jueves, 19 de julio de 2012

Capítulo 13: Cuidado con quién jugáis



Los nervios se apoderaron de mí en un instante. La sala estaba llena. ¿Cámaras? ¿En serio hay cámaras en un juicio? ¿En mi juicio? Los abogados defensores no paraban de luchar por demostrar la inocencia de cada uno de sus clientes, es decir, a Eric y a mí. Sin embargo, yo desconecté por un momento de aquella situación. No sabía qué pasaba. Manuel llevaba días sin venirme a visitar, ni siquiera me había dejado un recado ni nada. Pude observar a mis padres en unos asientos situados detrás del mío. Estaban igual de nerviosos que yo. Eric tenía un aspecto aterrador. Su rostro había quedado marcado después de aquella noche. Tenía la parte derecha de su rostro llena de cicatrices. A juzgar por la distancia a la que estábamos y cómo yo podía verlas aun así, deduzco que deben ser cicatrices quelóides –tan profundas que ni siquiera con el mayor tratamiento o con un buen cirujano práctico podría restaurarte el rostro y dejarlo igual que antes, pues siempre se notarían-. Sus ojos claros, daban miedo hasta mirarlos. Las cicatrices le cogían hasta los párpados, incluso la boca. Se le notaban los labios un tanto diferentes, asimétricos. No me extraña que haya abandonado las clases en el instituto y haya contratado un profesor particular –tal y cómo me comentó Manuel en una de sus visitas- su aspecto podría hacer incuso que me encerrase en casa con todo cerrado y bajo fechillo en la puerta. Lo que no comprendo es cómo Eric puede mantener la compostura en esta vista judicial si sabe que lo que él ha declarado es una pura farsa…

Oí a la jueza Jiménez llamándome al estrado. Subo, hago el juramento para contar únicamente la verdad de lo ocurrido aquella noche. Y por enésima vez, vuelvo a contar mi versión de los hechos. El abogado de Eric quiso hacer creer a todos que yo había tomado aquella noche, y sí, bebí un poco de sidra, pero la sidra tiene un bajo porcentaje de alcohol que ni siquiera afecta al tráfico. Lo negué, obviamente, eso  no era para nada cierto. No paraba de mirar a la gente asistente a este juicio. Pero el rostro que quería ver, no lo encontraba. ¿Le habrá pasado algo? Necesitaba su apoyo en estos momentos. Las manos me sudaban. No paraba de frotarlas contra mis rodillas. Pero nada. Nada de lo que haga puede quitarme estos nervios de encima, a menos que se aparezca Manuel y me pida que huyamos. Sin duda, lo haría. Supongo que serán locuras o idioteces que se le pasan a uno por la cabeza –y más cuando se trata de un adolescente como yo.

Llegó el momento que más temía. Eric subía al estrado. Pasó por delante de mí y me echó una mirada fulminante. Si no fuera porque no estaba encerrado en mi propia tumba, de brazos cruzados y con un aspecto de lo más terrible, habría creído por un momento que me había matado únicamente con esa mirada –al igual que un basilisco.

Hizo lo mismo que yo. Subió, juró decir la verdad en todo momento. Y se limitó a responder a las preguntas de mi abogado defensor. Para mi sorpresa, llegó un vídeo anónimo a manos de uno de los fiscales allí presentes. Lo pusieron después de unos cinco minutos de espera con una intriga que volcaba mi corazón. Era un vídeo captado por una cámara de seguridad  en los aparcamientos aquella noche. Se veía claramente todo lo ocurrido. Justo en ese momento, Eric se arrepintió de todos los cargos contra los que me acusó. Ya había quedado demostrada mi inocencia. No podía creérmelo. Esto debe de ser un milagro o algo porque no le encuentro explicación.

Mario León y yo, habíamos discutido en la fiesta. –Declaró- Al parecer no admite una visión un poco más crítica acerca de su relación sentimental con un compañero de clase. Recuerdo incluso, que habíamos llegado a las manos. Fui a los aparcamientos a por mi coche, para evitar que la cosa fuera a mayores y él fue detrás de mío. Subió a mi coche cuando yo iba a arrancar y los dos nos peleábamos por el volante. No paraba de acusarme de unos mensajes cuyo autor desconoce. No sabía a qué se refería con ello. Pero él seguía acusándome. Y los dos chocamos contra algo de repente y posteriormente contra el árbol –admitió Eric al fin.

¿Reconoce usted su parte de culpa en este accidente? –le preguntó mi abogado.

Miró a sus padres, creo que arrepentido, con un poco de vergüenza, pero manteniendo su porte y reflejando en su nuevo y estrenado rostro su ya conocido carácter.  Miró a mi abogado, a los fiscales, al juez y al mirarme, dijo: “Sí lo admito”.

El juez finalmente, me dejó en libertad bajo fianza. En realidad, al yo ser menor de edad no debería haber ido a prisión, pero como supuestamente Eric me había acusado de robo y atropello, me encerraron hasta hoy, el día de la vista judicial. A él  lo hicieron pagar una penalización por haber ocultado parte de verdad y no haber reconocido su culpa en esos momentos. Pero no le obligaron a tener que ir a prisión ni nada, aunque sea por unos días.

Abracé a mis padres como nunca. Volví a echar otro vistazo a  mi alrededor a ver si veía a mi amuleto de la suerte. No estaba allí. Supongo que no se trata de mi amuleto de la suerte. Salí del edificio y pude respirar el aire que tanto extrañaba: El aire de la libertad. Pero poco me duró esa sensación de libertad cuando me vi a una gran masa de periodistas  allí fuera esperando a que saliese para invadirme a preguntas con sus cámaras, micros y grabadoras, y los más tradicionales con alguna que otra libreta. Me puse las gafas de sol y les atravesé junto con mis padres ignorando las preguntas hasta llegar al coche.

Una vez en casa esperaba recibir la visita de Óscar y Manuel. Pero no recibí ni una ni otra. Cogí las llaves del coche y fui directo a casa de Manuel. Por mucho que toqué la puerta y la aporreé no abrió. Me puse de espaldas contra la puerta y me deslicé contra la puerta hasta acabar sentado en el suelo a medida que tocaba la puerta y no obtenía respuesta. Imaginando que podría encontrarse en casa de Óscar, fui a su casa. En efecto, allí estaba. Era una situación tanto desconcertante. Me esperaba un recibimiento un poco más caluroso. Él solo se limitaba a mirar por la ventana y a ignorarme en aquella habitación. Óscar no paraba de decirme que estaba contento de que hubiera vuelto. ¿Qué me había perdido? Me dirigí hacia él y le cogí de la mano.

Ey, nene, ¿ocurre algo? –le pregunté. Ni siquiera me miró. Separó su mano de entre las mías, se cruzó de brazos y sin pestañear, continuó observando lo que ocurría fuera de la casa a través de la ventana.
No ocurre absolutamente nada.- Respondió con frialdad.

Manuel, mírame. ¡Mírame, joder! –Alcé la voz, consiguiendo que sus ojos se fijasen en los míos - ¿Qué te ocurre?

Nada. Me alegro de que estés aquí, con nosotros y no rodeado por un grupo de presidiarios con ganas de que se te caiga la pastilla de jabón para tener un hueco que llenar, ya me entendéis –dijo mirando a Óscar logrando sacarle una risotada, tratando de disimular. Pero yo sé que algo pasaba y que por eso estaba seco conmigo.

¡Bonito recibimiento me das! – Le dije. Entonces se acercó a mí y descruzó sus brazos. Parecía estar a punto de estallar.

¿Qué te esperabas? ¿Una fiesta sorpresa con confeti  incluido? Todavía estoy a tiempo de organizarlo todo si es lo que deseas…-me gritó.

¡No! Pero si esperaba que la persona a la que tanto echo de menos me diese aunque sea un abrazo. Y, a ser posible, que me diga que le sucede conmigo –le espeté.

Ya sabes el dicho. ¡Quién nada espera, nunca será defraudado! –me respondió acercándose a la ventana de nuevo.

Chicos, por favor, tengamos la fiesta en paz. Sé que no debo meterme, pero al menos, eviten decirse cosas de las que luego se arrepientan –intervino Óscar.

Ya podrías tú decirle algo a la desmemoriada de Dori, a ver si vuelve a ser ella…-contestó Manuel.

No vuelvas a referirte así a Claudia –le dijo en un tono suave-, ella no es culpable de haber olvidado un pequeña parte de sus recuerdos. Aunque he de reconocer, que me mata que se acuerde del desgraciado de Eric, que hable de lo maravilloso que es y  mientras, yo aquí, aguantando y tragando. Con la cantidad de cosas que habíamos pasado los últimos meses…-Decía Óscar mirando algunas de sus fotos en el tablón de corcho.- Rápidamente se dio la vuelta y cambió de tema- Por cierto, deberías acompañarnos.

¿Yo? –Contesté- ¿A dónde?

Resulta que el diario se escribe solo.  Desde hace tiempo habíamos pensado que lo escribía su propietario, pero al parecer, se escribe solo. Han estado enviándonos mensajes a través de programas de radio, anónimos y demás. Mira lo que me ha enviado –me dijo mostrándome una carta y una llave.

¿Qué es esto? – Pregunté.

Al parecer, pretende que vayamos a la Calle Bremen. Nos ha dado las llaves de un anticuario que lleva años cerrado. Tal vez allí haya algo que necesita que descubramos. –Se limitó a responder con curiosidad.

¿Y si se trata de una trampa? –Preguntó Manuel- ¿Por qué deberíamos hacerle caso a un chiflado o una chiflada que se divierte con nosotros como si fuésemos piezas del ajedrez después de haber visto las siete películas de Saw? Yo no sé ustedes, pero estoy cansándome de este tema del diario. ¡Solo me hadado disgustos!

Yo opino igual que Manuel. Deberíamos desistir ya con todo este tema del diario. Tal vez no sea más que una broma de alguien con mal gusto.-Dije.

Chicos, todos nos hemos visto perjudicados por esto. Ustedes dos sois unos de los más.  ¿Cómo creéis que llegaron esas imágenes vuestras de la fiesta de los fundadores a los medios? Quién fuera, lleva siglos matando  a aquellas personas que descubren su secreto. ¡Ya formamos parte de su maldición! –Gritó Óscar después de insistir.

¿Qué? –Preguntamos los dos a la vez.

En el diario se decía bien claro que una vez  que una persona leía el diario, ya formaba parte de su maldición. Cuando más débiles somos, más fuerte se hace.  Hemos estado débiles un par de días con todo el tema de Claudia y contigo en la cárcel, Mario. Hemos estado separados. Por eso somos débiles. Tenemos que hacer algo para frenar a esta persona. De todos modos irá a por nosotros. Intentará matarnos para que no lleguemos hasta el final de este asunto. Ya sabéis lo que les ha pasado a todos los que tratan de averiguarlo. Yo no sé ustedes, pero imaginaos por un segundo, poder remediar estas últimas semanas de tanto sufrimiento…Yo sí seguiré con ello, no sé ustedes qué vais a hacer. –Se limitó a decir dejándome perplejo –Estamos juntos en esto, ¿no?

Miré a Manuel y él respondió, acercándose a Óscar- Estamos juntos.

Después de meditarlo, no quiero morir a manos de algún demente, pero me parecía una manera menos dolorosa de morir antes que de mal de amores…

De acuerdo, estamos juntos en esto –les dije a los dos. Le vi una leve sonrisa a Manuel, a pesar de que rápidamente se le fue de la cara al sonar el timbre.

Bajamos todos juntos y al Óscar abrir la puerta nos topamos con Claudia ante nosotros.
¿Claudia? ¿Qué estás haciendo aquí? –Le preguntó Óscar.

¡Lo que faltaba! ¡Ya vino la desmemoriada! –Dijo Manuel en voz alta. Pero, al ver mi rostro de seriedad ante esa expresión, trató de arreglarlo- ¿Lo he dicho en voz alta? ¡Oops! –soltó finalmente una risotada y entró adentro.

¿Qué hago aquí? ¡Bonita forma de recibir a una amiga! He venido a pasar un rato contigo. ¿Interrumpo algo? –Responde Claudia.

Bueno, verás…Es que…-Balbuceaba Óscar.

De la nada volvió a aparecer Manuel y tomó del brazo a Claudia.

¡Hola, Claudia! ¿Me recuerdas? Tú y yo somos muy buenos amigos, íntimos diría yo –decía con un sonido entrecortado como si él estuviese tratando con un sordo o algo.

Manuel, pero si tú y yo no nos llevamos. ¡Nunca hemos sido amigos!-Respondió ella.

Cuando vio cómo lo mirábamos Óscar y yo, se explicó- Bueno, tenía que intentarlo ¿no? –La soltó y se metió adentro otra vez.

Claudia, es que nosotros ahora salíamos un poco con prisa, que nos vamos…-Intervine.

¡Les acompaño! Creo que necesitáis una chica en esta excursión. No me miréis así, ni que fueseis a montar una orgía los tres…-Dijo.

Manuel cruzó la puerta -¡Ay, si supieras! Por cierto, no  os lo he dicho, ¡qué bien me cae esta jodida! -Y se subió en el coche. Bajó las ventanillas. Y gritó- ¿A qué esperáis? ¡No tengo toda la tarde!

Mario y yo nos miramos. Y Claudia la pobre, estaba desconcertada, no sabía a qué se refería Manuel con tanta ironía. La verdad es que a veces yo también me pierdo con su sarcasmo, pero es una parte de su carácter que no cambiaría. Claudia fue conmigo en el coche. Y Óscar iba en el coche de Manuel.

La Calle Bremen estaba un poco solitaria. No se veía ni un alma. Aparcamos y al bajarnos de los coches, nos juntamos. Estuvimos buscando entre los numerosos locales cerrados de aquél lugar, el anticuario “Milenario”. Lo divisé en seguida. La verdad es que tenía todo el aspecto de  no haber sido pisado desde hace décadas. Óscar sacó la llave y tras numerosos jeitos para lograr abrir una puerta con una madera un poco corroída, logramos entrar.

¡Guau! ¡Así que un anticuario eh! –Dijo Claudia.

Huele a humedad ¿no? –expresó Manuel.

Bueno, chicos. Tenemos que buscar algo relacionado con el diario, ¿de acuerdo? Algo siniestro, inquietante, aterrador…-Empezó a decir Óscar un poco excitado. Manuel levanta la mano y Óscar le cede el turno de palabra –como si estuviésemos en clase.

¿Tienes algún tipo de parentesco con Íker Jiménez? –Pregunta Manuel.

No. ¿Por qué? –le dice Óscar.

Tienes la misma capacidad que él para hacer que una situación normal como esta, te dé miedo. ¡Únicamente faltó la banda sonora! –Respondió.

¡Ya sabéis a lo que me refiero! Busquemos…-Dijo Óscar.

¿Qué buscamos? -Preguntó Claudia- ¿A qué te refieres con eso del diario?

Tú, ponte a mirar y si hay algo que te llame la atención me dices ¿vale? –Le respondió Óscar.

Vale.-Se limitó a contestar Claudia a Óscar.

Había muchos objetos antiguos en aquél  anticuario. Desde anuarios, álbumes de fotos, hasta jarrones de porcelana, lámparas e incluso arquetas. Ese local tenía cuatro pasillos llenos de objetos. Encontrar algo sospechoso allí, era como buscar una aguja en un pajar. Por el segundo pasillo, que era en el que yo estaba ojeando, no encontraba nada de importancia. Pero divisé un periódico un tanto llamativo. En su portada aparecía una noticia que me sonaba a ver escuchado anteriormente. Llamé a los chicos. En menos de un minuto, Manuel y Óscar aparecieron junto a mí.

¡Mirad lo que he encontrado! Esta noticia dice así: “Extrañas muertes tienen lugar en la Calle Bremen”.-Les miré y pude oír cómo se aceleraban los latidos de sus corazones- “Un grupo de adolescentes muere en extrañas circunstancias en la Calle Bremen. El 28 de Octubre de 1988, varios adolescentes del pueblo de La Roseta, mueren en extrañas circunstancias en fechas diferentes y en diferentes lugares. El caso fue cerrado 20 años después por falta de pruebas”.-Les comuniqué.

Óscar, miró para el mueble del que lo saqué y vio que había un par de ellos más. Cogió uno y empezó a ojearlo.

¡Otro! “Un grupo de estudiantes del Instituto Díaz Carrillo es calcinado. El pasado 14 de Junio de 1991 tuvo lugar el desagradable acontecimiento en una antigua casa abandonada en León de un grupo de adolescentes que murieron encerrados en una casa invadida por unas intensas llamas. Según el equipo de investigación, el incendio fue provocado, pero el caso se cerró en 2001 por falta de pruebas”.-Dijo.
¿Creéis que pueden estar relacionados? –Pregunta Manuel.

Es obvio ¿no? Quien quiera que fuese, quería que viniésemos aquí a descubrir algo. –Respondió Óscar.

Pero, León  está lejos de La Roseta. ¿Por qué quemó vivos a esos chicos? –Preguntó otra vez Manuel.

¡Claro! ¡Buena deducción Manuel! Eso quiere decir, que ha tenido que mudarse de comunidad en varias ocasiones. Por algún tipo de riesgo o algo. Si supiéramos de dónde proviene o algo, podríamos averiguar de quién se trata…-Les dije.

A ver, a ver, a ver… ¿Quieres decir que después de los crímenes se ve obligado a abandonar su lugar de residencia? ¿Entonces para qué los mata? ¿No se supone que tiene poderes? ¿De qué le vale tener esos poderes si ni siquiera puede quedarse en el pueblo a sus anchas? –Interrumpe Manuel.

No sé. Hay algo aquí que no me cuadra. Siempre que avanzamos volvemos a estancarnos. Deberíamos seguir buscando. –Dijo Óscar.

Seguí buscando por aquél pasillo. Vi un álbum de fotos de lo más extraño. No salían personas. Todas las fotos eran en blanco y negro. Fotografías de un antiguo castillo medieval. Entonces, llamé a los chicos. Rápidamente acudieron al pasillo en el que me encontraba.

¿Qué ocurre? –pregunta Óscar.

Les enseñé el álbum de fotografías sobre ese castillo e inmediatamente Óscar intervino.

Espera, ¿insinúas que estas fotos pueden tener algún tipo de vínculo? –Preguntó Óscar.

Piensa. Si la primera fecha que aparece en el diario es 1800, ¿qué tipos de edificios eran los más comunes en esa época?

¿Los hostales? –Pregunta Óscar. Ante mi mirada, se corrige- Es obvio que no…

Los castillos –dije al fin.

¿Creéis que nos hizo venir a este anticuario a por un viejo álbum de fotos? Además, ¿no les parece ilógico? En esa época no existían las cámaras, ¿cómo pudo sacar las fotografías de ese castillo? –Dijo Manuel.

Es cierto –contestó Óscar.

¿Y si es una trampa? ¿No habéis pensado que tal vez esa foto es reciente? Lo único es que está revelada en blanco y negro. A mí esto me huele fatal…

¿Y ustedes no habéis visto nada fuera de lo normal? –Pregunté.

No –Respondieron ambos a la vez.

¿Y Claudia? –Preguntó Óscar.

En seguida apareció ella sujetando una muñeca de porcelana con un vestido violeta y de aspecto no muy enternecedor, pues e faltaba un ojo y la porcelana de su rostro estaba estallada –sin olvidar lo sucio que estaba el vestido violeta de la muñeca.

¿Qué es eso? –Pregunté.

¡Una muñeca! –Dijo emocionada- De pequeña tuve una parecida y fue verla y me transmitió ternura…

¿Ternura? ¿Eso?  ¡Definitivamente la perdimos! –Comentó Manuel irónicamente…

Creo que me la quedaré –dijo Claudia.

Sí. También puedes ir a Toys“R”Us  y  le compras vestiditos…A tu edad y te da ahora por las muñecas… ¡Qué vergüenza!  Así va el país…-Dijo Manuel.

Ya era de noche. Tras buscar y buscar, no dábamos con nada más que pudiese estar relacionado.

¡Vámonos de aquí! –Dije.

La puerta se trancó con fechillo sola. Los estores se bajaron completamente. En el fondo del segundo pasillo, divisé a lo lejos una pequeña chispa que en cuestión de segundos se convirtió en llamas.
¡Oh, no! ¡Pretende quemarnos vivos! –Dijo Óscar.

Óscar y yo corrimos a la puerta y empezamos a aporrearla y golpearla con nuestros cuerpos a ver si conseguíamos abrirla mediante la fuerza bruta.

Manuel intentaba pedir ayuda a través de su móvil. 

¡Mierda! No tengo batería y se me ha apagado el móvil. –Elevó la voz. Se acercó a la puerta y comenzó a golpear él también. 

¡Vamos a morir! –Claudia empezó a gritar, sin saber en realidad lo que ocurría.

¡Socorro! ¡Qué alguien nos ayude! –No parábamos de gritar.

El fuego comenzó a extenderse y no podíamos respirar. El calor de ese fuego invadía nuestros cuerpos. Alguien estaba allí. Alguien que se aseguró de que llegásemos a allí para no salir vivos.

¡Socorro! –Comenzamos a desesperarnos a medida que el fuego ardía. ¡Ayuda!

Claudia no era la única que gritaba acompañada de lágrimas. Al mirar a los demás les vi cara de terror encima. Tenían los ojos llorosos y a Claudia le bajaban los lagrimones.

¡Por favor, ayuda! –Gritaba.

No sabemos cómo, pero se oyó una especie de estruendo que hizo que las llamas se extendiesen más e incluso llegaban al techo, pero los cristales del local se rompieron como si alguien le hubiese lanzado una piedra o algo semejante.

Claudia salió primero, luego Manuel, Óscar y, por último, yo. Nos tuvimos que lanzar al suelo al observar y sentir cómo explotaba el local con todo lo que dentro había.

Me repuse y contemplé a los demás sentados mirando el panorama. Manuel y Óscar no paraban de mirar al local. Claudia, se limpiaba las lágrimas, mientras sostenía con su mano izquierda la muñeca de porcelana.

Nos mantuvimos en silencio hasta llegar el coche y observar cómo mi vehículo estaba abierto de par en par. Al acercarnos y revisar con lupa el coche,  Óscar  sostenía una nota y me miraba con cara alarmada.
“Nadie es lo que aparenta, y ya sabéis qué suelen decirse de ellas”, firmado enigma.

Óscar se agachó a uno de los asientos traseros y me entregó una fotografía. En ella aparecía mi madre y Eric conversando en una terraza de un bar. Observé mi coche, y estaba lleno de papeles quemados en su interior. ¿Qué se supone que quería de mí? ¿Qué hacía mi madre con Eric? No sabía ni siquiera que se conociesen…

Al llegar a casa, mi padre no podía contener las ganas de darme una noticia. La mesa del salón estaba preparada. Pero sólo íbamos a cenar él y yo.

Papá, ¿y mamá? –Le pregunté.

Está con sus amigas. Pero, lo importante ahora no es ella, sino tú. Toma, sírvete un poco de ensalada…-Me dijo.

¿Se puede saber a qué viene tanta felicidad? –Volví a preguntar.

Hijo… ¡Vuelves a la televisión! –Me espetó felizmente –¡Brindemos!

¿Qué? –Expresé con sorpresa en voz alta –Pensaba que iba a tomarme estos dos años sabáticos. Además, mi personaje ya murió en la serie…

Sí. Pero, ¿recuerdas a Alfredo Carrillo? -Me preguntó.

Lo recuerdo. Fue el director de la serie Fugitivos, ¿no? –Dudé.

Sí. Al parecer quieren hacer un drama sobre la vida de los adolescentes y sus preocupaciones en la vida actualmente. Pero, se trata de una serie musical. Eso es  bueno. Va a ser el boom del verano. ¡No puedes rechazar esta oportunidad! –Dijo.

¿Un musical? Papá, canto de pena. Es cantar en la ducha y el grifo se cierra solo…-Le comenté.
Bueno, algún día tendrías que enfrentarte a ello, ¿no? –Me dijo sin más.

Por qué tienes tanto entusiasmo en que vuelva ahora  a la televisión. ¿No habíamos acordado que me dedicaría a terminar el bachillerato y luego seguiría con mi vida de estrella? –Le formulé directamente esa pregunta a la cara.

Hijo, creo que has pasado por mucho este año. Deberías  hacer lo que realmente te guste sin que nadie dicte lo que tienes que hacer…-Me contestó.

Precisamente eso es lo que siento que estás haciendo. Dictando mi futuro, papá.-Le respondí.

Pero yo solo…-Intentó justificarse.

Quiero acabar mis estudios y luego ya decidiré. –Me miró seriamente -¿Qué? Si la serie tiene éxito, habrá más temporadas ¿no? Podré aparecer más adelante.- Le espeté mientras recogía mis platos y me dirigía a la cocina. Puse los platos y mi vaso en el fregadero cuando de repente mi móvil sonó. Era un mensaje, lo comprobé por el sonido. Lo abrí y era un anónimo, aunque ya me imaginaba de quién venía…

“El padre feliz labra un futuro para uno de sus hijos” –Ponía. ¿Uno de sus hijos? ¿Habrá mi padre engañado a mi madre? ¿Cómo es que no me he enterado? Tendré que averiguar de qué va esto.

En la cafetería del instituto nos encontrábamos Manuel, Óscar y yo sentados. No parábamos de discutir qué relación podía guardar el álbum de fotos con la persona del diario.

Volvemos a estar donde siempre. Sabemos que la foto es reciente. Por lo tanto, el Castillo aún se conserva y existe, digo yo –Expresó Óscar.

Sí, lo único es saber de qué castillo se trata…-Dije yo.

Dejadme echar un vistazo a esas fotos –dijo Manuel. Se le cayó el álbum al suelo y precisamente Aurora, la profesora de Historia Contemporánea e Historia de España de nuestro Instituto, se agachó a ayudar a recoger unas pocas fotos que se despegaron del álbum, que al ser antiguo estaban pegadas a mano, como antaño.

¿Estáis pensando en visitar Toledo? –Preguntó Aurora.

No. ¿Por qué? –Preguntó Manuel.

Este castillo de las fotos, es el Castillo de Belmonte, en las fronteras de Toledo y en la cima del cerro de San Cristóbal, al suroeste de la provincia de Cuenca. Sería una buena decisión. Así aprenderéis un poco de Historia del siglo XV, cuando se construyó.-Nos respondió.

¡Gracias! Creo que a partir de ahora dejaré de estudiar para convertirme en Dora la exploradora…-Dijo Manuel. Al ver su cara de seriedad, no dudó en aclarar su comentario- ¡Es broma! –Y se fue.

Chicos, tenemos que ir a Toledo. ¿Quién se apunta a este viaje el fin de semana? –Preguntó Óscar.

¡Yo! –Respondió una voz muy poco aguda. Nos dimos la vuelta y se trataba de Claudia. -¡Qué guay! Un viaje juntos. Tenía ganas de hacer algo con ustedes…

Pues menos mal que la pobre no recuerda que le pasó en el anterior…-Dijo Manuel  casi en voz baja.

De acuerdo, irás con nosotros. Y pensándolo mejor, Manuel, tú te quedas. –Dijo Óscar.
¿Por qué? –Preguntó.

Sería mejor, que mientras nosotros vayamos a Toledo y averigüemos los orígenes del castillo y de quién puede tratarse enigma, tú quedes con José y consigas la forma de quitarle el colgante –susurré por último para que Claudia no oyera nada.

¡Qué remedio! A mí me toca pringar mientras ustedes viajáis a Toledo. ¡Vaya mierda! –Dijo.

Piensa, que al fin y al cabo, estamos a punto de coger a quién sea por los mismísimos. De esta, no se nos escapa…-Dije yo.

Llegó el día del viaje y tuvimos algunos percances en el viaje. Óscar tuvo problemas para llegar a tiempo con nosotros a Toledo y llegó dos horas después. Claudia y yo esperamos su llegada con calma, a pesar de que la compañía de coches Hertz nos negó la posibilidad de alquilar un coche tan solo porque no tenía 21 años –y eso que la reserva ya estaba hecha y el dinero cobrado-. Óscar llegó y únicamente nos faltaba saber si el hotel estaba correcto. Para nuestra suerte, sí, estaba correcto. Vimos la luz al final del camino después de dos horas esperando a que llegase el tren de Óscar. Luego, un autobús hasta el pueblo de Cuenca y caminar hasta el hotel. Una cama de matrimonio y un sofá cama. Supe en seguida quiénes se iban a coger la cama de matrimonio. Una terraza considerable en cuanto a tamaño, pues no era ni muy grande ni muy pequeña y un baño de lo más cuidado con bañera. Abrí el armario y observé que había una caja fuerte. Pero solo funciona si contratas el servicio y nosotros no lo habíamos contratado así que estaba abierta. Al mirarla, me di cuenta que dentro había algo. Una fotografía. En ella se veía a Eric y a José hablando mientras tenían la mirada fijada en algo o alguien que en la foto no salía. Reconocí inmediatamente el lugar. Era la fiesta de los fundadores. Detrás de la fotografía ponía lo siguiente: “Habéis mandado a vuestro corderito a la boca del lobo”, firmado enigma. No se me iba Manuel del pensamiento después de eso. 

2 comentarios:

  1. La verdad es que las notitas anónimas me están trabando, eh! Y buena referencia, pinchando en Hertz! :-)

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    1. La verdad es que quién escribe las notas está en todas partes y todo lo sabe jejeje Y sí, lo de Hertz tenía que ponerlo, sí o sí xD .

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