando se
topó con Manuel en el bosque. Tenía miedo, así que ni rechisté. No le dije
nada, tenía miedo. Le miré y asentí.
Pero para mí misma me dije: ¡Ni de coña! Me dio un beso y se fue. Tenía que
contárselo a los chicos.
Volví a encender la
televisión. Otra vez estaban con el tema de la fotito de Mario y Manuel. Ahora
estaban fuera de un Centro de Desintoxicación donde al parecer Manuel estaba.
Mario entró por teléfono y les dijo que por favor no se metieran en sus vidas,
que no había nada entre ellos, que era un malentendido. Su voz se notaba
apagada. Estaba diciendo algo que no sentía y que era mentira.
Tenía que contárselo a
los dos. No podía quedarme de brazos cruzados viendo como Mario lo pasaba mal
por una foto que Eric les sacó y se encargó de dar a los medios, separándoles.
Me ha decepcionado.
Bajé al salón y me
quedé en el sofá esperando a que mi madre llegase del trabajo para cenar juntas.
Pero fui acomodándome tanto que me quedé dormida. Oía cómo la madera del suelo
se quebrantaba. Un viento no dejaba de resoplar en mi oreja. Abrí los ojos,
pero sin moverme, traté de no respirar. Estaba todo oscuro. Dejé las ventanas
abiertas y había anochecido. No sé por qué pero creo que no estoy sola. Mis
músculos se engarrotaron de la posición y sentí un miedo aterrador cuando siento
cómo respiraban en mi oído, por lo que no se trataba de viento. Para colmo, no
tengo el móvil a mano. ¿Qué hago? Estaban respirando en mi oreja y yo lo único
que quería era morirme. No pude evitar soltar una lágrima del terror que
sentía. Pero no me moví. Miré a la pantalla del televisor en cuyo reflejo observé
una sombra negra detrás del sofá, inclinada y cerca de mí. Cerré los ojos y
entonces escuché cómo una voz distorsionada susurraba en mi oreja: Un, dos,
tres… ¡Ojos que te ven! Cuatro, cinco,
seis… ¡No lo descubriréis! Siete, ocho, nueve… ¡La sombra se mueve!
Grité como nunca había
gritado y al levantarme en seguida, no
había nadie allí. Me senté en el sofá de nuevo. Lloraba y lloraba. Me toqué la
oreja y la tenía helada. Sé que eso había sido real. Sentí su boca al
susurrarme en el oído. ¿Qué significaba esa especie de acertijo que me susurró
en el oído? Tenía el cuerpo tenso. No paraba de sentir escalofríos. Estoy
segura de que hay alguien más en esta casa. Puedo sentirlo. Pero no me atrevo a
moverme del sofá.
Qué fuerte que era Eric... este capítulo me ha gustado más, no sé si porque tiene un poco de todo. Bueno, las alusiones hacia mi persona son varias, si no me equivoco, jajaja pero ahora en serio: me gustó mucho (qué fuerte, qué fuerte... en Sálvame)
ResponderEliminarJajaja Sí. Por un lado tenemos la respuesta de Manuel en la que dice lo de Shakira y Piqué además de Íker y Sarah Carbonero. Y por el otro tenemos tu canción favorita de Crepúsculo, la de American Mouth. Me alegra que te gustase, el de hoy lo publicaré por la noche por una serie de imprevistos familiares. Pero prometo que estará más emocionante que este. ^^
Eliminar