miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo 6: Susúrrame al oído



La luz de la luna es lo único que ilumina mi dormitorio. Estoy en pantalones cortos y camisilla para dormir. Llevo también el pelo suelto, es mucho más cómodo. Estoy boca arriba en mi cama. No paro de mirar al techo de la habitación. No paraba de pensar en Óscar. Fui muy caballeroso hoy conmigo al dejarme su camiseta. Creo que hoy conocí la faceta suya que tantas ganas tenía yo de saber. Me da la sensación de que empiezo a verlo con otros ojos, pero no debo hacerle esto a Eric. Se ha portado muy bien conmigo y no puedo dejarlo así como así. Tal vez sea una pequeña atracción después de un par de días sin vernos. Incluso he dejado de pensar en la llamada que le hicieron a mi madre para decirle que había robado el diario de la biblioteca. No entiendo por qué nos hacen esto si Mario se encargó de devolver el diario. Es extraño…

Me pongo de lado mirando hacia la izquierda y a través de la ventana contemplo la belleza de una noche estrellada. Me levanto hacia el escritorio y cojo el portarretrato que tengo con la fotografía mía y de Óscar en mi pasado cumpleaños. Yo sonreía y tenía la cara llena de tarta. Con mi mano estaba manchándole su rostro con la nata de la tarta. Él no paraba de sonreír. Tenía los ojos cerrados mientras que los míos reflejaban felicidad. Adoraba esa foto. Así que me dirijo con ella hacia la cama. Me abrigo y mirando la luna, abrazo la fotografía hasta que me quedé frita.

Un sol radiante no paraba de incordiar sobre el lugar en el que habíamos decidido Óscar, Mario y yo sentarnos en el césped el día siguiente a ese miércoles de infarto. Mario parecía feliz. Tenía algo que le diferenciaba del famoso actor que se incorporó hace dos días al instituto.

¿A qué se debe tu dicha, Mario? –le pregunté curiosa.

Mirad lo que traigo –cogió la mochila y de ella sacó la caja con el diario. La abrió y lo sacó.

¿Cómo lo has conseguido? –le preguntó Óscar sin pestañear al mirarle detenidamente.

Veréis, anoche cuando fui al bosque me pareció algo que aún no me lo creo –dijo.

¡Venga, desembucha! –levantó la voz Óscar. Después de que le mirásemos extrañados por su grito repentino, volvió a hablar -¿Qué pasa? Es que no puedo con tanta intriga…

Anda, continúa –le cedí la palabra.

Creo que me estoy enamorando de…-mantuvo una larga pausa.

¿De quién? –interrumpió Óscar. Le volvimos a mirar, pero esta vez un poco más amenazante –De acuerdo, me callo.

Nunca imaginé que podría sentirme atraído por alguien cómo esa persona. Creo que ha sido el constante conflicto que ha habido entre nosotros o algo, pero lo que importa es que ha hecho que resulte atractiva para mis ojos…-dijo.

Bueno, ¿vas a decirnos de quién ya o qué? –Ahora los dos se quedaron mirándome extrañados por mi tono de voz exasperado en ese instante, así que sonreí y lo cambié- Cuenta Mario, sabes que esa persona si es de tu confianza, es de la nuestra – le dije.

Entonces Manuel apareció de la nada y empezó a discutir con Mario.

¡Hola! ¿Cómo estás? –le saludó agradablemente a Manuel.

Bueno, teniendo en cuenta que acabo de llegar después de que un centenar de periodistas no dejan de acosarme como si yo fuese Piqué o Shakira, o en el peor de los casos, Íker y Sarah Carbonero, bien, ¡gracias! –dijo irónicamente.

¿Qué te ocurre? –Entonces Mario hizo un inciso en esa discusión absurda de la que yo ni Óscar no entendíamos ni pipa y tras varias miradas nuestras, Mario soltó prenda- Él es la persona de la que les hablaba.

¿Qué? –Alzamos la voz Óscar y yo a la vez y nos levantamos sincronizados también.

Manuel le tiró un periódico a Mario. Óscar y yo nos acercamos para ver de qué se trataba. ¡Oh Dios mío! Los dos salían en la portaba. Estaban besándose en plena noche en un lago – si no me equivoco.

Pero ¿qué? –Dijo Mario- allí sólo estábamos tú y yo. ¡No tiene ningún sentido!

Así que vosotros dos, sois… ¿pareja? – Expresó Óscar asombrado- ¡Vaya! Quién lo diría…

¿Él? ¿Hablas enserio? –dije yo.

Chicos, deberíamos incluirlo en todo el tema del diario, él fue quién me lo devolvió anoche –respondió.

¡Ni de coña! –le contesté.

En primer lugar, tú fideo viviente, si tienes algún problema con los homosexuales dilo que yo no necesito que me defiendan, sé defenderme solito, no sé si tú podrías decir lo mismo estando siempre en compañía de Claudia, tu buldog –le dijo Manuel a Óscar- Y no, no somos pareja –Mario alzó la vista hacia él sorprendido- Y en cuanto a ti, Mafalda –se dirigió a mí- no quiero ser de vuestro grupillo de pacotilla –Y se quedó tan ancho al decirnos eso e irse. Mario fue tras él. No estaban tan lejos, así que pude oír un poco de la conversación.

Eh, ¿a qué vino eso de que no somos nada? –le recriminó Mario a Manuel agarrándolo del brazo.

Ni que fuese mentira. ¡No somos nada! ¡Nada! –le respondió soltando su brazo de sus manos.

¡Anoche no parecías pensar eso!- le gritó. Los demás estudiantes que estaban por los alrededores echaron un vistazo.

Sí, pero resulta que anoche un grupo de periodistas ávidos de primicia me robasen la calma que constituía mi vida cuando te conocí. ¡Es incómodo! ¡No puedo soportar esa presión! Además se ha hecho público y aún mi madre ni siquiera sabe lo mío –le comentó.

¡Lo superaremos juntos! –le dijo Manuel agarrándole una de sus manos.

¡Suelta! ¡Fue sólo un  beso! No hagas de un grano de arena una montaña, ¿de acuerdo? Soluciónalo, porque esto es tu culpa, si no fuera por tu fama, no estaríamos así… –fueron las últimas palabras de Manuel.
Mario le soltó la mano. Vio cómo se marchaba al no conseguir hacerle cambiar de parecer. Vino un poco apenado hacia nosotros.

Mario, no te lo tomes a mal, pero no hemos sido muy buenos amigos precisamente. Te apoyo en todo lo que haga falta, pero no sé  qué vistes en él. Creo que con esto que acaba de hacer te está demostrando que no es el ideal para ti –Le dije a Mario sinceramente. Óscar de repente irrumpió entre nosotros.

La secundo. Chicos, cambiando de tema, tengo que informarles de algo importante. Me enteré anoche por mi padre y creo que es vital que o sepáis –nos comentó Óscar en un tono  preocupante.

El bibliotecario murió en un callejón de mala muerte del pueblo –dijo. Mario y yo nos miramos y miramos hacia Óscar.

¿Creéis que su muerte y lo del diario estén relacionados? –Preguntó Mario.

¿Y con la llamada a mi madre? –Aporté.

No tengo ni idea. Será cuestión de investigar, pero creo que en caso de que así sea, alguien se está tomando muchas molestias para que nosotros no sepamos de quién se trata – Contestó Óscar.  

¿Pero qué motivos tendría para deshacerse del bibliotecario? ¿No era que él estaba de su lado? Hay algo que no cuadra…-dije.

En la tarde tenía planeado ver una película  en casa con Eric cuando saliera del entrenamiento. Su entrenamiento acababa de comenzar así que solo me quedaba esperar. Menos mal que Óscar y Mario me hicieron compañía un rato mientras averiguábamos más de ese dichoso diario que se había convertido en mi pesadilla.

¡Anímate Mario! No deberías estar así por un insensible como Manuel –traté de animarle.

Nunca había visto a Manuel con pareja, pero será por su personalidad tan agresiva y desafiante no me  había parado a pensar en ello. Mucho menos en que se tratase de un tío. Y mucho menos de ti Mario. ¡No pensé que fueras gay! –comentó Óscar.

¡Muy agudo, Óscar! No le prestes atención a lo que dice, no sabe ser delicado. Lleva muy mal lo de ser sensible con ciertos temas –dije mirándole y haciéndole gestos para que parase de decir semejantes burradas.

Bueno, no creo que haya que ponerme una etiqueta. Que me sienta agusto con Manuel, con su manera de tratarme, que me guste para tener una relación, no significa que yo sea gay –dijo sin dudar ni un instante.

Nos quedamos mudos. Se produjo un silencio que inundó toda la habitación. Mario, algo decaído, se levantó de mi cama, se despidió de nosotros y se fue. Óscar me miró sonrió y puso en el youtube.com la canción de fligthless bird de American mouth – la canción que se oye al final de la película de Crepúsculo mientras bailan Bella y Edward.

Se dirigió hacia mí, se inclinó e hizo una reverencia, besó mi mano izquierda y me pidió bailar. ¿Cómo iba a negarme? No pude parar de sonreír. ¡Está loco!

Puso su mano izquierda sobre mi cintura y la derecha en mi espalda. Y yo igual. Empezamos a bailar y yo no paraba de mirar para el suelo, soy una torpe, bailo peor que Belén Esteban en Más Que Baile. Él parecía desenvolverse de maravilla. Con un dedo bajo mi barbilla, la impulsó para que le mirase y no estuviese pendiente del suelo. Me hacía muecas para que me riera. Estaba nerviosa. No sé si estoy comenzando a verle como algo más que un amigo o tal vez estoy confusa. ¡Eric ven ya! Aquella imagen era épica. Él en vaqueros y con una camisa de cuadros roja y azul, descalzo, y yo con un vestido negro, descalza también, bailando mi canción preferida en mi dormitorio rodeados de un tablón de fotografías nuestras, el diario, películas, libros y comida para ver la película con Eric. Estábamos separados. Pues el no paraba de decir que tenía que mantenerme en mi espacio de baile sin invadir el suyo. Pero poco a poco me fui acurrucando en su hombro, invadiendo ese espacio. La canción terminó y nosotros seguimos bailando. Estaba bien. No quería que nadie invadiese esa paz que había en mi habitación en ese instante. Pero Óscar no tardaría en hacer que esa paz se esfumase.

¿Qué hay de nosotros? –preguntó.

¿Qué? –Le respondí  yo con otra pregunta, desconcertada. Dejé de apoyar mi cabeza sobre su hombro para poder mirarle directamente a los ojos.

Me refiero que en qué fase de nuestra relación estamos. ¿A qué somos? –me dijo.

Estamos en esa fase de nuestra amistad en la que tenemos momentos muy buenos, pero que no son nada más que eso, momentos –le aclaré.

Es decir, que sólo amigos ¿no? –me preguntó.

Sí. Parece mentira que lo preguntes siquiera, ¡tengo pareja! –le dije.

¡Si te quisiera no se excusaría tanto en el fútbol y no te descuidaría! –me espetó.

¡Tal vez sea culpa tuya! Nadie te mandó a que acudieses de celestino y nos juntases. Para la próxima si sientes algo por mí, házmelo saber desde un principio, no esperes al último momento para confesarlo –le grité.

¡Espero que disfrutes de tu velada romántica con Eric! –Dijo y se fue de la habitación en cuanto se puso las zapatillas.

No pude evitar ponerme a llorar. Me tiré en la cama y lloré hasta que no pude más. Contemplé que el portarretrato de mi foto con él en mi último cumpleaños lo había dejado en la mesilla de noche. Lo cogí, la observé un rato y la puse boca abajo.

Encendí la televisión y estaban hablando de la fotografía de Mario y Manuel en Sálvame. Subí el volumen. Fuera de la casa de Manuel estaba esperando uno de sus reporteros. Al parecer, por la conexión en directo con el programa, decían que no había salido de su casa en todo el día. Rápidamente la puerta de la casa se abrió y Manuel salió con unas gafas de sol –Carrera que son las que él suele usar- para ocultar su rostro de las cámaras. Aparecieron inmediatamente unos seis periodistas más con grabadoras, micrófonos, cámaras y libretas invadiéndolo a preguntas. Él ni se inmutó y siguió hacia el coche. Una vez abrió la puerta y antes de subirse a él, se dirigió a las cámaras y les dijo que le dejaran en paz, que la fotografía era un error. Se silenció pronunciando sus últimas palabras antes de abandonar su hogar en el coche: “No tengo nada que ver con Mario Léon. Absolutamente nada, debe tratarse de un error, así que irse”.

Eric no tardó en aparecer. Así que apagué la televisión. Me dio un beso después de dos días sin vernos después de las clases. Puse la película de El número cuatro, nos tumbamos en la cama y empezamos a picar un poco de la comida.  Cuando acabó me pidió permiso para ir al baño. Mientras estaba sola en el dormitorio, me puse a recoger los platos y vasos. Al ver su móvil sobre la mesilla de noche, se me ocurrió que podía sacarme una foto y ponérsela de fondo de pantalla como regalo. ¡Me gustaría ver qué cara pone! Así lo hice, pero cuando me metí dentro de la galería de imágenes ver cómo quedé en la fotografía, me quedé atónita. Tenía la fotografía de Mario y Manuel que apareció hoy en todos los medios. Miré los detalles de la imagen y había sido hecha en la noche de ayer a las 22:35. Eric vino del baño y se quedó en la puerta mirándome.

Me ha encantado pasar esta noche contigo. Mañana recuerda que vamos al cine a ver Tengo ganas de ti –me dijo.

No fui capaz de pronunciar ni una palabra. Me vino a la mente las palabras de Mario cuando vio la fotografía en portada en el periódico que  Manuel le tiró: “No tiene sentido. Sólo estábamos tú  y yo allí”. Lo que convierte a Eric en el tipo que atacó a Óscar en la biblioteca y que Mario perseguía en el bosque cuando se topó con Manuel en el bosque. Tenía miedo, así que ni rechisté. No le dije nada, tenía miedo. Le miré  y asentí. Pero para mí misma me dije: ¡Ni de coña! Me dio un beso y se fue. Tenía que contárselo a los chicos.

Volví a encender la televisión. Otra vez estaban con el tema de la fotito de Mario y Manuel. Ahora estaban fuera de un Centro de Desintoxicación donde al parecer Manuel estaba. Mario entró por teléfono y les dijo que por favor no se metieran en sus vidas, que no había nada entre ellos, que era un malentendido. Su voz se notaba apagada. Estaba diciendo algo que no sentía y que era mentira.

Tenía que contárselo a los dos. No podía quedarme de brazos cruzados viendo como Mario lo pasaba mal por una foto que Eric les sacó y se encargó de dar a los medios, separándoles. Me ha decepcionado.

Bajé al salón y me quedé en el sofá esperando a que mi madre llegase del trabajo para cenar juntas. Pero fui acomodándome tanto que me quedé dormida. Oía cómo la madera del suelo se quebrantaba. Un viento no dejaba de resoplar en mi oreja. Abrí los ojos, pero sin moverme, traté de no respirar. Estaba todo oscuro. Dejé las ventanas abiertas y había anochecido. No sé por qué pero creo que no estoy sola. Mis músculos se engarrotaron de la posición y sentí un miedo aterrador cuando siento cómo respiraban en mi oído, por lo que no se trataba de viento. Para colmo, no tengo el móvil a mano. ¿Qué hago? Estaban respirando en mi oreja y yo lo único que quería era morirme. No pude evitar soltar una lágrima del terror que sentía. Pero no me moví. Miré a la pantalla del televisor en cuyo reflejo observé una sombra negra detrás del sofá, inclinada y cerca de mí. Cerré los ojos y entonces escuché cómo una voz distorsionada susurraba en mi oreja: Un, dos, tres… ¡Ojos que te ven!  Cuatro, cinco, seis… ¡No lo descubriréis! Siete, ocho, nueve… ¡La sombra se mueve!

Grité como nunca había gritado y al levantarme en seguida,  no había nadie allí. Me senté en el sofá de nuevo. Lloraba y lloraba. Me toqué la oreja y la tenía helada. Sé que eso había sido real. Sentí su boca al susurrarme en el oído. ¿Qué significaba esa especie de acertijo que me susurró en el oído? Tenía el cuerpo tenso. No paraba de sentir escalofríos. Estoy segura de que hay alguien más en esta casa. Puedo sentirlo. Pero no me atrevo a moverme del sofá. 

2 comentarios:

  1. Qué fuerte que era Eric... este capítulo me ha gustado más, no sé si porque tiene un poco de todo. Bueno, las alusiones hacia mi persona son varias, si no me equivoco, jajaja pero ahora en serio: me gustó mucho (qué fuerte, qué fuerte... en Sálvame)

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    1. Jajaja Sí. Por un lado tenemos la respuesta de Manuel en la que dice lo de Shakira y Piqué además de Íker y Sarah Carbonero. Y por el otro tenemos tu canción favorita de Crepúsculo, la de American Mouth. Me alegra que te gustase, el de hoy lo publicaré por la noche por una serie de imprevistos familiares. Pero prometo que estará más emocionante que este. ^^

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