domingo, 1 de julio de 2012

Capítulo 10: La fiesta de los fundadores de La Roseta



Las paredes de esta sala de interrogatorio de la policía estaban repletas de mosaicos blancos. La intensa luz de la lámpara negra que hay sobre esta mesa plateada no deja de cegarme. Miro a mi alrededor y sé que tras ese cristal están observándome. Tengo que mantener la calma. Me mantengo frío. He contado toda la verdad sobre lo que ha pasado. No paran de invadirme los recuerdos el día de hoy en la fiesta de los fundadores de La Roseta…

“Una fiesta convertida en mi pesadilla”, por Mario.

Recuerdo que de camino a la fiesta estuvimos los cuatro riendo y contando anécdotas del pasado. Fue entrañable. Incluso cantamos, aunque la voz melodiosa era la de Claudia, los demás nos limitábamos a imitar los cánticos de las ballenas. Yo conducía, Manuel iba de copiloto y, en la parte trasera, Óscar y Claudia.
Después de ese largo trayecto, llegamos. Aparcamos por fuera de la Plaza del Obradoiro. La gente ya había comenzado a llegar y, al igual que nosotros, vestían sus mejores galas. La fiesta duraba todo el día. Todo un día dedicado a los fundadores de La Roseta. Las familias cuyo linaje se ha mantenido durante décadas dedican unas palabras y describen la época junto a los fundadores del pueblo.

Nos bajamos del coche y entramos juntos por parejas, tal cual salimos de la casa de campo. No paraban de mirarnos. La atención se centró en Manuel y en mí tan solo por el del brazo, pero si creen que íbamos a separarnos por sus miradas lo tienen claro. Es más, nos reímos y continuamos igual adentrándonos en la fiesta, ese era el mayor cachetón que le puedes dar a la gente cotilla y con prejuicios.

El ambiente era impresionante. A pesar de que faltaba gente por venir y que la plaza era inmensa, había bastante gente. Por la plaza, en varios puntos, podíamos encontrarnos mesas de banquete para ir picando algo o servirte alguna copa. De fondo había una música de salón para mantener a la gente relajada hasta que empiece la fiesta. El sol no paraba de radiar fuerte sobre mi piel. En esos instantes estábamos separados en la plaza. Divisé desde lejos a una pareja de lo más singulares. El traje dorado de la mujer me resultaba familiar. Eran mis padres.  Ese era el motivo de que me resultase familiar la palabra “Obradoiro” cuando apareció escrita en el espejo, pues mis padres iban a venir a la fiesta de los fundadores. Agarré a Manuel de la mano y le llevé conmigo hasta mis padres apartando a la gente de en medio.

¡Mario, hijo! –Dijo mi madre dándome dos besos en los cachetes- ¿Qué tal te lo has pasado con tus amigos?

Bien mamá –le respondí.

¡Hijo! –Dijo mi padre en voz alta y dándome palmadas en la espalda- Tienes la misma figura que yo a tu edad. ¡Las debes de tener a todas loquitas! ¡No olvides usar condón! –mi madre inmediatamente le pegó en el brazo. Creo que no estaba de acuerdo con él en lo último que había dicho. Miré a Manuel y no pudo aguantarse las ganas de soltar una carcajada. Agarrándole de la mano lo empujé ante mi madre y mi padre.
Mamá…Papá…Este es Manuel es mi…-estaba diciendo cuando Manuel me interrumpió.

¡Su amigo! –Expresó- Estudiamos juntos.

¡Encantada! –le dijo mi madre dándole dos besos.

Pero al mirar a mi padre noté una fuerte tensión entre él y Manuel cuando se estaban dando la mano. No aguantaba más, tenía que decirlo.

En realidad no lo es. ¡No es mi amigo!- Grité y miré fijamente a Manuel mientras pude comprobar que las pupilas de sus ojos me pedían que no lo hiciese –Mamá… Papá…Tengo sentimientos hacia Manuel. Sentimientos que se supone que debería de tener por las chicas...Mi madre se quedó helada. Y tras la reacción de mi madre, mi padre se acercó, me puso la mano en el hombro y solo se le ocurrió decir una cosa…

Hijo, es normal que a tu edad tengas tus dudas pero…-Comenzó a decirme.

¡Papá, tú no lo entiendes! –Miré a Manuel, le agarré fuerte de la mano –Cuando estoy con él comprendo lo que dice la gente sobre el amor.

Hijo, creo que tú yo necesitamos tener esa charla –me dijo poniendo su mano sobre mi hombro. Solté a Manuel y comencé a alejarme de mi madre y de Manuel.

Hijo, si es eso lo que tú crees que te hace feliz, ánimo. Pero no se te ocurra buscar consuelo en mí después de que te deje por otro chico con más dinero –Me espetó.

¿Insinúas que él está conmigo por  el dinero? –le pregunté.

¿No es obvio? –Me soltó- Seguro que si llegas a ser un chico del montón no insistía en llevarte al cuarto oscuro.

Papá, definitivamente contigo no se puede hablar. A mí no me sucederá eso. Sé que él siente lo mismo que yo por él y con eso me basta –le dije saliendo a flote mi coraje.

No me dirás que no te lo advertí al menos…-me contestó yéndose hacia una de las mesas a coger algo de beber. No pude evitar sentir curiosidad por lo que Manuel y mi madre estarían hablando, así que me acerqué. Pero mi madre me miró, sonrió y me dio un beso.

¿Esta noche te quedas en casa, cielo? –Me preguntó.

Sí mamá –le respondí.

Bien. Espero que os divirtáis en esta fiesta –dijo esfumándose de nuestro lado, pero ni siquiera miró a Manuel.

Y bien, ¿qué te dijo? –le pregunté.

Nada importante. Me preguntó que dónde conseguí este chaleco –me respondió dándome el brazo y comenzamos a andar por la fiesta.

La fiesta empezó. Cada familia daba su discurso. Una tras otra decía cómo eran los fundadores y cómo les habían conocido sus antepasados con ayudas de diarios y demás documentos históricos. No paraban de contar anécdotas.

Manuel y yo, por más que buscábamos a Óscar y Claudia, no los encontrábamos de la cantidad de gente que había. La última familia en hablar en fue la de Eric.

Oye, voy a acercarme al escenario a ver  si escucho mejor lo que dicen, a lo mejor eso nos da pistas acerca de que Eric puede ser el dueño del diario o alguien de su familia –le dije.

De acuerdo, yo mientras iré en busca de Óscar y Claudia –me respondió.

Pasé todo el discurso lo más cerca posible del escenario, pero no dijeron nada fuera de lo normal o algo que me hiciera sospechar. Los padres, tíos y abuelos de Eric en su discurso no comentaron algo revelador.

Interesante ¿verdad? -Eric se puso a mi lado – Es increíble la cantidad de gente que viene a este tipo de celebraciones todos los años.

Dejémonos de jueguecitos, Eric. Dime de una vez y sin rodeos porqué te tomaste la molestia de hacer paparazzi la noche que Manuel y yo estábamos en el lago…-le espeté.

Impaciente, pero directo al grano. ¡Me gusta! –Expresó- Aquella noche cuando estaba con la profesora en el aula pude escuchar un ruido en los pasillos, así que salí y vi cómo salían por la puerta trasera. De repente una sombra se introdujo en el bosque y otra le seguía, así que supuse que me habrían visto con la profesora y les seguí para averiguarlo. Pero, ¿qué me encontré? Con dos asquerosos maricones que buscaban un lugar en el que poder frotarse sin que nadie –no le dejé continuar. Le pegué un puñetazo- Duele ¿no? Les saqué una foto para asegurarme de que después de que se supiera lo vuestro mi tema con la profesora pasase desapercibido.

En ese caso, te salió el tiro por la culata. Me alegra que Manuel hiciera lo que hizo –le dije.

Bueno, eso está por verse actorcillo –me dijo- No creas que todo quedó dicho. Aún guardo un as bajo la manga…-Me respondió yéndose como si nada. No pude evitar sentirme amenazado así que le seguí entre la multitud. Di empujones hasta salir de allí e ir a parar a los aparcamientos. Corrí en busca de él como un poseso. Allí sentándose en su coche. Si se cree que puede amenazarme e irse de aquí  así como si nada hubiese pasado está equivocado. Corrí hacia su coche, abrí la puerta, me senté de copiloto y agarré el volante para que arrancase conmigo dentro.

Eres tú el del diario ¿cierto? –le dije.

¿De qué me estás hablando? –me preguntó.
¡No disimules conmigo! –le grité.

¡No sé de qué me estás hablando! –me respondió.

¿Entonces a qué vino esa amenaza en la fiesta? –le pregunté mientras yo y él forcejeábamos por el volante.
¡Ustedes lo empezasteis todo y no sabéis de lo que soy capaz! Claudia y yo no esteremos juntos, pero ten fé en que vosotros tampoco- gritó.

El coche daba tumbos en zigzag por nuestra pelea hasta que colisionamos con algo que hasta el cristal de coche se rompió y nosotros nos chocamos contra un árbol de la acera más cercana. El rostro de Eric  estaba cubierto de sangre, así que me vi obligado a tomar el control del coche. A pesar de tener la muñeca vendada por el vaso de la ouija, ahora debo añadir más cortadas, incluso en mi cuello  y algún que otro corte en mi rostro por el jodido cristal que se rompió al chocar contra algo. No pude comprobar de qué se trataba, al ver a Eric perder tanta sangre me entró el pánico y quise llevarlo lo más rápido posible a un Hospital.

“La búsqueda ha cesado”, por Manuel.

La gente no paraba de mirarnos al entrar en la fiesta. Sentí miedo. No me gusta que se me queden mirando como si no aprobasen mi forma de vida. Pero Mario me hizo olvidar de todo. Su sonrisa me evadía de todo ello, así que hice lo mismo, reír sin parar. Estábamos bebiendo un poco cuando me vi obligado a abandonar aquella copa ante aquel intenso sol porque Mario no paraba de correr entre la multitud allí presente y tirando de mi mano. Reconocí a su madre, que la había visto anteriormente en el instituto. Esa mujer fue la encargada de destrozar mi vida. Pero no iba a renunciar a la posibilidad de destrozar yo la suya. Después de unos chistes que provocan una situación incómoda, Mario me presenta a su madre y a su padre. Yo me hice pasar por su amigo. ¡No puede ser! Tantos años sin saber de él y resulta que el padre del chico al que quiero es  mi padre, ese hombre que fue capaz de abandonar a mi madre en el peor momento de su vida encima que fue él quien tenía a otra…Me estrecha la mano, pero no para de mirarme. Sé que me ha reconocido. Sin duda alguna, yo también a él. Mario sacó el coraje y se atrevió a confesarle que éramos más que amigos. Él y su padre se alejaron de su madre y de mí para poder conversar de padre a hijo. La madre después de quedarse como una escultura de la plaza, tuvo el valor de poner las cartas sobre la mesa.
¡No pienses que voy a aprobar lo vuestro! –me dijo al fin.

Bueno, pregúntame primero si me importa, querida suegra…-le contesté.

Encima maleducado. ¡No me llames así! Jamás serás parte de esta familia. Nosotros no aprobamos aquellas cosas que nuestro señor no desea para sus hijos –me respondió.

¡Ah, vale! A ver empezado por ahí… No sabía yo que usted era uno de los doce discípulos… ¡Ah no, que eran hombres todos! ¡Qué lástima! A ver si dices lo mismo cuando pase junto a su familia las noches de Navidad, los cumpleaños de su hijo… ¡Qué mal! Yo creo que a nuestro señor tampoco le gustará que se reúna con él en su seno una persona mentirosa…-le dije acercándome a su oído – Por mucho que se confiese Dios no le perdonará que haya destrozado un hogar acostándose con un hombre casado, aunque por lo que pude comprobar hoy, ya está cazado ¿no? –Le  coloqué una flor detrás de la oreja – Será inevitable que ardas en las inmensidades del infierno, querida suegra.

Sé quién eres, Manuel. ¡No me das miedo! –Me apuntó con su dedo- Anda con pies de plomo porque no sabes en lo que te estás metiendo.

Mario volvió en seguida y su madre después de tener unas palabras con él, se fue.

Mario y yo estuvimos paseando por la plaza. Pero no paraba de pensar en que después de tantos años me haya encontrado con mi padre. Bueno, el señor que puso sus espermatozoides en mi madre y que siendo yo pequeño prefirió revolcarse con otra y formar otra familia eligiéndolos a ellos y olvidándose completamente de mí.

Allí estaba, en una mesa sirviéndose una copa. ¡Qué típico! Dejé a Mario junto al banco y le dije que rápidamente volvía. Fui a su lado y disimulé de cara a Mario cogiendo un canapé.
Veo que después de todo estás bien…-Me dijo.

Se puede decir que he sabido arreglármelas sin un padre, pero las cosas son así ¿no? Por cierto, Mario no las volverá loquitas, pero ya estoy yo para que untos nos volvamos locos –se atragantó- tranquilo, los gays también usamos preservativos –Le dije con maldad  mientras  de un último mordisco terminaba mi canapé– Una cosa antes de irme con tu otro hijo…No esperes un regalo de mi parte por el día del padre porque no lo has sido.-Volví al lado de Mario y juntos seguimos paseando.

Comenzaron los discursos y Mario al ver que los familiares de Eric eran los siguientes en dedicar unas palabras a los fundadores, se apartó de mí para poder escuchar lo más cerca del escenario lo que iban a decir. Yo me dediqué a buscar a Óscar y a Claudia por toda la fiesta. Me di cuenta que en la zona que hay a la derecha del escenario hay una gran exposición de documentos y algunas reliquias del pueblo de La Roseta. No contuve mi curiosidad. Aparté a la gente como pude para poder llegar.

Estaban todos esos objetos en vitrinas de cristal. Había desde relojes antiguos y cálices, hasta documentos privados de los propios fundadores. Caminando y observando los objetos en sus correspondientes vitrinas  choqué contra alguien.

¡Discúlpeme! ¡Lo siento! –le dije.

¡Cuánto tiempo Manuel! ¿Ya no te acuerdas de mí? Después de aquél verano, no volví a saber nada de ti. Ni un mensaje, ni un e-mail, ni siquiera una llamada perdida –me dijo José. Rubio, ojos color miel, labios rosados, piel blanca como las sábanas de un Hospital y un físico bastante mejorado desde la última vez que le vi.

Todo el mundo tiene sus cosas ¿no? –Le dije- Bueno, tengo un poco de prisa, pero me alegro de verte.

¿No piensas despedirte de mí con un beso? –me preguntó.

Me acerqué a él y le di un abrazo y un beso en el cachete – ¿Satisfecho? –le pregunté.

No mucho. ¿Has cambiado de número? –me preguntó.

Preferí no contestar. Me giré  y pude ver que delante de una de las últimas vitrinas estaba Óscar.

José me cogió el móvil –que lo tenía en la mano- apuntó su número y me lo dio en mano. Se acercó a mí y me susurró al oído: “Espero tú llamada”- y me acarició el pelo cayendo sus dedos por mi oreja como solía hacer en su momento.

Dejando de lado este momento, me apuré para llegar hasta Óscar.

¿Y Claudia? –Le pregunté.

Estaba conmigo, pero dijo que vendría lo más pronto posible después de que terminase el discurso de la familia de Eric –me contestó- ¿Y Mario?

Igual- le respondí – ¿Has visto algo interesante?

¡Sí! –Me dijo él – Bueno, resulta que he estado leyendo parte de esto documentos y podemos hacer que los poderes del dueño del diario se anulen uniendo las dos piezas. Son dos medias lunas que  juntas forman una luna llena que los anulan.

¿Cómo lo averiguaste? –Le pregunté.

En la tercera vitrina hay un documento de la familia Suárez en el que describen un colgante dorado en forma de media luna que ayudó en su momento a dejar sin poderes a una bruja que tenía a La Roseta bajo una especie de conjuro –comentó.

¿Y no decía nada del dueño del diario? –le pregunté.

Nada. Sólo esto de los colgantes que lo vi interesante para dejar sin poderes a esa persona –me dijo.

Voy a buscar a Mario, que no lo veo –le informé.

De acuerdo, yo voy en busca de Claudia, nos vemos en la entrada ¿vale? – me propuso y yo asentí.

Al llegar al lugar donde se supone que tenía que estar Mario, él no estaba. Observé el ambiente y pude ver cómo Mario iba detrás de Eric. Fui tras ellos. Al llegar a los aparcamientos no vi nada fuera de lo normal. Estaba todo silencioso –o por lo menos hasta que apareció un coche dando tumbos en zigzag y que poco a poco se aproximaba. Me vi obligado a tirarme al suelo al darme cuenta a la velocidad a la que venía. El smoking ya no valía ni una mierda.

Oí en seguida: ¡Sé quién es el dueño del diario! Y  el coche arrasó con esa persona por delante estampándose un poco más abajo contra un árbol de la esquina de la acera. Pero no tardó en arrancar el coche y darse a la fuga.

“Más vale tarde que nunca”, por Claudia.

Llegamos a la fiesta, Mario y Manuel entraron los primeros a la Plaza del Obradoiro, mientras Óscar esperaba a que terminase de retocarme el maquillaje.

¿Quieres un poco? –le ofrecí esbozando una sonrisa.

¡No, gracias! –Me dijo- Yo no necesito ocultar mi edad…-lo hice adrede a ver cómo reaccionaba.

Al menos yo no voy enseñando unos míseros músculos para impresionar a las tías…-Le contesté. Cerré el coche, guardé las llaves en bolso y le miré- ¿Qué? ¿Piensas quedarte aquí todo el día?

Entonces se acercó a mí y me cogió del brazo. Entramos a la fiesta, cogimos unas copas de sidra y caminamos por allí. De fondo había una música de salón sonando. Óscar dejó su copa en una mesa de por allí y me miró a la vez que se inclinaba tomándome la mano.

¿Me concede este baile, señorita? –me preguntó.

¡Pensé que no me invitarías! –Bebí el poco que me quedaba y le seguí. Estábamos frente al escenario. Me cogió por la cintura y, poco a poco, posó sus manos sobre mi trasero. Él sonreía. Yo desplacé mi mano que estaba en su cintura hacia sus partes.

¡Quita esas manos o la pierdes! –le dije apretando.

Entonces puso una mano sobre mi torso y la otra sobre la cintura. Yo le solté. Empezamos a bailar y no pude evitar recordar la noche que bailamos la canción de American Mouth en mi casa.
Oye Claudia, llevo días pensando en esto, pero no sé cómo decírtelo…-me dijo.

¡Arriésgate muchacho! Siempre estás meditando las cosas. Debes ser más impulsivo…-le contesté.

¡Espérame un momento! –me pidió y se fue hacia una mesa. Vi cómo cogió dos botellas de aguas y las vació. Estaba haciendo algo con las botellas. ¿Qué tramaba? No tardó en volver y se arrodilló en frente de mí. No pude evitar sentirme desconcertada y nerviosa a la vez.

Claudia, siempre he sabido que tú has sido el amor de mi vida. He luchado en vano, pero cómo te demostré aquella noche en tu casa, ya no quiero reprimir mis sentimientos. Quiero tus lágrimas, tus sonrisas y tus besos. El olor de tu pelo, el sabor de tu piel, el roce de tu aliento en mi rostro. Quiero que estés ahí en la hora final de mi vida, para yacer en tus brazos mientras tomas mi último aliento. Espero que reconozcas la canción que mi corazón canta –Se levantó y puso mi mano en su pecho- Claudia, te he amado durante tanto tiempo que ya no sé lo que es no amarte. Amo cada parte de ti, cada pensamiento y cada palabra. La compleja y fascinante mezcla de todas las cosas que eres. Te amo de mil maneras diferentes y no creo que eso cambie nunca. Te amo ahora y te amaré siempre.-Se volvió a arrodillar y sacó una anilla de una botella de agua – Sé que tal vez no es lo que esperabas, pero yo, Óscar, tu mejor amigo, confidente y espero que me permitas ser amante, me comprometo a amarte y respetarte siempre y cuando tú me lo permitas.-Me puso el anillo en el dedo- ¿Qué dices? ¿Quieres ser mi novia?

Ha sido lo más bonito que me habían dicho nunca. No sabía qué responder. Pero tenía claros mis sentimientos. Me di cuenta tarde de que le amaba. Pero, no tarde como para rechazarle su proposición.

¡Sí, quiero! –Le respondí –Aunque espero que si esto nos lleva a más, vuelvas a repetir esta proposición pero para llevarme ante el altar…

¡Hecho! –dijo levantándome en brazos y besándome. Sentí el calor de sus labios en los míos. Era maravilloso sentirse así. –Sabes que nuestros padres nos matarán ¿verdad?

Mientras nos tengamos a nosotros mismos, ¿qué más da lo que ellos opinen? –le dije volviéndole a besar.
Después dimos un paseo por la exposición de vitrinas en las que había objetos históricos de La Roseta. Ya habían empezado los discursos, pero ninguno a mi parecer era de vital importancia. Eran interesantes. Cada familia narraba cosas sobre el pueblo y los fundadores. Peor nos llamó la atención la tercera vitrina. Hablaba de un colgante de oro que era capaz de despojar de su poseedor los poderes que tiene. Me quedé pensando en ello. La familia de Eric de repente subió al escenario para dar su discurso. Óscar se quedó allí mientras yo me acerqué al escenario para escuchar mejor. Me esperaba algo más impactante, alguna pista sobre el diario, pero nada, no vi respuesta ninguna. Pude observar desde mi posición cómo Mario le dio un buen puñetazo a Eric en el otro extremo de enfrente del escenario. No sé qué habrá pasado, pero se lo merece. No tengo duda.

Fui de nuevo a la exposición de las vitrinas y la última vitrina me abrió los ojos. Tenía unos bocetos de ese colgante. Yo lo he visto antes. ¿y si su dueño conocía las capacidades de este objeto y guardo uno de los dos ejemplares para asegurarse de que no le dejan indefenso? ¡Ya caí! Ya sé de quién se trata. Sé quién escribió el diario. ¡Qué estúpida soy! Cómo no me di cuenta antes… Miré por toda la exposición pero óscar no estaba allí. Entonces vi a Manuel corriendo hacia los aparcamientos. Fui tras él. Ya teníamos un avance.

Al llegar a los aparcamientos vi a Manuel de espaldas. Noté algo extraño en el ambiente. Estaba nerviosa. Al fin conocía la identidad de ese individuo que nos ha estado puteando y que ha ido hasta ahora un paso por delante nuestro. Manuel se tiró al suelo, me acerqué y grité: ¡Sé quién es el dueño del diario! –Pero no me percaté de un coche que salió de la nada sin las luces encendidas que no parecía ir controlado y sentí cómo todos mis huesos se estallaron contra su cristal haciéndolo mil añicos. Caí al suelo con la mirada puesta en las estrellas y mis ojos se cerraron.

“Todo lo bueno dura poco”, por Óscar.

No encontraba a Claudia. Teníamos que ir a los aparcamientos. Por más que buscaba no la encontraba. Decidí ir a los aparcamientos a ver si por casualidad ya ella estaba allí. La noche estaba estrellada. En los aparcamientos parecía haber ocurrido algo. Había cristales rotos por la carretera. Manuel estaba de espaldas sentado en el suelo.

Manuel, ¿has visto a Claudia? No la encuentro…-le pregunté.

Él me miró con lágrimas en los ojos- ¡Está aquí! ¡Llama una ambulancia! ¡Llama a una ambulancia! –no paraba de gritar.

Estaba en estado de shock. Me acerqué y Claudia estaba tirada en el suelo en una postura un tanto extraña. Su cuerpo estaba rodeado por cristales. Me arrodille y la puse en mi regazo. No paraba de llorar.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? –Grité para desahogarme- Claudia, mi amor, no me dejes, ¡no me dejes! No puedo ir al altar yo solo ¿recuerdas?

Manuel llamó de inmediato a una ambulancia. Estábamos en el Hospital esperando a ver qué nos decían. El doctor salió al pasillo a decirnos su diagnóstico.

Doctor, por favor, sea sincero. ¿Cómo se encuentra? –le pregunté.

Bueno, vuestra amiga se encuentra en un estado ahora mismo un poco crítico. Está estable, pero está inconsciente. Tiene dos costillas rotas, una pierna rota –aunque con rehabilitación y lo que le indicaremos a sus familiares podrá volver como antes- y un esguince en un brazo. El golpe en la cabeza es lo que me preocupa. Una gran zona de  su cráneo ha sufrido un grave impacto. Lo único que nos queda, es esperar a que reaccione –dijo el doctor.

¡Muchas gracias, doctor!- dije mientras él se iba.

No pude evitar romper a llorar. Me senté en una silla y Manuel estaba a mi lado, con los ojos rojos de llorar.

¡Mario no da señales de vida! No sé para qué tiene un móvil si ni si quiera lo coge…-dice Manuel.

Rosarito no tardó en aparecer. Vino cómo una bala hacia mí.

Y Claudia, ¿dónde está? –Me preguntó.

La tienen en cuidados intensivos a la espera de que reaccione –Le respondí. La puse al tanto del diagnóstico del doctor.- ¡Mi niña! ¡Mi niña! –Comenzó a llorar y yo no pude contener las ganas de consolarla con un abrazo.

A la mañana siguiente, Rosarito, Manuel y yo estábamos esperando buenas noticias, pero no sé si lo que nos dirían serían buenas noticias o  qué. El doctor vino hasta nosotros.

Ya podéis ver a Claudia, ha despertado. Pero les traigo una mala noticia…-Nos comentó el doctor.
¿Qué le sucede a mi hijo, doctor?- Preguntó Rosarito.

El golpe que su hija sufrió por el coche fue muy fuerte. El cerebro es un órgano muy frágil. Por lo que le ha afectado este impacto contra él. Su hija sufre una amnesia, pero no sabemos si se trata de una amnesia permanente o temporal, tendríamos que seguir hacerle pruebas. –Nos informó.

Los tres entramos en su habitación y allí estaba, con la bata y postrada en aquella cama del Hospital con la mirada perdida. Al entrar abrazó a Rosarito. Pero mi pesadilla comenzó cuando mirándome me dijo: Óscar, ¿dónde está Eric?

Claudia, ¿qué es lo último que recuerdas? – Le pregunté mientras el doctor me miraba con aprobación.
Estábamos en casa leyendo y después me iba a ir con Eric a dar un paseo –dijo sin recordar todo lo que había pasado.

Salí del pasillo. No podía  ver cómo ella tenía puesto la anilla de la botella de agua que le regalé en símbolo de mis sentimientos por ella y cómo ella había olvidado meses en su subconsciente. ¿Esto es lo que me espera a partir de ahora?

6 comentarios:

  1. 1. Qué bonita la declaración de Óscar! Y qué pena que al pobre le durara tan poco la alegría... 2. Qué fuerte que el padre de Manuel esté aún con la madre de Mario... aunque una duda, ¿son hermanos de sangre Mario y Manuel, o el padre de Manuel es solo el padrastro de Mario? 3. Para una vez que Claudia se entera de lo que pasaba (al saber quién era el del diario) va y pierde la memoria! (un buen capítulo, has dejado muchas cosas en vilo!!)

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  2. 1.Sí. Quería darles ya a ellos el momento que todos esperaban que era que pudiesen reconocer que se quieren , pero claro no puedo hacerlo desde ahora, ella era perfecta para ser la víctima en este capítulo. 2. Bueno, te contestaría a lo del padre de Manuel, pero no quise dar esa información desde ya porque quiero utilizarla en algún capítulo. 3. La verdad es que la persona del diario siempre tiene suerte y va un paso por delante de ellos. Quería hacer un capítulo que tuviera un poco de todo (romance e intriga) pero sobre todo que avanzase un poco la trama de cada personaje y se empezase a ver cómo van a desarrollarse los siguientes capítulos. Muchas gracias!! Me alegra que te guste Yoli, te voy a dedicar un capítulo impactante. Por cierto, voy a tomarme dos días sabáticos acerca de esto de escribir, pero el jueves regreso con el capítulo 11. ^^

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    1. Me vas a dejar en ascuas, eh, qué mala gente... Bueno, te lo permitimos, tómese usted el tiempo que haga falta :-)

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  3. Jajajaja El jueves o el viernes estaré de vuelta con el capítulo 11, que llevo 10 días escribiendo sin parar ^^. Espero que te vaya gustando la historia porque dentro de poco llega la recta final.

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  4. Tengo la misma duda que Yoli con lo del padre de Manuel. Y, OhDiosmíodemivida... ¡cómo que Claudia ha perdido la memoria! Qué cosa tan trágica, después de la pedazo de declaración de Óscar... estoy muy triste :'(

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    1. A mí también me dio mucha lástima tener que hacer que pasase eso, pero es que ya iba siendo hora de que alguien descubriese quién era la persona del diario, pero no podía permitir que tan rápido se supiera. Y en cuanto a lo del padre de Manuel, estate pendiente a los próximos capítulos porque la historia comenzará a dar un giro. Ya comienza la recta final.

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