lunes, 27 de agosto de 2012

Capítulo 15: Mi primera vez (Parte I)



Dicen que en esta vida, para todo hay una primera vez. Siempre hay una primera vez para decepcionarnos, para aprender, para sorprendernos y para entregarnos al amor. No sabemos cuándo se producirá ese momento, pero habrá que estar preparados. Dejarse llevar siempre suele ser la solución. No hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años dure.

Óscar, Mario y Manuel estaban sentados en una mesa de la cafetería del Hospital  mientras Claudia hacía compañía a su madre. Manuel rompió el momento de silencio que plagaba la zona.

¿Me podéis explicar con calma, cómo es que el bibliotecario está vivo? –Miró a Óscar y continuó- ¿No se supone que tu padre dijo que habían hallado su cuerpo?

Nos lo encontramos en el tren para nuestra sorpresa. Pero al ver que le acorralamos y que allí no tenía escapatoria nos dijo que no podía hablar, pero nos dio una dirección para que fuésemos a visitarlo, que nos explicaba todo con detalles. Habrá sido un error de mi padre en ese caso, pero me extraña…-Le respondió- ¿Y tú qué? ¿Cómo te las arreglaste para que José no se diera cuenta de que le quitaste el colgante?

Un mago nunca revela sus trucos…-Dijo evitando las miradas de sus amigos.

Claudia irrumpió en la cafetería  y se sentó al lado de Óscar.

¿Qué tal está? –Preguntó Óscar.


Bien. Al parecer todo quedó en un susto. Van a dejar a mi madre otra noche más aquí para asegurarse de que está perfectamente. El doctor me dijo que tiene que comer más sano, evitar los disgustos y los sustos, ya que podría hacer que sufra otro infarto. –Le contestó Claudia.

Son buenas noticias ¿no? –Dijo Manuel. Las miradas de sus amigos se clavaron en él.- Pudo haber sido peor, no sé, digo yo.

¡Hermanita! –Dijo un chico de cabello corto castaño, ojos color miel y con un tupé de lo más original, que acababa de entrar en la cafetería y se dirigió a Claudia.

¿Lucas?  ¡Viniste! –Le abrazó, le soltó y le echó un vistazo a su hermano.- ¡Mírate! Estás más delgado…
¿Eres Claudia mi  hermana o estás poseída por el espíritu de nuestra cada vez que vengo? –Dijo en tono burlón.

Lucas, ellos son Mario, Manuel y a Óscar ya lo conoces. –Le dijo y él amablemente les saludó.

Chicos, nos vemos luego, ¿vale? Voy a aprovechar a ver mi madre con mi hermano. ¡Muchas gracias por venir! Significa mucho para mí. –Les comentó Claudia.

Para eso estamos ¿no? Cualquier cosa no dudes en llamarnos. –Se apresuró a responder Mario.

Claudia y su hermano, Lucas, abandonaron la cafetería. Los chicos pagaron sus cafés y Óscar con cara de desánimo fue al baño.

¿Qué le pasa a este? –Le preguntó Manuel a Mario.

¿Qué va a ser? ¡Claudia! Ha estado todo el viaje hablando de Eric esto, Eric lo otro, Eric, Eric, Eric… ¡Parecía un disco rayado! –Le contestó.

¿Ah sí? Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma –murmuró con una mirada seria.

¿Qué tramas? He visto esa cara antes y no me engañas.- Le dijo Mario.

Nada, puedes estar tranquilo que no tramo nada.

Al día siguiente, nuestros protagonistas estaban reunidos en el parque Montesol de picnic.

Desmemoriada, alcánzame un sándwich de atún, si es que recuerdas cuáles son, claro…-Dijo Manuel.

¿Qué gracioso? –Se lo alcanzó. –No creo que tu constante sarcasmo me ayuda a progresar.-Le espetó a Manuel.

Tampoco veo que tú querido Eric lo haga y sin embargo me callo como una puta, qué quieres que te diga…-Le respondió Manuel y da un mordisco al sándwich.

Todos le miran seriamente para que se dé cuenta de que el comentario estuvo fuera de lugar.

¿Qué? Al menos soy sincero. –Dice y continúa con el sándwich.

Oye, qué bueno que tú hermano esté aquí. –Le dice Mario a Claudia.

¡Sí! La verdad es que así los dos podemos estar más pendientes de nuestra madre ahora que mañana le dan el alta. –Contestó.-Chicos os agradezco que paséis conmigo el rato porque me ayuda a entretenerme y por otra parte porque me ayuda a recuperar la memoria, aunque de momento no avance.

Tiempo al tiempo, Claudia, son cosas que requieren de ello. –Le dice Óscar.

Sí. Por cierto, mirad o que Eric me regaló anoche –dice enseñando un anillo-, dice que es para que recuerde lo fuerte que es lo que siente por mí…

Óscar se levanta y empieza a alejarse. Manuel mira a Mario y le indica que vaya tras él con un gesto, quedándose Claudia y Manuel solos.

¿He dicho algo malo? –Preguntó.

¿Puedo ser sincero? –le dijo Manuel con un tono de suavidad y delicadeza que nunca había tenido anteriormente.

Sí, claro, adelante –Contestó.

¿De qué coño vas? –Ya perdió ese tono de delicadeza que ofreció al principio.

¿Cómo? –Dijo perpleja y desconcertada.

Sí, lo que oyes. ¿De qué coño vas? Pierdes la memoria en un accidente de tráfico que tu novio, Eric, provocó y se molestó en cargar con la culpa a Mario finalmente recuperando la cordura y retirando los cargos contra él después de que le pillasen en la grabación y estás todo el día diciendo lo fabuloso y gran novio que es cuando estuvo casi tres semanas sin ir a verte para saber cómo estabas. ¿De qué vas? –Le espetó Manuel.

Pero es mi novio, no el tuyo, métete en tus asuntos y dedícate a reconocer tus errores en vez de echárselos a los demás, al igual que hiciste con Mario, si es que de verdad ni te lo mereces…-Dijo Claudia.

Eso sí lo recuerdas ¿no? Pero eres incapaz de recordar que Eric y tú antes del accidente no erais pareja y que tu amistad con Óscar acabó en romance…-Claudia le mira sorprendida- Sí, los dos habíais empezado como pareja y va tienes el accidente. ¿Sabes lo doloroso que tiene ser esto para él? Todos los días hablando de Eric como si se tratase de un héroe o algo cuando en realidad ni se ha preocupado por ti. Madura, Mafalda, madura.

Claudia se levantó y se fue de allí.

Mario y Óscar vinieron.

¿Se ha ido? –Preguntó Mario.

Sí, al parecer tenía que ir a no sé qué cosa son su hermano, aunque me sonó a excusa después de que le explicase que mencionar a Eric provocaba una situación incómoda…-Respondió Manuel.

Los tres se sentaron sobre el mantel del picnic.

¿Te encuentras bien? Ya verás que al final volverá a ser quién era, es normal que tarde, nunca se sabe cuánto pueden durar estos casos. No desesperes –Le dijo Manuel a Óscar.

Ya. Ese es el problema, sé que hay que esperar, pero creo que ya me he cansado de ello…-Contestó.

Justo en frente de ellos, un mercedes negro acababa de aparcar. De él se baja una mujer vestida como si de una ejecutiva se tratase. Peinada perfectamente con su pelo moreno recogido y unas gafas oscuras que conjuntaban con su atuendo, se acercó a Mario.

Me dijo tu padre que te encontraría aquí y visto que no contestabas mis llamadas tenía que venir –Le dijo a Mario.

¡Perdón Caroline! Dejé mi móvil en el coche. ¿Qué pasó? ¿Qué tienes que decirme? –Le pregunta Mario.
Era para comunicarte que a partir de las 11:00 a.m. de mañana comienza el rodaje de PopStar y tú eres uno de sus protagonistas, así que tienes que estar allí. –Le comentó.

Pero ¿y mis clases en el Instituto? –Preguntó Manuel.

Tu padre ya nos hizo saber lo mucho que querías quitarte de encima el bachiller, así que hemos ajustado tus escenas  a tu horario. –Contestó.

De acuerdo, allí estaré. –Le dijo y la  mujer se va mirando de manera extraña y penetrante a Manuel.
¿PopStar? ¿Vas a participar en un reality? –Preguntó Óscar.

No. Se trata de la nueva serie musical que Telecinco está preparando y que Mario, aquí presente, será uno de sus personajes principales…-Dijo Manuel inmediatamente.

¿Tú cómo es que sabes tanto? –Preguntó Mario.

Porque José es tu coreógrafo y ayer me invitó a pasear por el instituto ficticio que tenéis como ambientación para la serie…-Respondió Manuel.

¿Y quién le ha dicho que puede estar ahí cuando le apetezca? A ver si hablo con la cadena para que se le acabe el chollo y deje de utilizar el set e rodaje como picadero…-Contestó Mario.

¿Qué? ¿Pero quién te has creído que soy  yo? Como picadero dice…Gracias a esa invitación, tenéis coreografía para un número de la serie y logré conseguir el colgante, así que no hables sin saber. –Le dijo Manuel.

Bueno, ¡se acabó chicos! Solucionad lo que tengáis que solucionar. –Mario y Manuel se quedaron mirando con cara de pocos amigos- Cambiando de tema, ¿qué hacemos ahora con el colgante? –Preguntó Óscar.

Es inútil si no tenemos el otro, ¿cierto? –Responde Mario.

Cierto –Dice Óscar.

Por qué no aprovechamos y vamos esta tarde a visitar al bibliotecario, tal vez nos sea de ayuda…-Propone Mario.

Por mí vale. ¿Tú qué dices Manuel? –Pregunta Óscar.

Sois mayoría, así que me jodo ¿no? –Responde.

Manuel de camino a su casa, vuelve a pasar por el lugar en el que el día anterior había visto a la madre de Mario dándole algo a Eric y pudo a ver a Eric caminando por la acera. Aparca y Manuel se baja, yendo a dar con él.

Lo empuja contra la pared y lo deja sorprendido.

¿Qué te pasa tío? –Le dice.

No, ¿qué te pasa a ti? –Le pregunta Manuel.

No sé de qué me estás hablando.- Responde.

¿No sabes? Yo creo que sí. ¿Qué es lo que la madre de Mario te da todos los días aquí? ¿No era que tú no conocías a su familia? –Le pregunta Manuel.

¡Apártate! –Empujó a Manuel.- No sé de qué me estás hablando…

De acuerdo, lo dirás en comisaría, yo me encargo de hacérselo saber.-Dijo Manuel.

¡Está bien! ¡Está bien! La madre de Mario me paga cada día una cantidad de dinero que acordó conmigo para que retirase los cargos en contra de su hijo…-Confesó.

¿Qué? ¿Y el vídeo que se mostró en el juicio? ¿No retiraste los cargos por eso? –Preguntó Manuel.

No. Ya había retirado los cargos la noche antes del juicio, pero aun así el la vista judicial estaba prevista para el día siguiente y se debía llevar a cabo, así que allí hice pública la retirada de los cargos. –Dijo Eric.- Ya tienes lo que querías, ahora déjame en paz.

Se alejó y en la distancia, Manuel pudo comprobar cómo Eric se subía a un coche. Cuando el vehículo pasó por su lado, se percató de quién lo conducía. Era Lucas, el hermano de Claudia.

¿Lucas? ¿El hermano de Claudia? –Preguntó desconcertado Óscar en la puerta de su casa, después de que Manuel apareciese allí.

¡Sí! ¡Te lo juro! Yo me quedé igual, no sé de qué va todo esto, ni siquiera sabía que pertenecía a su círculo de amigos. –Dijo Manuel.

Espera un momento, ¿se puede saber qué hacías tú con Eric? –Le preguntó.

Ayer vi cómo la madre de Mario le daba algo frente al bar de Juan. Hoy volví a pasar por allí a la misma hora para matar la curiosidad y al verlo de nuevo en el mismo lugar, le amenacé con ir a la policía si no me decía  de qué iba todo. –Comentó.

¿Y lograste que confesara? –Preguntó Óscar.

Tú qué crees…-Se acercó a él y después echar un vistazo, en un tono más bajo dijo- Resulta que la madre de Mario le paga una suma de dinero después de haberle retirado los cargos.

Entonces, si Mario está en libertad no fue por arrepentimiento de Eric ni mucho menos, sino porque la madre y él habían acordado un precio para que Mario disfrute de su libertad. –Dijo Óscar sombrado.

¡Exactamente! –Dijo Manuel.

En seguida un carraspeo llamó la atención de ambos.

¿Interrumpo algo? –Pregunto Mario.

¡No, nada! –Dijeron serios los dos.

Los tres estaban frente a la que parecía ser la dirección que el bibliotecario les dio.

¿Es aquí? –Preguntó Mario.

Eso parece –Dijo Óscar.

Manuel se apresuró a tocar el timbre. De inmediato, se abrió un poco la puerta y unos diminutos ojos miedosos se veían por los ocho centímetros –aproximadamente- en los que la puerta estaba abierta. Cerró la puerta, retiró la cadena, abrió y les invitó a pasar. En el salón de su hogar se creó un ambiente un tanto incómodo. Ninguno hablaba. El bibliotecario les miraba y no decía nada.

¿Podría explicarme cómo es posible que usted esté vivo y por qué motivo fingió su muerte? –Preguntó Manuel.

Es complicado… Digamos que fui amenazado y me vi obligado a abandonar mi trabajo. Para que esa amenaza dejase de creer que soy un obstáculo robé un cadáver del cementerio y con ayuda de un médico que por dinero es capaz de hacer cualquier cosa, falsificó su ficha dental por una similar a la mía y como el rostro del cadáver estaba irreconocible, ni se molestaron en investigar…-Dijo y le dio un periódico con la noticia de un cadáver desaparecido.

¿Quién le amenazó? –Preguntó Mario.

No lo sé. Pero sólo puedo deciros que tenéis que tener cuidado, no es humano por mucho que lo aparente. –Dijo.
¿Por qué íbamos a creerte? –Replicó Manuel.

Manuel, ¡nos está ayudando! –Dijo Óscar.

Sí, claro, ¿nos ayuda diciendo que se fue porque su vida corría peligro y ni siquiera sabe quién es su verdugo? Anda y que vaya a Disney con ese cuento…-Gritó.

Más bien, debéis plantearos quiénes son vuestros amigos…-Expresó.

¿Qué? ¿Perdona? ¿Insinúas que yo tengo que ver algo en esto? –Preguntó Manuel levantándose ante él.
No sé, explica tú esto –Sacó su móvil y de pronto los tres chicos pudieron ver a Manuel y a José bailando en la cita del día anterior.

¡No puede ser! –dice Mario.

¿Y esto? –Pregunta Óscar.

Chicos, le estaba quitando el colgante, lo que desde ese plano no se percibe. ¡Os está volviendo en mi contra! –Dijo.

Aquí lo que parece, es que el tío que puede estar relacionado con todo el tema de este diario y tú se están besando. ¿No te das cuenta? –Le recrimina Mario.

Si preferís creer a alguien que muestra un vídeo en el móvil que supuestamente nadie tenía por qué tener, ya que no había nadie más allí, allá ustedes, porque yo abandono todo este tema del diario. ¡Estoy harto! ¡Es de locos! ¿Por qué iba a quitarle el colgante a José si estuviese loquito por él? Si fuese así se lo preguntaría. –Se fue.

¿Cómo has obtenido ese vídeo? –Preguntó Óscar.

Me lo han enviado esta mañana desde oculto. –Dijo.

¿Y por qué has dado por supuesto que se trataba de algo sospechoso? -Preguntó Óscar desconfiado.

¿Por qué se relaciona vuestro amigo con el poseedor del colgante que supone el talón de Aquiles del autor del diario? -Respondió inmediatamente.

Mario y Óscar se miraron. Cuando estaban saliendo de la casa, el bibliotecario cogió del brazo a Mario.
Escucha, sé que ahora es difícil de comprender, pero recuerda, nada es lo que parece ser. Pensad –Y en la mano le pudo un papel arrugado y le trancó la puerta de su casa en las narices.

Mario llegó a su casa y al pasar por el salón, su madre rápidamente se levantó y acudió a él.

¡Hijo! Mira quién ha venido a verte…-Dijo mostrándole a una chica rubia de ojos azules y piel pálida que estaba de pie tras su madre.

¡Jennifer! Cuánto tiempo. –La saludó.

Bueno, pasaba por aquí, ya que a partir de mañana seremos compañeros de reparto en la serie. –Dijo.

¿En serio? ¡Joder! Tenemos que ponernos al día, tengo mucho que contarte.- Comentó.

Estoy deseándolo- dijo ella.

Y los dos salieron a la terraza mientras la madre de Mario les contemplaba. Su marido no tardó en aparecer.
Cariño, ¿no tendrás algo que ver con que esa chica volviese verdad?- Preguntó.

Digamos que la recomendé para uno de los papeles principales. –El marido la miró algo confuso- No me mires así, piensa que donde hubo fuego, cenizas quedan. Ella le recordará que él está hecho para formar una familia junto a una mujer. Han pasado tres años desde que trabajaron juntos en aquella serie, pero si sintieron algo los dos, en pocos días lo recordarán. Como suele decirse: El primer amor nunca se olvida…-Confesó.

Por su parte, Óscar se disponía a entrar en su casa cuando una sombre detrás de él le interrumpió.

¡Hola! –Dijo Claudia.

¡Hola! –Dijo Óscar. -¿Te encuentras bien? –Preguntó.

¡He recordado! –Dijo bajándole las lágrimas por los ojos.

¿Qué? ¿Qué has recordado? –Preguntó.

Estaba de camino a casa cuando en la calle escuché a unas niñas saltando la comba y de repente me vino a la mente una especie de trabalenguas o de adivinanza que decía: “Un, dos, tres… ¡Ojos que te ven!  Cuatro, cinco, seis… ¡No lo descubriréis! Siete, ocho, nueve… ¡La sombra se mueve!”. También recuerdo todo lo relacionado con el diario. –Respondió.

¿Y relacionado con Eric? –Preguntó Óscar.

Ella sacudió la cabeza hacia los lados.

Pero he sabido algo. ¿Es cierto que el día del accidente, tú y yo habíamos empezado a ser pareja? –Preguntó Claudia.

Él, Óscar, asintió.

Eric y yo lo hemos dejado. –Le enseñó la mano y en lugar del anillo que Eric le había dado, ella llevaba puesto la anilla de la botella de agua que él le había dado aquella tarde en la Plaza del Obradoiro.

¿Lo recuerdas? –Preguntó desconcertado.

Perfectamente. –Contestó.

Se abalanzó sobre él y no esperó a que él tomase la iniciativa, le besó y le besó como si el mundo se acabase para los dos.

¡Te quiero! –Dijo Claudia.

¡Y yo a ti! –Dijo Óscar.

Óscar abrió la puerta y la cerró. La cogió en brazos, subió a su habitación y muy lentamente la puso en su cama.

¿Qué libro te apetece que te lea? –Preguntó Óscar frente a la estantería.

Claudia se levantó le agarró su torso, le quitó la camiseta y poco a poco le fue besando la espalda.
Claudia, yo…-Comenzó a decir.

Le mandó a callar y le besó.

Escribamos nuestra propia historia…-Le susurró.

Él se dio la vuelta. Le colocó el pelo y  la besó. Desesperadamente le quitó su camisilla lila y  su falda mientras  ella a él  le dejaba sin sus pantalones quedando los dos en paños menores.

Óscar encendió rápidamente las velas aromáticas de su cuarto  y se disponía apagar la luz cuando Claudia se lo impidió.

Llevo mucho tiempo atrapada en la oscuridad. Sólo me apetece verte...Sentirte...Que seamos uno –Le dijo rodeándole con sus brazos y él, decidió dejar la ventana abierta, para que la luna llena fuese testigo de cómo dos grandes amigos, pueden convertirse en algo más que eso. 

domingo, 26 de agosto de 2012

Capítulo 14: Un día lleno de inquietudes



Abrí los ojos y pude comprobar que ya había amanecido. Miré el despertador. Apenas podía abrir los ojos. Eran las 10:35 a.m. Me senté y mientras miraba el suelo minuciosamente recordé que hoy tenía que quedar sí o sí con José y tratar de quitarle ese misterioso colgante  mientras la desmemoriada de Claudia, el friki de Óscar y el patán de Mario estaban pasándolo pipa en Toledo.

Rápidamente me puse en pie. Fui al baño a hacer mis necesidades después de casi 12 horas durmiendo. Estiré un poco mi cuerpo por la habitación. Me senté en el escritorio a la vez que encendía el ordenador. Conecté el internet y entré en Facebook directamente para poder contactar con José. ¡Qué estúpido! Acabo de recordar que la noche de la fiesta de los fundadores él apuntó su número en mi móvil. Me levanto y cojo mi móvil. Pero a la vez me detengo. Debo pensar qué le voy decir, pues no puede saber mis intenciones.

Marco su número, me acerco a la ventana y mientras me pongo a apretar mi anillo de los nervios. Entonces lo coge.

¿Hola? –Pude identificar su voz al momento.

¡Hola, José! Soy yo, Manuel –me identifiqué yo.

Pensaba que no llamarías. Pero gracias, acabo de ganar una apuesta…-Me espetó. No pude evitar ruborizarme.

Bueno, quería saber si hoy podíamos hacer algo, no sé, lo que te apetezca –No sabía cómo continuar- Me gustaría verte –Aunque creo que así no lo arreglo mucho. Me voy a meter  en un follón, seguro.

Vale, espero que no te importe que me ayudes en mi trabajo. La verdad es que necesito inspiración y sin duda alguna, sé que tú serás mi musa -¿Musa? ¿Acaba de llamarme musa? Cómo siga se la gana…- ¿Qué te parece?

De acuerdo. Cuenta conmigo. ¿Dónde nos vemos? –Le pregunto.

Yo sé dónde es tu casa, así que yo te paso a recoger y me acompañas a Madrid –me dijo.

¿Trabajas en Madrid? –Le pregunté.

Ya esta tarde sabrás. De momento, estate preparado porque a las 17:00 te paso a recoger. ¿Qué me dices?
Genial. A las 17:00. Aquí te espero –Le dije.

Espero no haberte excitado con mi sensual voz, ya que espero provocar eso en ti, pero en persona…-Me dice. En serio, ¿se cree que así trata de ligar conmigo? ¡Qué fantasma!

¡Adiós! Me quedo sin batería –Así  de sencillo le colgué y acabé con su testosterona.

Entonces mi móvil volvió a sonar y ni me molesté en mirar quién era, tenía que ser José.

¿No te ha quedado claro que tus trucos conmigo no funcionan? No me tienes mordiendo del anzuelo ni mucho menos…-Le dije quedándome liberado.

De repente sentí vergüenza de mí mismo.

¿Manuel Domínguez? –Me dijo una voz que no era la de José. –Creo que acaba de confundirme con otra persona, soy Alfredo, le llamo desde el Centro de Desintoxicación en el que su madre está interna. Verás necesitamos que venga. Ha habido algunas complicaciones.

Me quedé inmóvil. Casi no vocalizo bien al decir “voy para allá”. Colgué. Me vestí rápidamente, cogí el móvil, arranqué el coche y fui a toda pastilla al Centro.

Una vez allí, me dirigí al mostrador. Allí una muchacha nueva estaba masticando chicle y hablando por teléfono a la vez que ignoraba mis gestos de que me urgía pasar a hablar con el doctor. Harto de su ignorancia, me alongo al mostrador y le cuelgo el teléfono. Hizo un gesto. Intentaba quejarse, pero en seguida la dejé sin ganas…

He venido conduciendo desde muy lejos para esperar a que una niña consentida como tú que no se toma su trabajo en serio me deje pasar a hablar con el doctor en fin de año, así que te dejo elegir entre estas dos opciones: O me dejas pasar a hablar con el doctor o el chicle te lo meto, con ayuda de mi puño, tan rápido por culo que no vas a poder sentarte durante días en una silla. ¿Qué me dices? –Le espeté con muy mala leche.

Sabía que no le iba a quedar de otra que levantarse y comunicarle al doctor que ya estaba esperándolo. Cierra la puerta al salir, se sienta detrás del mostrador y me mira con recelo. El doctor abre la puerta inmediatamente y viene hacía a mí. Me estrecha la mano y me pide que lo acompañe. Algo iba mal. Muy mal. Le seguí, cerré la puerta y me senté en el asiento que me indicó. El corazón me iba a salir por la boca de los nervios. Nunca me habían hecho venir aquí así, tan repentinamente. Lo que quiere decir que sea lo que sea no podía ser muy bueno.

Manuel, yo sé que usted y su tío, se han encargado de que su madre esté aquí bien atendida, que no le falte y no la tienen descuidada…-Comenzó el doctor- Pero tengo que darles una noticia que me avergüenza porque no sé cómo ha pasado…

Doctor, por favor, suéltelo ya porque los nervios me están matando… ¿Ha muerto mi madre? –Pregunto.

No. Por supuesto que no. ¿Cómo ha llegado a esa conclusión? –Me pregunta.

No sé, no para de excusarse y no me dice para qué me ha hecho venir. Usted me dirá…-Le espeté.

De acuerdo, se lo diré ya –Hizo una pausa de lo más incómoda- No sabemos cómo, pero su madre se ha escapado del Centro.

¿Qué? –Inmediatamente me levanté- Nos dijeron que tenéis vigilantes las 24 horas y que el Centro estaba protegido, que nadie se había fugado nunca.

Y no mentí, su madre es la primera que ha logrado escapar. Hemos contactado con la policía, que han estado y han llegado a la conclusión de que tal vez alguien la ayudase a escapar - Me dijo.

Bueno, ¿y  qué se supone que de debo hacer? ¿Esperar sentado a ver qué noticias tengo de mi madre? Quién va a ayudarla a escapar si nadie más a parte de mí viene a visitarla… ¿Ustedes no tenéis cámaras de vigilancia? –Le pregunto.

Sí, pero resulta que algo ha debido pasar con todas ellas porque no grabaron nada en toda la noche. Creo que se han roto o algo –Me respondió.

¡Encima! –Grité. Cogí aire y le contesté – Cualquier noticia que tenga de ella, por favor hágamela saber. Y hazme el favor de comprar cámaras buenas, a saber desde hace cuánto tiempo no funcionan…

Salí indignado de su oficina. Cogí el coche y no paraba de pensar a qué lugares podía ir a  mi madre y en caso de que alguien la ayudase, ¿quién? ¿Por qué?

Mientras espero a que el semáforo se ponga en verde para continuar el trayecto de vuelta a casa, un acontecimiento curioso roba y concentra toda mi atención: La madre de Mario acaba de darle algo a Eric y este se ha ido como si nada. Recuerdo que Mario dijo que sus familias no tenían ningún tipo de relación. ¿Me he perdido algo?

Me veo obligado a dejar de prestar atención a ese momento que me dejó perplejo dado que no paraban de pitarme y entonces me di cuenta de que ya estaba en verde y que obviamente, todo conductor y más a estas horas, se vuelve impaciente.

La preocupación por la repentina fuga de mi madre me impide comer con fundamento. Así que preparo la bañera para un baño relajante hasta que se vaya acercando la hora de que José venga a recogerme.

Así fue, llené la bañera, puse a la música de mi ordenador  al máximo y me metí en la bañera, preparado para un rato de relax, sin presiones ni preocupaciones. Cerré los ojos y, aunque me molestase, me vino a la mente la imagen de Mario. No sé si se trata de una señal o algo, pero era él, con esa mirada picarona y esa sonrisa arrolladora. Le extraño, eso no es un secreto, aunque sé disimularlo muy bien. Abro los ojos y me doy cuenta de la realidad. Así que no me queda más remedio que hundirme un poco en la bañera para  sacar de mi mente a Mario en ese preciso instante. Cuando intenté incorporarme, algo, una fuerza extraña me impedía que volviese a la superficie de mi bañera, es como si alguien me estuviese intentando ahogar. Empiezo a desesperarme y pataleo a pesar de que me duela los golpes que mis piernas se están llevando. Mis brazos son los siguientes en unirse a las piernas, los abanico a un lado y a otro. Noto el daño que me están haciendo pero no siento el contacto físico de la otra persona.

Abro los  ojos bajo el agua y no veo sombra alguna de quién quiera que esté tratando de matarme. Siento que se me corta la respiración y en la mente veo una especie de luz blanca que me envuelve y que emerge una figura viniendo hacia mí. Era Mario quien venía hacia mí. No puedo creer que lo último en lo que piense en esta vida es en él. Vale, ya estoy debatiéndome conmigo mismo, como siempre. Entonces noto que esa especie de fuerza desaparece rápidamente y cuando me incorporo, no paro de mirar a ambos lados del baño y no veo nada sospechoso. Tomo el aire suficiente para continuar y dar gracias, en mi interior, por seguir vivo. Ni pisadas mojadas ni indicios de que alguien se haya colado allí en mi baño para matarme. Me envuelvo la toalla en mi cintura y contemplo mi rostro en el espejo. No hay  moratones ni nada por el estilo, pero estoy seguro de que lo que acaba de pasar es totalmente cierto. En seguida me doy una vuelta rápida por  la casa. Definitivamente no hay nadie.

Queda poco para que sean las 17:00 horas. Me pongo mis vaqueros blancos, una camisa negra de botones que compré hace poco en Zara y unos mocasines a juego. Para realzar mi atuendo, me peiné acorde y me hice un elegante tupé y no podía faltar un maravilloso reloj blanco de Swartchz. De pronto veo que el whatsapp de mi móvil suena. Era José. Mi cita con él para tratar de sustraerle el colgante estaba a punto de comenzar. ¿Por qué me pongo nervioso? Me acaba de decir que ya está fuera esperándome en su coche. Así que me aseguro de que cogí las llaves, de que estoy presentable, le echo el último vistazo a la casa y salgo. Allí estaba él, en su Polo verde metálico, con los ojazos que siempre ha tenido y su dentadura perfecta.

Disculpe, ¿sabe si un tal José está por aquí? –Bromeé.

No, me ha dicho el jefazo que está ocupado preparando una cita de ensueño para sorprenderte y que te lleve hasta su mansión. –Contestó.

¿Una Mansión en Madrid? Dile que ya me ha sorprendido. –Le respondí.

Se ríe y me invita a sentarme en el coche. Abro la puerta, me siento, cierro la puerta, me coloco el cinturón y él arranca. Estuvimos todo el trayecto desde la Roseta hasta Madrid hablando de nuestras vidas y recordando aquellas noches en Barcelona en la discoteca Snoopy´s, donde nos conocimos.

De repente, veo que aparcamos en los exteriores de lo que parece ser Telecinco. Desconcertado le miro a la espera de una respuesta.

¿Qué? ¿Ocurre algo? –Me pregunta.

Ah, no sé, dime tú. Trato de huir de los periodistas y apareces tú y me traes a la cadena de televisión que más bien se les da especular…-Le respondo.

¡Relájate! Trabajo aquí, confía en mí. No pasa nada. –Me dice abriéndome la puerta del coche y ofreciéndome una mano para salir. ¿Por qué será que me siento tan princesita en este momento? En fin, acepto y me dejo llevar.

Me lleva a un plató con muchos decorados diferentes. Casas, salones de música, pasillos de un instituto, aulas…

¿Qué se supone qué haces tú aquí? –Le pregunté tocando una de las sillas del decorado del salón de música.

Soy coreógrafo de una serie musical de televisión que Telecinco está preparando. –Me responde.

¿High School Musical? Pero en qué mundo vivimos…-Dije.

No exactamente. Se trata de un drama adolescente que se desarrolla en un instituto donde un grupo de talentosos jóvenes tienen el sueño por triunfar en el mundo de la música. –Me contestó.
¿Y cómo se llamará la serie? –Pregunté.

Pop Star- Me respondió.

¿Cómo el concurso musical? –Volví a preguntar.

Sí, ya sabes que en España carecemos de ideas originales.

Definitivamente jefe, me has impresionado. El sueño de todo chico en su  primera cita con el tío al que no ve desde hace años es que lo lleve al set de una serie de televisión que para colmo es un musical sobre lo guay que es la vida mientras Rajoy gobierna en España, ¡yupi! –Dije con ironía.

Sé que no es el sitio ideal para una primera cita pero pensé que quizás te gustaría ver en lo que trabajo y que me ayudases a preparar algunos bailes para la serie. –Me dijo él.

Yo no bailo. –Respondí en seco.

No trates de hacerte el duro conmigo, que recuerdo cómo meneabas el esqueleto en las tarimas de las discotecas de Barcelona aquellas calurosas noches…-Me contestó inmediatamente.

¿Por qué tienes que hacerlo todo más porno de lo que es? Te ayudaré a cambio de que no vuelvas a describir nada como acabas de hacer con esos recuerdos catalanes del verano 2007…-Le espeté. Me senté en una de aquellas sillas del salón de música y vi cómo se quedaba mirándome extrañado.
¿Qué haces? –Me pregunta.

¿Yo? Viéndote bailar, así luego te corrijo los pasos, te hago sugerencias…-Le comenté.

No, no, no, no… Tú bailarás conmigo y así me ayudarás. ¡Venga! –Me obligó por último con una mirada ilusionada cuyos ojos contenían un brillo que a muy pocas personas les he visto.

En serio, yo no bailo, no soy de los que bailan. –Le dije seriamente.

Sabes, cuando alguien dice eso es porque algo esconde. Algún motivo tienes que tener para qué no menees tu cuerpo. –Me mira y me coge la mano y apoya la suya encima de la mía- Bailar es un placer que todo el mundo puede permitirse, pertenezca a la clase social que pertenezca. Anda, confía en mí. Cuéntamelo, no te juzgaré…-Me contestó agachándose frente de mí para que al bajar mi cabeza pudiese verle.

¿Tan listillo que eres por qué no lo adivinas? –Le respondí levantándome y apoyándome en el enorme piano que había en aquel decorado del salón de música para la serie.

Bueno… ¿Quizás estés cabreado con el mundo porque alguien de este mundo no te trata como debes? –Me dijo regañando un ojo temiendo haberse equivocado.

¡No está mal! ¡Nada mal! ¿Te has planteado alguna vez si eres hijo de la bruja Lola? He notado que tienes algún parecido con ella cuando dice lo de las velas negras –Le contesté entre risas –Bueno, la verdad es que tengo una mala suerte…Me he criado en un hogar desestructurado después de que mi padre nos abandonara a mi madre y a mí porque  se fue con otra  mujer cuando yo era un crío. –Hago una pausa y evito que se me humedezcan los ojos al recordar los detalles de mi pésima vida. Le miro y continúo- He pasado muchos años cabreado conmigo mismo y con todo el mundo, pero eso cambió cuando conocí este año a alguien especial y justo cuando empezaba a creer que tal vez la vida puede de color de rosas se tiñe de gris y me entero que somos hermanos por parte de padre…-Le espeté. Él no paraba de mirarme, creo que no encontraba las palabras adecuadas. Se levanta se acerca a mí y me arrastra a lo que parece ser un escenario en un salón de actos que también forma parte del decorado.
Necesitas bailar.-Me dijo con una mirada penetrante.

Yo no sé…-Le comencé a decir hasta que me cortó.

Calla -me dijo agarrándome la cara.- Espera aquí, será un segundo. –Me dijo.  

Las luces que habían que iluminaban el bonito y logrado decorado del salón de actos se apagaron y en su lugar, se encendió un gran foco de color azul justo en el lugar en el que yo estaba situado. Empezó a sonar una canción que me era familiar, Chasing pavements de Adele. José apareció por detrás de mí y me agarró por la cintura.

Algo tembloroso le dije –Yo…

Inmediatamente me interrumpió- Solo déjate llevar –así que apoyé mi cabeza sobre su hombro y me limité a seguir sus pasos. Acarició mis brazos y agarraba mis manos con suavidad a la vez que susurraba la letra de la canción a mi oído. Hubo un momento en el que me puse frente a él para poder bailar a la vez que le veía mientras él me cogía por la cintura y yo con mis brazos rodeaba su cuello. Al fijarme en lo entreabierta que tenía la camisa le vi el colgante y recordé a qué había venido a Madrid con él. ¿Cómo hago para quitárselo sin que se dé cuenta?

Comencé a desabrochárselo mientras que él cerraba los ojos para bailar a ritmo la canción mientras agitaba las caderas de un lado al otro. Estaba nervioso. Noté cómo sus manos bajaban cada vez más hasta posarse sobre mis glúteos. Se me aceleró más el pulso. Pero, ¿Qué se suponía que debía hacer para que no se diese cuenta? Me percaté de que tenía los ojos abiertos y que sus manos sostenían mi rostro y que sus labios dibujaban un beso que selló los míos al ritmo de la canción de Adele. No sé si será que me dejé llevar por el momento o porque no quería que me pillase robándole su colgante, ese beso no sabría cómo explicarlo. Una vez lo puse en mi bolsillo del pantalón vaquero, pude respirar tranquilo mientras los dos apoyábamos la frente del uno en la del otro.

En el camino de vuelta a casa, pasando por la calle en la que estaba la casa de Claudia, había una ambulancia saliendo justo en ese momento. Los bellos se me pusieron de punta. Me fijé entre toda la gente que había allí fuera de la casa de ella, en dos siluetas que reconocí de inmediato.

¡Déjame por aquí, por favor! –Le dije mientras me desabrochaba el cinturón.

Tú vives todavía más allá, ¿Pasa algo? –Me preguntó.

Es la casa de una amiga, he de bajarme aquí. –Le expliqué en seguida. No sé por qué pero sentí cómo si los dos fuésemos íntimos.

De acuerdo. Espero que te haya gustado el día de hoy y que quieras repetir. –Me respondió.

¿Cómo las natillas? –Le espeté al bajarme del coche  y aún con la puerta abierta le contesté- Muchas gracias, la verdad es que me ha encantado el día de hoy.

Como para no gustarte, a un hombre como yo no se le puede decir que no, chaval. Te tengo impresionado, así que ya tendrás noticias mías –Se chuleó sacándome una sonrisa y yo le cerré la puerta.

En medio de ese ambiente de incertidumbre, me acerqué a las dos personas que reconocí desde el coche.

Chicos, ¿qué hacéis aquí? ¿No veníais mañana? –Le pregunté a Óscar y Mario que estaban frente a la casa de Claudia.

Sí, íbamos a venir mañana, pero recibimos un anónimo como que tú corrías peligro con el chico del colgante y al volver Claudia iba a dejar sus cosas en su casa y se encontró a su madre tirada en medio del salón. Dicen que tal vez se trata de un infarto, pero se la acaban de llevar en la ambulancia y Claudia fue con ella. –Me dijo Mario, mirándome con cara de preocupado.

¡Joder, qué putada! Deberíamos  ir con ella. Por cierto, lo tengo –dije mostrándoles el colgante.
¡Fenomenal! –Dijo Óscar.

¿Y qué averiguasteis allá, entonces? –Les pregunté.

Nada, pero al menos el viaje no sido en vano.- Dijo Óscar.

¿Sí? ¿Y eso? –Les pregunté desconcertado.

Resulta que nos hemos encontrado en el tren de vuelta con alguien familiar… -Hizo una pausa inquietante y volvió – Nos hemos encontrado con el bibliotecario.

Pero, ¿ese hombre no estaba muerto? –Les pregunté.

Se suponía, pero al parecer está vivito y coleando…- Me dijo Óscar.

De pronto mi móvil sonó. Miré y era un mensaje. Me quedé helado. Sin respiración. Ni pestañeé.

Mario me agarró por un brazo.- Manuel, ¿estás bien? –Me preguntó y me di cuenta en la mirada desconcertada de Óscar hacia mí reacción.

¡Sí! Estoy bien. ¿Vamos al hospital entonces? –Les dije.

Sí –Me respondieron ambos a la vez.
A unos metros de ellos, un coche estaba aparcado. Quién lo conducía, vio cómo Manuel, Óscar y Mario se iban juntos directos al hospital en el coche de Mario. De inmediato, marcó un número de teléfono.

¡Les tenemos justo dónde queríamos! –Dijo y colgó.

Al tocarse el cuello, algo no iba bien. Buscaba algo en su coche, como si hubiese perdido algo.

¡Mierda! ¿Y mi colgante? –José sospechó que el colgante podría estar en manos de Manuel.