sábado, 30 de junio de 2012

Capítulo 9: "Obradoiro"



Maldita ouija. El vaso me estallado en toda la mano. Encima él único que se preocupa por mí en estos momentos es Manuel. Ha venido hasta mí y observó mi mano. Después de que contase toda esa historia de Verónica, tuvimos que hacer tiempo hasta medianoche. Mientras tanto él se ofreció a curarme las heridas de mi mano derecha y quitarme algunos cristales que tengo incrustados en ella.


No podía mirarle, estoy demasiado cabreado con él. No puedo creer que negase el beso ante todo el mundo mientras yo estaba dispuesto a dar la cara. Es a mí a quién perjudica más todo este asunto. Claudia le habrá perdonado lo de aquella noche, pero a mí me pareció que miró más por su interés sin pensar en que alguien más podía salir dañado, así que por mi parte el rencor sigue ahí. Pero no es eso lo que más me duele. Me duele el hecho de que para él enfrentarse al día a día no es nada, para él nada ha cambiado, sigue  igual que antes. Yo, por el contrario, no puedo quitármelo del pensamiento y, por supuesto, de mi corazón. Parecerá una cursilada, sólo ha sido un beso, pero nunca había sentido esto que siento por alguien de mi mismo sexo. Sé que dentro de él hay algo de bondad bajo esa fachada suya. Pero es tan impulsivo que no medita sus acciones.

Vino con una especie de neceser y me tomó la mano. Ni siquiera me miraba él tampoco. Únicamente observaba mi mano. Sí, le miré a pesar de estar disgustado con él. No pude evitar fijarme en lo bien que se ve cuando está concentrado y no dice ninguno de sus comentarios defensivos o irónicos. Me pregunto si para él ese beso significaría lo mismo que para mí.

Vale. Necesito que me digas si te duele cuando te toque ¿de acuerdo? Es para saber si tienes un cristal en esa zona incrustado –me dijo sin mirarme tampoco. Estaba más pendiente del neceser que de mí. Yo asentí –supongo que eso si lo vería porque no me preguntó de nuevo.

Con el dedo pulgar empezó a presionarme zonas de la mano. No sentía nada. ¡Auch! Ahora sí. Entonces sacó del neceser una pinza de las cejas.

Por mucho que te duela, por favor, no retires la mano porque si no el cristal se te quedará ahí dentro –me explicó. Ni que fuera idiota…

No podía comportarme como si pudiese olvidar ese beso, así que saqué el valor del lugar donde lo tenía escondido y puse las cartas sobre la mesa.
¿Me quieres? –le pregunté.

De pronto haló con la pinza un cristal de mi mano.
¡Ay! ¡Duele! ¡Joder! –Grité.

¿Te responde eso a tu pregunta? –dijo sonriéndome y sin apartar su mirada de mí y mi llantina de niño chico.- ¿A qué viene esa pregunta?

Todos los días actúas cómo si no significara nada para ti. Estaba dispuesto a dar la cara por ti ¿sabes? Yo salgo más perjudicado con esto que tú y me dices que no soportas a un grupito de paparazis en tu casa…Creo que hay algo que se me escapa de las manos –le solté en ese justo momento,  estaba indignado.

Te voy a decir una cosa. Y no es por echarme flores ni nada, pero hay que tener valor para hacer lo que yo hago. Si de verdad me conocieras, verías el dolor de mis ojos mientras los demás ven la sonrisa de mi cara. ¿O qué? Cómo Manuel no llora por las esquinas o se muestra afligido y  decaído ya significa que me importa un bledo todo, pues no. Aquí donde me ves, estoy aguantándome las ganas de besarte, pero…-dijo hasta que le interrumpí sorprendiéndole con beso que él me correspondió. Lo que no me esperaba es que repentinamente yo recibiera un puñetazo por su parte.
Pero, ¿a qué viene esto? –le pregunté.

Te lo merecías por dos motivos: Primero, por enfadarte conmigo por lo de Eric. Y segundo, por tardar en besarme de nuevo – me dijo- Ahora vamos a continuar quitándote esos cristales.
Sabes, te echaba de menos. Me alegra que ahora estemos bien…-dije.

Bueno, que te haya perdonado no quiere decir que estemos reconciliados ¿no? Tú enfado te va a costar un poquito caro –comentó sonriente. No pude contenerme las ganas de sonreír yo también. Mientras me quitaba otro cristal, con la otra mano le toqué el muslo. Él sin embargo, ignoró mi contacto y siguió en lo suyo.

Ya iban a ser los doce de la noche cuando Claudia, Óscar, Manuel y yo subimos al cuarto de baño para probar a contactar con Verónica ante el espejo. Cerramos la puerta, apagamos la luz y encendimos dos velas que pusimos en los extremos del lavamanos. Óscar se situó frente al espejo y nosotros justo detrás de él. Claudia detrás de él y Manuel y yo a cada uno de sus lados. Esperamos a que fuesen las 00:00 horas y comenzamos juntos a decir en voz alta “Verónica” doce veces. No me explico cómo de repente las luces se encendieron y comenzaron a parpadear. Al apagarse,  otra vez, se apagaron las velas. Suspirábamos, no sabíamos qué estaba sucediendo. Pero las velas volvieron a encenderse y para nuestro asombro en el espejo estaba reflejada  una chica de pelo negro oscuro, piel pálida, ojos negros como los de un perro y bordeados por sangre que se derramaba como lágrimas y tenía un lunar  en la parte superior del labio, por la izquierda. Claudia gritó e inmediatamente Manuel le tapó la boca con su mano. Yo, que compartía el mismo temor que ella, puse mi mano sobre el hombro de Óscar, Manuel hizo lo mismo y me sentí satisfecho al ver que Claudia al calmarse tomó a Óscar de la mano.

Verónica, te hemos invocado porque queremos saber si conoces un diario que ha dado mucho revuelo en…- Comenzó a decir óscar cuando el espectro no le dejó acabar.

Queréis saber si sé quién escribió el diario que últimamente ha sido el motivo de vuestras desdichas,  ¿cierto? –Oí decir al espectro a pesar de que no movía sus labios para expresarse. Óscar asintió.-Los fantasmas como yo perpetuados a una dura y eterna muerte de vagancia por un mundo que deberían haber dejado atrás vemos muchas cosas. Sí, sé quién escribió de su puño y letra cada una de las líneas que figuran en ese diario.

Por favor Verónica, dinos de quién se trata…-le rogó Óscar.

No puedo hacer eso. El ojo humano no alcanza a estar en tantos lugares como para averiguar de quién se trata. Los míos lo consiguieron una vez topada con la propia muerte. No obstante, he de decir, que su dueño está atrapado en la juventud eterna, pero no es el único poder  que posee –dijo.
¿A qué te refieres? Explícate, por favor –le pidió Óscar.

También tiene el don de estar allí dónde quiere, aunque no siempre lo utiliza. Sabe ser prudente en condiciones extremas. Tened cuidado en quién confiáis, las personas más cercanas guardan unos terribles secretos. Precaución muchachos, precaución –Prestad atención a la mínima pista que os pueda inducir hasta  el origen de ese diario. Su dueño se hace más fuerte cuando más débiles son las personas que averiguan de quién se trata, pero desde que se vea amenazado, la matanza comenzará. Lo único que podrá destruirle para siempre es el sentimiento del que los humanos abusan o que en ocasiones carecen: El amor. Sólo su enamorado podrá ser su verdugo y guía hasta la otra vida.

Verónica, necesito que me digas si…-empezó a formular Óscar justo en el momento en  que el fantasma de la chica esboza  una leve risa y desaparece dejando el baño iluminado.

Cuando la luz se encendió, las velas se apagaron y el aseo estaba todo salpicado de sangre en las paredes y en el espejo apareció escrito: “Obradoiro”.

Después de encargarnos de limpiar el estropicio nos reunimos en el salón con unas mantas y nos pusimos a tratar de averiguar qué quiso decirnos Verónica.

¿Ustedes no intuyeron que ella estaba dando a entender que nosotros conocíamos a esa persona? –Se atrevió a preguntar Claudia.

¡Claro que tenemos que conocerla! Si se supone que es joven y su diario estaba en nuestro instituto eso quería decir que se trata de alguien que estudia ahí –dijo Óscar.

¡Qué triste! Consigue ser joven eternamente, pero a saber cuántos siglos lleva ahí estudiando para sacarse el título de Bachillerato…-Soltó Manuel. Todos le miramos.- ¿Qué pasa? ¿Vais a reprimir también mis pensamientos? ¡Esto no pasaba ni con Franco! –Seguíamos mirándole- De acuerdo, me callo.

Deberíamos quedar una tarde y analizar el diario para saber qué otros poderes tiene esa persona y saber cómo enfrentarnos a ella. Necesitaremos encontrarla –propuse.

“Obradoiro”. No se me iba esa palabra de la mente. No sé de qué, pero me resultaba familiar. Tomé el móvil de Manuel prestado, me introduje en el Google e hice una búsqueda con ella a ver qué resultados salían.

Chicos, ya decía yo que esa palabra del espejo me resultaba familiar…Es un aplaza de Santiago de Compostela, la Plaza del Obradoiro –les comuniqué.

Esperad, mañana hay en esa plaza la fiesta de los fundadores de La Roseta –intervino Manuel.

¿Creéis que Verónica nos está indicando que deberíamos ir? –Preguntó Claudia.

¿Y si tal vez la persona del diario asiste a esa fiesta? – Preguntó Óscar –Claro, si realmente es una persona que ha vivido siglos con su apariencia de adolescente resulta lógico que vaya a la fiesta de los fundadores de La Roseta, a lo mejor y alguna de las familias fundadoras es la suya…

Tenemos que ir –dije.

¿Y cómo sabremos de quién se trata? –preguntó Claudia.

¡No os lo vais a creer chicos! –exclamó Manuel.

¿Qué sucede? –Preguntó Óscar.

¿A que no adivináis cuál es una de las familias fundadores más antiguas de La Roseta? –Formuló Manuel mirando su móvil- Agarraos porque ahí va. Nada más y nada menos que la familia de Eric.

Nos quedamos atónitos. ¿Y si se trataba de él? Teníamos que ir a esa fiesta como diera lugar.

Chicos, mañana iremos a esa fiesta. No perderemos de vista a Eric –dijo Óscar.

¿Y si no se trata de él? – Le defendió Claudia.

Pero no podemos descartarlo Claudia. Tenemos el antecedente de que sacó la foto de la noche en el bosque y todavía no se ha explicado de cómo llegó allí. Y ahora para colmo, su familia es una de las familias fundadoras. Es el primer sospechoso que tenemos. Si Verónica quiere que vayamos allí, iremos y correremos con las consecuencias –se atrevió óscar a decir.

¿Figura alguna familia fundadora más conocida ahí en internet? –Le pregunté a Manuel.

No. Las demás no son muy relevantes a mi parecer o por lo menos que esté vinculadas a nosotros –dijo.
Pues nada, a la fiesta de los fundadores se ha dicho –expresó Óscar.

A la mañana siguiente, estábamos todos preparándonos para un largo viaje de coche hasta Santiago de Compostela. Los chicos todos íbamos trajeados, de smoking. Manuel llevaba uno negro con un chaleco color vino con unos estampados de unas flores doradas bien disimuladas por encima de la camisa de botones blanca que llevaba, además de un tupé que parecía hecho en una peluquería. óscar llevaba un peinado efecto húmedo en su pelo castaño y que no parecía peinado, pero su color de smoking era gris, resaltando el color de sus ojos claros. Mientras que el mío era beige –parecía de boda-  y en cuanto a mi peinado, decidí hacerme un alisado a plancha a lo Justin Bieber, el peinado del momento.

Estábamos impacientes por emprender el viaje, pero necesitábamos esperar a la chica del grupo. Después de mirar varias veces el reloj y caminar como locos por el salón, Claudia apareció con un vestido lila con detalles dorados, el pelo rizado y unos zapatos dorados. Estaba deslumbrante.

¿Se van a quedar ahí pasmados o nos vamos directos a Santiago de Compostela? –Ordenó.

Óscar se acercó a ella y juntos del brazo fueron directos al coche.

Oye, entonces entre nosotros, ¿todo bien? - le pregunté a Manuel.

Perdonado, pero no olvidado-Me respondió  Manuel.

Aceptó ir del brazo conmigo hasta el coche. Los planes para hoy era desenmascarar al dueño del diario en la celebración, así que salimos de mi casa de campo rumbo a la fiesta de los fundadores en Santiago de Compostela.

viernes, 29 de junio de 2012

Capítulo 8: Verónica



Hoy ha sido un día de lo  más extraño. Manuel me ha pedido que enviara un mensaje a un número desde un teléfono público. No comprendo por qué está siendo tan simpático conmigo. Creo que en el fondo no es tan malo cómo quiere aparentar. Estoy preocupado por Claudia. No hemos hablado desde esa pequeña discusión que tuvimos en su habitación y me siento mal. En clase de Ciencias para el Mundo Contemporáneo, no pude parar de mirarla. La notaba distante. La esperé a la salida de clase. Al verla salir le dije que la acompañaba, que necesitaba hablar con ella por el camino.

¿Estás bien? – le pregunté después de caminar un buen trecho en silencio.

No. La verdad es que no. Anoche descubrí en el móvil de Eric que fue él quien sacó la foto de Mario y Manuel. La verdad es que no sé qué pensar. Tal vez él pudo ser el mismo que te atacó en la biblioteca y, por lo tanto, el dueño del diario…-respondió.

¿Hay algo más que me estés ocultando? –le volví a preguntar.

Anoche, había alguien en casa y me hizo una especie de acertijo. No sé qué puede significar, pero tranquilo que lo descubriré y se los comentaré –me dijo.

¿Estás segura? Sabes que puedes contar conmigo –le dije, aunque no hacía falta que se lo dijese, ella lo sabía –Claudia, sé que he sido un imbécil, pero  por favor, no quiero estar mal contigo ¿vale? Porque tú eres más importante en mi vida de lo que tú crees. Prefiero tenerte en mi vida como amiga a no tenerte como nada en ella. ¿Qué me dices?

Bueno, hasta los mejores amigos discuten ¿no? –me dijo rodeándome con su brazo mi torso y caminando los dos juntos. Me sentí realizado después de arreglar lo que me había encargado de estropear la noche anterior por reconocer mis sentimientos después de mucho tiempo encerrados.

Confié  en lo que me había dicho Manuel y mandé el mensaje de camino a casa. ¿Qué podía perder?

En la noche –concretamente a las 20:00 horas de este viernes interminable-  decidí salir a dar una vuelta y caminar por el parque. Cansado de ponerme a correr con el ritmo de la canción de Give me everything tonight de Pitbull. Cansado me senté en el muro más cercano a mí en el parque. No tardé en ver cómo una silueta bajo de una farola empezó a aproximarse a mí. Era inconfundible. Sabía que la volvería a ver.

¡Al fin a apareces! –le dije sonriendo.

Te dije que tendrías noticias mías ¿no? Sólo me encontrarás si deseo que me encuentres. Siempre ganaba jugando al escondite de pequeña, ¿recuerdas? –Me dijo Verónica.

¡Cierto! Pero irte a tu casa y dejar a uno buscándote en la zona de juego no era válido, que conste…-respondí.

¿Quieres que te muestre algo? –me propuso.

Depende…-le dije mirando al suelo, sabiendo cuál iba a ser su respuesta.

¿De qué depende? –me dijo. Sabía que iba a responder eso.

Bueno, ¿qué gano si voy? –le dije esta vez mirándola a los ojos.

¿Quieres algo más que mi compañía? –dijo sonriendo y ofreciéndome su mano para que se la tomase.

Me llevó hasta el mirador del pueblo en pleno noche con el cielo estrellado y todo transmitía una paz y una calma increíble. Era una noche perfecta.

Sabes, me encanta venir aquí y pensar. Muchas veces pasamos por alto momentos cómo estos, pero nunca se sabe cuándo volveremos a disfrutar de ellos –comentó.

Del vértigo me puse un poco alejado de ella y, por supuesto, un poco más atrás. Empecé a sentirme más seguro que al borde de ese acantilado desde el que se podía ver un maravilloso pueblo iluminado, quizás dentro de cada hogar una entrañable historia.

Ella se acercó a mí y me tomó de las manos y me arrastró hacia ella. Comencé a respirar fuerte e intenté no mirar abajo. Se puso delante de mí e hizo que mis brazos rodeasen su cintura. Besó mis manos y se dio la vuelta y estábamos frente a frente. Sus ojos verdes me hicieron compararla con una gata. Apoyé mi cabeza contra la suya. No quise decir nada, no quería estropear el momento. Ya no sé ni qué sentía ni por quién. Estaba confundido. Me dio un beso y nos sentamos abrazados contemplando esa noche digna de recordar. Empezamos a recordar viejos tiempos. Batallitas de cuando éramos niños. No parábamos de reírnos. Le di un beso en su cabello y ella mirando al cielo dijo: “Me encanta sentirme así de viva”. Me preguntaba cuál sería el motivo por el que la familia de Verónica lo estaba pasando tan mal, tal y como me dijo mi padre la noche de la cena.

Volvimos juntos a casa. Ella se despidió de mí en la parte trasera de mi casa y no pude evitar pronunciar la palabra que no debería haber dicho esa primera noche: “Te quiero”. Ella sonrió, me miró extraño y una voz interrumpió el momento, apareciendo una silueta de lo más familiar allí.

¿Óscar? ¿Con quién estás hablando? –preguntó Claudia.

Con Verónica, una amiga. Ven te la presentaré- –Pero cuando volví a mirar ya ella se había ido –Bueno, estaba. Da igual, no importa. ¿Qué haces tú aquí?  -la miré y no paraba de llorar- Claudia, ¿te ocurre algo?
No, nada. No quiero molestar. Ya hablaremos mañana, ¿vale? –dijo dándome un beso el cachete. Me miró y se fue. Yo me quedé allí pasmado hasta que el frío hizo que entrase a casa.

Antes de la clase de Historia Contemporánea del día después, Manuel vino a mí a agradecerme que enviase el mensaje y que haya confiado en sus palabras. Pero fue él quien me dio una mala noticia –o buena, depende de cómo se mire-. Me dijo que Eric estaba liado con nuestra tutora y que se lo demostró a Claudia ayer. Para eso era el mensaje. Ahora comprendo por qué Claudia estaba fatal anoche. Así que me levanté de inmediato y fue en su busca por el pasillo. Pero, nada. Ella no vino a clase.

Después de clase fui a casa de Verónica. Conseguí sonsacarle a mi padre la dirección de la casa.  Sin decirle a qué iba. Cuando llegué me di cuenta que era un piso, no una casa. Yo recordaba que vivían en una casa, una casa al aire libre. Toqué el timbre y esperé a que me abriesen. La madre de Verónica abrió la puerta.

¡Hola Óscar! ¿Le pasó algo a tu padre? -preguntó.

No. He venido a ver Verónica, me gustaría poder llevarla al cine  e invitarla a cenar a ser posible…-le respondí.

La mujer se quedó atónita. Empezó a llorar. Por un momento pensé que le iba a dar algo allí –será que es demasiado conservadora y autoritaria como para que su hija tenga una cita conmigo- pero no tardó mucho en volver en sí.

¿Se trata de una broma? –gritó.

No señora, yo solo venía a…-dije sin poder acabar cuál era el motivo de mi visita.

¿Cómo puedes disfrutar con las desgracias ajenas? –Dijo llorando- ¡Mi hija está muerta! ¿Y encima te me presentas aquí y me sueltas una broma de mal gusto? ¡Vete! ¡Vete! –comenzó a gritar. Yo asustado corrí escaleras abajo, salí del portal y no pude evitar sentirme confuso. Verónica, ¿muerta? Ahora comprendo a qué  vino la expresión de anoche: “Me encanta sentirme así de viva”. No puedo evitar sentir escalofríos de pensarlo y remordimientos por hacer sufrir a esta familia por un descuido mío. Ya podía prepararme para un castigo por parte de mi padre.

Ahora todo cobraba sentido: Las palabras de mi padre al decirme que su familia lo estaba pasando mal, que ella durante la cena no hablase y nadie le dirigiera la palabra, esos comentarios suyos sobre no pararse a disfrutar de los buenos momentos de la vida…Pero, ¿por qué puedo verla yo?

Varias semanas después…

Las semanas pasaron y todo parecía estar igual. Claudia no ha superado aún lo de Eric. Mario y Manuel, ni siquiera se miran. Y Verónica no ha vuelto a manifestarse ante mí después de que metí la pata yendo a su casa. Habíamos dejado el tema del diario de lado. Desde que ese diario apareció, las cosas comenzaron a complicarse y desde que estamos así separados, no ha vuelto a ocurrir nada. Pero va siendo hora de que nos reunamos. Así que convencí a mis padres de que me dejasen invitar a los chicos a la casa del campo. Allí estaríamos el fin de semana y podríamos, entre todos, averiguar más sobre ese diario. No me digáis cómo lo logré, pero los reuní en mi casa de campo.

Allí estábamos en medio del luminoso salón color garbanzo, todos sentados los sofás de la casa. Hice una pequeña observación a aquellos que me rodeaban ese momento. Mario estaba algo inquieto y nervioso, no paraba de mirar el móvil. Creo que para él la situación era violenta e incómoda. Claudia estaba como distante quitándose algunas puntas de su cabello sin mirar a ninguno de nosotros. Y Manuel, que no tardó en intervenir.

Y bien fideo fino, ¿piensas decirnos que  hacemos aquí? O por lo menos en mi caso,  ¿vas a decirme de que pinto yo aquí? No sé ni por qué vine –dijo. Parecerá una bobería, pero extrañaba oírle metiéndose con nosotros o conmigo.

Bueno, en tu caso, te estoy muy agradecido por hacer que Claudia descubriese lo de Eric –dije.

¿Agradecido? ¿Por qué?  Fue por su egoísmo, no le importa nada más que él, él y, déjame pensar, ¡ah sí! ¡Él! –dijo Mario inmediatamente.

Al menos yo tuve el valor de demostrarle la realidad de las cosas. Si de verdad fueses su amigo se lo hubieses dicho y no dejas que él la engañase –gritó Manuel.
Claudia se levantó y al fin intervino.

Es mi problema, no el vuestro. Obviamente si lo sabíais preferiría que me lo contaseis a que me lo oculten. Manuel, muchas gracias. No hemos sido muy buenos amigos, pero estoy abierta a conocerte como realmente eres –dijo levantándose y dándole a Manuel un abrazo.

¡Basta ya! ¡Basta ya! Voy a vomitar con tanto amor repentino. En fin, ¿a qué se debe mi presencia aquí?  Entiendo que ustedes estéis aquí, sois amigos, pero yo…

A ver, yo sinceramente quiero consultarles algo. ¿Creéis en los espíritus? –formulé.

Sus caras fueron todo un poema.

Puse al día a Manuel con el tema del diario. Luego les comenté a todos los detalles con mi “rollo fantasma”. De pronto Manuel comentó que había tenido una mala experiencia en su baño con un mensaje en un espejo y Claudia remató el momento contando que una presencia extraña le dijo un acertijo en su oído.

Chicos, he pensado que deberíamos jugar a la ouija –dije.

¿Qué? –gritaron todos a la vez.

A ver, ¿tu idea es que nos golpeemos nuestros pechos de King Kong y vayamos tras unos fantasmas y quizás de algún psicópata que no envejece para desvelar el misterio de un extraño diario que tiene más años que matusalén? –Dijo Manuel exaltado con su sarcástico carácter.

Chicos, es lo único que puede darnos las respuestas que buscamos –aclaré con la intención de convencerles.
No me puedo creer que haya acabado involucrado aquí con vosotros…-dijo Manuel.

Puedes irte si lo deseas, chato.- le respondió Mario- Cuenta conmigo. Si hace falta jugar a ello para descubrir a la persona que tantos problemas nos ha dado con un mísero diario, se juega –dijo situándose justo a mi lado.

He de reconocer que tengo miedo, pero no pierdo nada por jugar a ello. Si ya tengo un ente o lo que sea rondándome y susurrándome al oído qué más da que aparezca otro…- expresó Claudia sonriéndome por primera vez después de que Eric y ella hubiesen roto.

Claudia, Mario y yo nos quedamos mirando para Manuel.

¿Y tú? ¿Juegas o no? –le preguntó Mario.

Manuel se alejó de donde estábamos. Se acercó a la ventana, miró fuera. Cruzó sus brazos. Cerró los ojos y suspiró. De pronto se giró y mirándonos respondió.

Supongo que no me queda de otra que estar de vuestro lado ¿no? Ya me habéis contado todo sobre el diario y lo demás, así que estoy implicado –dijo y se puso de nuestro lado.

Observé cómo Mario sonrió al decir eso. Me encargué de sacar el tablero y preparé todo para el juego. Si había alguna manera de obtener respuestas, era invocando a Verónica. Ella tenía la clave. Al ser un fantasma, debía tener algún tipo de conocimiento. Ellos observan todo.

Formamos un círculo alrededor del tablero. En el tablero figuraban las letras del abecedario, la palabra “hola”, “adiós”, “sí”, “no”, “quizás” y los números del 0 al 9. Cerramos todo en la casa: puertas y ventanas. Ya estaba anocheciendo. Coloqué velas encendidas a nuestro alrededor. Nos cogimos de la mano y comenzó el juego.

Cómo indicador –el objeto que el ente se encargará de desplazar y donde nuestros deben posarse- era un vaso de cristal.

Chicos, debemos poner el dedo con el que señalamos en el vaso. Mantened la mente en blanco y,  por favor, no os toméis esto como un juego, si no  nunca vamos a obtener las respuestas que buscamos –expliqué-.Bien ahora cerremos los ojos –ordené.

¿Y ahora qué? ¿Les enviamos un mensaje a los espíritus o esperamos a ver si se deciden al cruzar el puente entre el más allá y nuestro mundo? –dijo Manuel.

¡Chusssst! ¡Tómatelo en serio, joder! –le dije-. ¡Espíritus del más allá, yo les invoco! -Grité- ¡Manifestaos!
De pronto no sé cómo, pero las ventanas se abrieron de golpe. Una violenta ráfaga de viento se coló por ellas  apagando las velas que yo había encendido. Allí había alguien más. Podía sentirlo.

No soltéis el dedo del vaso en ningún momento, pase lo que pase. ¡No lo hagáis hasta que yo os lo diga! –les dije- ¿Hay alguien ahí?

Nuestros rostros reflejaban el terror que sentíamos en ese momento preciso cuando el vaso se desplazó al “sí” del tablero.

Dinos, ¿cuál es tu nombre? –formulé. Sin embargo no obtuve respuesta.-Hemos preguntado, ¿cuál es tu nombre? –Pero otra vez no obtuve respuesta –Espíritus, abandonamos este canal de comunicación con ustedes. Les indiqué que ya podíamos soltar el vaso.

¿Quién fue el gracioso que movió el vaso? –preguntó Claudia.
El vaso se ha movido solo –dije.

Si se hubiera movido solo, hubiésemos obtenido una respuesta a la pregunta que tuviste que repetir, Óscar –me gritó.

Claudia, ¿no lo sientes? Aquí hay alguien más. Puedo sentir esa presencia. Hemos conectado, sólo que la manera de contactar con Verónica no es la que llevamos a cabo –aclaré.

Dame los datos de tu amiga la muerta –me dijo Manuel sacando su iPhone.
Verónica Gómez Alcázar –le indiqué.

¿Qué se supone que estamos haciendo? –Preguntó Mario.

Necesitamos saber más sobre la muerte de Verónica ¿no? –Dijo Manuel- Si fue una muerte trascendental o algún caso peculiar debería salir en Google. Habíamos dicho que tal vez ella fue la que escribió en mi espejo del baño y la que susurró al oído de Claudia. Necesitamos saber qué quiere y qué le pasó. –Miró el móvil- ¡Bingo! Murió hace dos años. ¡Oh Dios mío! Yo sé su historia –comentó Manuel asombrado.
¿De qué estás hablando? –le comenté.

¿No conocéis la historia de Verónica? –Preguntó- Según se dice,  era una chica tan serie que nunca se arriesgaba a hacer nada que se escapase de lo permitido, así que unos compañeros de su clase la retaron a jugar a la ouija en un viejo de su instituto que se estaba cayendo a trozos. Jugaron, pero apartó el dedo del indicador antes de acabar de la partida por lo que el espíritu se adhirió a su alma y el gimnasio se derrumbó quedando sepultada por los escombros del accidente.

Nos miramos todos. Y de repente el vaso del tablero se rompió y la mano de Mario salió perjudicada.

¡Auch! ¡Mierda! –se quejó.

Manuel acudió a él –Déjame que te eche un vistazo. No es nada, son unos pequeños cortes, pero necesitaré unas pinzas de las cejas para quitarte algunos cristales que puedes tener incrustados.

¿Cómo ha pasado eso? –Preguntó Claudia.

A ver, no he acabado, chicos –dijo Manuel reclamando su atención- Dicen que para poder hablar con ella, tienes que esperar a que sea media noche. Ponerte frente a un espejo, cerrar los ojos y decir “Verónica” doce veces. Al abrir los ojos ella estará ahí. Eso es lo que se dice.

Yo tengo miedo- dijo Claudia.

Tranquila, estamos todos juntos en esto -traté de calmarla.

Hicimos tiempo mientras se hacían las 00:00 horas. Ya casi era esa hora. Así que subimos todos al baño de la casa y sólo yo me puse frente a él y todos los demás detrás de mí. Seguía sintiendo esa presencia extraña desde que el juego acabó. Ella está aquí, lo sé.

Apagamos las luces. El baño estaba iluminado por dos únicas velas. Cerramos los ojos.

Todos juntos a la de tres. Una, dos y tres…-dije. Y pronunciamos su nombre doce veces. La luz del baño se encendió y empezó a parpadear. Quedando únicamente iluminado por las velas. Al mirar en el espejo, no podía creer lo que estaba viendo frente a mí. Era Verónica,  pero con un aspecto aterrador, no es el aspecto con el que la había estado viendo anteriormente, sino el verdadero estado de cuerpo. Los chicos se acercaron a mí y me dieron su apoyo tomándome la mano como Claudia o en el caso de Mario y Manuel, posaron sus manos en mis hombros. 

jueves, 28 de junio de 2012

Capítulo 7: Sed de venganza



Me costó mucho decirle a Mario que ese beso custodiado por la solitaria y hermosa luna no había significado nada para mí. Se me rompió el corazón. Pero, ¿qué estilo de vida me espera a su lado? Me agobié demasiado quizás, pero no estoy preparado para estar expuesto al público. Aún sigo preguntándome cómo pudo esa foto llegar a manos de los medios de comunicación…Tal y cómo dijo Mario, no tiene sentido. ¿Quién más rondaba por allí?

Claudia al día siguiente nos había citado a mí y a Mario en el salón de música. El aula estaba igual que siempre. Iluminada por sus enormes ventanas y los instrumentos resplandecientes. Las paredes pintadas de un color verde llamativo y una moqueta en el suelo que parecía sacada de Hogwarts. Allí estaba él, echo polvo, sentado en una silla de brazos cruzados. Al entrar yo por la puerta, levantó la cabeza y pude observar la tristeza que reflejaba su mirada. Me destrozó. Traté de mostrarme indiferente, como si no me importase. Puse cara de serio y caminé hacia la silla que estaba separado de la de él dos sillas más a la derecha. Puse mi mochila en la silla de la izquierda y me di cuenta que estaba al lado de esta silla donde puse mis cosas estaba su carpeta. Claudia arrastró una butaca y la puso en frente de los dos. Estaba nervioso. ¿Qué querrá decirnos? No pienso permitir que se meta de celestina. Levanté la mano.

Manuel, ¡no soy tu profesora! Puedes hablar sin necesidad de levantar la mano…-me dijo.

Pensé que tenías complejo de profesora…-respondí- En fin, me tienes intrigado pequeña cleptómana. ¿A qué viene esta encerrona? –No pude evitar sacar a flote mi carácter.

Ella suspiró y luego comenzó a hablar- Veréis, chicos he de decirlo, lo vuestro me impresionó demasiado…
No pude evitarlo, me encendí de mala manera y me levanté – ¿Quién te ha nombrado consejera del amor en Mujeres y hombres y viceversa? Si te sorprendió esa foto –miro para él y digo aunque me duela- cosa que sigo manteniendo que se trata de un malentendido –creo que ella se percató de que es mentira- te jodes porque tampoco es que tú y tu querido Eric seáis de mi agrado. Es más, he pensado en grabarles con mi iPhone a escondidas para enviarles al National Geografic cómo se reproducen una especie nueva en la faz de la tierra, me forraría a vuestra costa…Sin embargo, aquí estoy querida –lo siento mucho, pero me he quedado a gusto. -Tengo una sonrisa de oreja a oreja que no me la quita nadie. Esa es la imagen que quiero dar. Será lo mejor para todos. Todo volverá a ser como antes…

Manuel, ya hace mucho tiempo que tus comentarios no me hieren ni siquiera un poquito –eso me ha dolido- así que  siéntate y escucha lo que les tengo que decir.

Me senté, miré a Mario. Él me miró y miré a Claudia.

Ya estás tardando en decirlo, Mafalda…-le dije.

Bueno chicos, no sé por dónde empezar…-¿Qué tenía que ordenar en su mente para pensarlo? -A ver Manuel, no eres de mi agrado, pero si de verdad sientes algo por Mario, estoy obligada a contarles algo muy importante. –Entonces levanto la mano pero no me vetó al continuar hablando y me vi obligado a bajarla de nuevo- Sí, lo sé, esa foto no significa nada, es un malentendido. Pero, aprecio a Mario y veo que también lo está pasando mal, así que entre ustedes hay algo que no cuadra –no puedo evitar cruzarme de brazos. Nos mira detenidamente y parece que va a detonar como una bomba por algún motivo. Entonces por fin suelta prenda- Sé quién les sacó la fotografía y la entregó a los medios…

Mario me mira y yo a él. No puedo creer lo que están oyendo mis oídos.

¿Quién fue? –pregunto ansioso de venganza.

Fue…fue…fue Eric –dijo al fin.

El recuerdo de esa noche en el instituto de él con la tutora invadió mi mente de repente. Sonrío y no puedo evitar soltar una carcajada muy disimulada.

Mario se levantó -¿Dónde está? –dijo.

Mario, por favor, ¡no le hagas nada! –suplicó Claudia.

Agarré del brazo a Mario y le miré – Dejad que me encargue de esto. Mi estilo mola más. Se va arrepentir. Se ha metido con el tío equivocado –solté su brazo y cuando fui a coger mis cosas de la silla nuestras manos se buscaron ante la confusión. Le sonreí, pero al darme cuenta de que Claudia estaba allí aparté mi mano de la suya y me fui rápidamente.

Las chicas –y las mujeres en general- son muy predecibles. Sienten el amor de tal manera, que no son nada cuidadosas. Más de alguna vez peloteo a los profesores, así que sé tenerles controlados en este instituto. Sé lo que hace cada profesor en cada momento. Aproveché que la hora del café de la profesora y me presenté en su despacho para decirle que llevaba mal una parte del temario de la materia. Ella, me dijo que pasase y que la esperase allí sentado mientras ella iba a por su café matutino. Me las ingenié para abrir su bolso con una agilidad que ni flash hubiese conseguido y mis ojos se iluminaron con el premio: El móvil de la profesora. Tenía un iPhone también –normal que lo tenga, con el sueldazo que se gastan por enseñar a cuatro pelagatos...- Aproveché esa tecnología de Apple para hacer captura de pantalla con los mensajes que se mandaban ella y Eric y me los envié a mi móvil. Pero se me ocurrió algo mejor. Suele decirse que la venganza es un plato que se sirve frío y así iba a ser. Agregué el número de la profesora a mi agenda y luego desde el suyo envié un mensaje a Eric –contacto que figuraba en su móvil, es por ello que digo que es predecible, al menos ocúltalo que nunca se sabe en manos de quién puede caer- citándolo para esta tarde en el aula de 1º de Bachillerato. Procuré dejarlo todo como estaba y la profesora no tardó en llegar. Tuve que fingir que llevaba mal el temario, pero la recompensa vendría después.

Si hay algo con lo que Dios me ha dotado es con mi vista de lince. Soy muy observador y estando en los pasillos observo apoyado en la pared de fuera de  mi aula cómo Óscar no para de mirar a Claudia y Eric juntos mientras escucha música. Me arrepiento del gesto de bondad que tuve. Me acerqué a él –estaba apoyado justo al lado de la puerta de la clase- y no pude contenerme.

¿Necesitas que cupido lance una flecha en alguna dirección? – le dije.

¿Qué? –me preguntó.

Tengo ojos en la cara, Popeye –le rodeé con mis brazo por encima de sus hombros- Escucha a tío Manu porque no tendrás otra elección…Necesito que esto que pone la nota lo hagas y lo envíes a este número. No te arrepentirás. Cupido le arrancará la flecha del corazón de tu amada para dejar sitio a la tuya.

Espera, aquí pone: “Necesito que me des suerte para el para el partido de mañana una vez más. Hoy a  las 20:00 horas en el aula”. ¿Es una broma o qué? –Me dijo.

¡Es lo más cuerdo que he hecho! Si la quieres hazlo. Ya me lo agradecerás –quité mi brazo de su esbelta figura y antes de entrar en clase hizo que me parase por una fracción de segundo.

¿Por qué eres tan amable conmigo? –Le ignoré completamente dándome por satisfecho sabiendo que iba a enviar el mensaje.

El timbre sonó y definitivamente odio el Instituto. No paran de mirarme y susurrar. Puedo imaginar de lo que estarán hablando. Les iba a dar más de qué hablar. Corrí por el pasillo detrás de Mario y le paré.

Tienes que hacerme un favor.-Sonrió y entonces corregí- Bueno, a mí no. Si de verdad te importa Claudia, te pido que lo hagas…Por ella –recalqué.

¿De qué se trata? –me preguntó. 

Tráela al aula a las 20:00. Por favor, sé puntual –le pedí – Haz lo que sea, pero tráela.
¿Qué tramas? –volvió a preguntar.

Se trata de un regalo que tengo para ella. ¡No seas curioso! Ya lo verás también –le dije.

Al irme por mi propio camino me di cuenta de no paraban de mirarme. Estoy harto de ser el único tema de conversación de este maldito centro.

Ya había anochecido. Las 20:00 y observo cómo Eric  y la profesora llegan puntual a la cita organizada por mí. Me faltó preparar las palomitas para el show que se iba a producir a continuación. Empezaron a hablar y a acercarse un poco más, hasta el punto de que se notaba la complicidad entre ambos. Lo que necesitaba era una imagen un poco más comprometida. Estaba grabándolo todo desde mi móvil por si las moscas. Me empezaba a aburrir, así que cuando me digné a mirar al frente ya empezaban a besarse. Me aseguré de que estuviese grabando el móvil. Sí, estaba grabando. Mario y Claudia llegaron justo a tiempo para gozárselo todo. Estaban en la puerta. Ella flipando y él no paraba de mirarla.

Eric, se quedó mudo y la profesora creo que preferiría estar muerta. Yo tropecé y salí de aquella especie de cuartito que hay justo al fondo del aula. Se utilizaba como un armario para guardar las cosas imprescindibles de la clase.

¡Tranquilos, lo tengo todo grabado! –dije. Todos no paraban de mirarme atónitos- ¿Qué ocurre? ¿Nunca habéis visto a un chico saliendo del armario? Tengo los mensajitos que ellos se enviaban también.

¡No puedo creerlo! –habló Claudia al fin. Comenzó a llorar – Puedes olvidarte de que existo –le dijo a Eric- y en cuanto a usted, puede ir preparándose para la cola del paro –le dijo a la profesora. Se fue de allí antes de yo poder decir nada. Mario vino hacia mí.

¡La has hecho buena! –Me dijo- No pensé que fueses capaz de hacerle esto. ¡Tú deseo de venganza te ha cegado! Ni siquiera te ha importado hacerle daño a una persona que no tiene la culpa.

En primer lugar, él se merecía un escarmiento. Y en segundo lugar, ¡debería agradecérmelo! –alcé la voz.

¿Agradecerte el qué? ¿Qué es una cuernuda? Mañana podría ser la hazmerreír de este instituto –me dijo.

Tienes ojos, pero no ves. Óscar está coladito por ella. Y lo que he hecho hoy, lo he hecho con muy buena intención. Así tendrá el camino libre…-Me miró y puso una mirada de desconfianza- Y también por el tema de la foto.

Me has defraudado mucho, Manuel. Si esta era tu forma de solucionarlo todo, no sé qué poder esperarme de ti –esas palabras suyas me dolieron. Se fue sin ni siquiera un adiós de cortesía.

Aun así no escarmenté, pero es que necesitaba regodearme ante el culpable de mi desdicha. Me situé frente a él y frente a la profesora que parecía estar en trance, sentada en la silla del profesor y todo. No obstante Eric estaba de pie, apoyado en la esquina de dicha mesa mirando al suelo hasta que levantó su rostro hasta que nuestras miradas se cruzaron.

La próxima vez piénsatelo antes de meterte con el chico equivocado, ¿vale atleta? –le dije sin poder aguantarme una sonrisa. Me di la vuelta y pretendía irme por dónde vine hasta que formuló la pregunta del millón.

¿Por qué? ¿Por qué yo? –me dijo.

Me giré y tras observarlo acabado no pude evitar responder.

Podría hacerte a ti la misma pregunta. ¿Te suena la foto mía y de Mario en el lago? –Le espeté.

Ya supo el motivo por el que le acabo de arruinar su noviazgo con Claudia. No me da pena ninguna. Pero creo que aún me debe una explicación.

Supongo que habrá merecido la pena el dineral que te dieron por esa foto ¿no? Has perdido a tu novia y la profesora puede ser expulsada. Espero que seas fuerte porque para ti creo que se avecina un futuro demasiado negro y no hace falta ser Rapel para saberlo. Por cierto, lo tengo todo grabado. Me encargaré de pasarlo a dvd y enviárselo a los dos por vuestro aniversario, si es que tenéis, claro. -Miré a la profesora por última vez y me fui de allí.

Las palabras de Mario se me clavaron en mi mente. No pude evitar sentirme culpable. Pensé en ir a hablar con Claudia. Pero no sé dónde vive y tampoco son horas de hacer una visita.

A la mañana siguiente esperé a que óscar entrase en el instituto y cuando al fin lo vi le seguí por todo el pasillo hasta llegar a su asiento en el aula.

Me alegra mucho que confiases en mí ayer. Eso ya dice mucho de ti -¿He dicho yo eso?

Bueno, dijiste que no tenía por qué arrepentirme ¿no? –me dijo.

No puedo evitar sentirme culpable por lo que hice. Pensé que así te ayudaba a tener vía libre con Claudia –le respondí.

¿Qué hiciste? –conseguí al fin su atención dejando de buscar en su mochila el material para Historia Contemporánea.

Le demostré que Eric la engañaba con la profesora de Economía –dije rápidamente para que nadie pudiese descodificar y asumir lo que mi boca acaba de manifestar.


Su reacción fue algo comprensible. Ni siquiera preguntó. Se levantó y fue en busca de Claudia. Cuando salgo del aula, veo por el pasillo a Mario, así que trato de que me haga caso. 

¡Escúchame, por favor! Necesito que me perdones, no fue mi intención que ella saliese dañada, yo sólo pretendía ayudar –dije.

Tú ya me habías dicho que no querías saber nada de mí. Ahora soy yo el que no quiere saber nada de ti. Y ahora si me dejas, por favor, mi madre me está esperando para ir a hablar con el director -dijo serio.

Volvió la ira a mi cuerpo. ¿Recordáis cuando dije que hubo una mujer que se encargó de que mis padres se separasen? Y que mi madre se enganchó al alcohol…Pues el rostro aún lo retenía en mi  mente. Lo peor de todo es que después de tantos años la volví a ver. Estaba dándole un beso a su hijo: Mario. Se trataba de su madre. Cueste lo que cueste esa mujer debe pagar por meterse con un hombre casado y por destrozar una familia y, por consiguiente,  mi vida.

No paraba de darle vueltas a que la madre de Mario fuese la mujer que tanto ha perjudicado mi vida. Tengo una pequeña sospecha, pero no voy a formularla hasta que  pueda comprobarla. Necesitaba una ducha de agua caliente. Mientras me duchaba sentía que había alguien más allí. Que no estaba solo. Es más, incluso llegué a ver una sombra mientras terminaba de ducharme. Sobresaltado salgo de la ducha, me pongo una toalla alrededor de mi cintura  y compruebo que estoy solo. Del vapor del agua el espejo se empañó completamente. Pero contemplé rápidamente un mensaje que estaba escrito en ese espejo: “Lo sé todo”.  Sentí miedo y por unos instantes, inseguros en el lugar en el que pasaba la mayor parte de mi tiempo: Mi casa.