Maldita ouija. El vaso
me estallado en toda la mano. Encima él único que se preocupa por mí en estos
momentos es Manuel. Ha venido hasta mí y observó mi mano. Después de que
contase toda esa historia de Verónica, tuvimos que hacer tiempo hasta
medianoche. Mientras tanto él se ofreció a curarme las heridas de mi mano
derecha y quitarme algunos cristales que tengo incrustados en ella.
No podía mirarle, estoy
demasiado cabreado con él. No puedo creer que negase el beso ante todo el mundo
mientras yo estaba dispuesto a dar la cara. Es a mí a quién perjudica más todo
este asunto. Claudia le habrá perdonado lo de aquella noche, pero a mí me
pareció que miró más por su interés sin pensar en que alguien más podía salir
dañado, así que por mi parte el rencor sigue ahí. Pero no es eso lo que más me
duele. Me duele el hecho de que para él enfrentarse al día a día no es nada,
para él nada ha cambiado, sigue igual
que antes. Yo, por el contrario, no puedo quitármelo del pensamiento y, por
supuesto, de mi corazón. Parecerá una cursilada, sólo ha sido un beso, pero
nunca había sentido esto que siento por alguien de mi mismo sexo. Sé que dentro
de él hay algo de bondad bajo esa fachada suya. Pero es tan impulsivo que no
medita sus acciones.
Vino con una especie de
neceser y me tomó la mano. Ni siquiera me miraba él tampoco. Únicamente
observaba mi mano. Sí, le miré a pesar de estar disgustado con él. No pude
evitar fijarme en lo bien que se ve cuando está concentrado y no dice ninguno
de sus comentarios defensivos o irónicos. Me pregunto si para él ese beso
significaría lo mismo que para mí.
Vale. Necesito que me
digas si te duele cuando te toque ¿de acuerdo? Es para saber si tienes un
cristal en esa zona incrustado –me dijo sin mirarme tampoco. Estaba más
pendiente del neceser que de mí. Yo asentí –supongo que eso si lo vería porque
no me preguntó de nuevo.
Con el dedo pulgar
empezó a presionarme zonas de la mano. No sentía nada. ¡Auch! Ahora sí.
Entonces sacó del neceser una pinza de las cejas.
Por mucho que te duela,
por favor, no retires la mano porque si no el cristal se te quedará ahí dentro
–me explicó. Ni que fuera idiota…
No podía comportarme
como si pudiese olvidar ese beso, así que saqué el valor del lugar donde lo
tenía escondido y puse las cartas sobre la mesa.
¿Me quieres? –le
pregunté.
De pronto haló con la
pinza un cristal de mi mano.
¡Ay! ¡Duele! ¡Joder!
–Grité.
¿Te responde eso a tu
pregunta? –dijo sonriéndome y sin apartar su mirada de mí y mi llantina de niño
chico.- ¿A qué viene esa pregunta?
Todos los días actúas
cómo si no significara nada para ti. Estaba dispuesto a dar la cara por ti
¿sabes? Yo salgo más perjudicado con esto que tú y me dices que no soportas a
un grupito de paparazis en tu casa…Creo que hay algo que se me escapa de las
manos –le solté en ese justo momento,
estaba indignado.
Te voy a decir una
cosa. Y no es por echarme flores ni nada, pero hay que tener valor para hacer
lo que yo hago. Si de verdad me conocieras, verías el dolor de mis ojos
mientras los demás ven la sonrisa de mi cara. ¿O qué? Cómo Manuel no llora por
las esquinas o se muestra afligido y
decaído ya significa que me importa un bledo todo, pues no. Aquí donde
me ves, estoy aguantándome las ganas de besarte, pero…-dijo hasta que le interrumpí
sorprendiéndole con beso que él me correspondió. Lo que no me esperaba es que
repentinamente yo recibiera un puñetazo por su parte.
Pero, ¿a qué viene
esto? –le pregunté.
Te lo merecías por dos
motivos: Primero, por enfadarte conmigo por lo de Eric. Y segundo, por tardar
en besarme de nuevo – me dijo- Ahora vamos a continuar quitándote esos
cristales.
Sabes, te echaba de
menos. Me alegra que ahora estemos bien…-dije.
Bueno, que te haya
perdonado no quiere decir que estemos reconciliados ¿no? Tú enfado te va a
costar un poquito caro –comentó sonriente. No pude contenerme las ganas de
sonreír yo también. Mientras me quitaba otro cristal, con la otra mano le toqué
el muslo. Él sin embargo, ignoró mi contacto y siguió en lo suyo.
Ya iban a ser los doce
de la noche cuando Claudia, Óscar, Manuel y yo subimos al cuarto de baño para probar
a contactar con Verónica ante el espejo. Cerramos la puerta, apagamos la luz y
encendimos dos velas que pusimos en los extremos del lavamanos. Óscar se situó
frente al espejo y nosotros justo detrás de él. Claudia detrás de él y Manuel y
yo a cada uno de sus lados. Esperamos a que fuesen las 00:00 horas y comenzamos
juntos a decir en voz alta “Verónica” doce veces. No me explico cómo de repente
las luces se encendieron y comenzaron a parpadear. Al apagarse, otra vez, se apagaron las velas.
Suspirábamos, no sabíamos qué estaba sucediendo. Pero las velas volvieron a
encenderse y para nuestro asombro en el espejo estaba reflejada una chica de pelo negro oscuro, piel pálida,
ojos negros como los de un perro y bordeados por sangre que se derramaba como
lágrimas y tenía un lunar en la parte
superior del labio, por la izquierda. Claudia gritó e inmediatamente Manuel le
tapó la boca con su mano. Yo, que compartía el mismo temor que ella, puse mi
mano sobre el hombro de Óscar, Manuel hizo lo mismo y me sentí satisfecho al
ver que Claudia al calmarse tomó a Óscar de la mano.
Verónica, te hemos
invocado porque queremos saber si conoces un diario que ha dado mucho revuelo
en…- Comenzó a decir óscar cuando el espectro no le dejó acabar.
Queréis saber si sé
quién escribió el diario que últimamente ha sido el motivo de vuestras
desdichas, ¿cierto? –Oí decir al
espectro a pesar de que no movía sus labios para expresarse. Óscar asintió.-Los
fantasmas como yo perpetuados a una dura y eterna muerte de vagancia por un
mundo que deberían haber dejado atrás vemos muchas cosas. Sí, sé quién escribió
de su puño y letra cada una de las líneas que figuran en ese diario.
Por favor Verónica,
dinos de quién se trata…-le rogó Óscar.
No puedo hacer eso. El
ojo humano no alcanza a estar en tantos lugares como para averiguar de quién se
trata. Los míos lo consiguieron una vez topada con la propia muerte. No
obstante, he de decir, que su dueño está atrapado en la juventud eterna, pero
no es el único poder que posee –dijo.
¿A qué te refieres?
Explícate, por favor –le pidió Óscar.
También tiene el don de
estar allí dónde quiere, aunque no siempre lo utiliza. Sabe ser prudente en
condiciones extremas. Tened cuidado en quién confiáis, las personas más
cercanas guardan unos terribles secretos. Precaución muchachos, precaución –Prestad
atención a la mínima pista que os pueda inducir hasta el origen de ese diario. Su dueño se hace más
fuerte cuando más débiles son las personas que averiguan de quién se trata,
pero desde que se vea amenazado, la matanza comenzará. Lo único que podrá
destruirle para siempre es el sentimiento del que los humanos abusan o que en
ocasiones carecen: El amor. Sólo su enamorado podrá ser su verdugo y guía hasta
la otra vida.
Verónica, necesito que
me digas si…-empezó a formular Óscar justo en el momento en que el fantasma de la chica esboza una leve risa y desaparece dejando el baño
iluminado.
Cuando la luz se
encendió, las velas se apagaron y el aseo estaba todo salpicado de sangre en
las paredes y en el espejo apareció escrito: “Obradoiro”.
Después de encargarnos
de limpiar el estropicio nos reunimos en el salón con unas mantas y nos pusimos
a tratar de averiguar qué quiso decirnos Verónica.
¿Ustedes no intuyeron
que ella estaba dando a entender que nosotros conocíamos a esa persona? –Se
atrevió a preguntar Claudia.
¡Claro que tenemos que
conocerla! Si se supone que es joven y su diario estaba en nuestro instituto eso
quería decir que se trata de alguien que estudia ahí –dijo Óscar.
¡Qué triste! Consigue
ser joven eternamente, pero a saber cuántos siglos lleva ahí estudiando para
sacarse el título de Bachillerato…-Soltó Manuel. Todos le miramos.- ¿Qué pasa? ¿Vais
a reprimir también mis pensamientos? ¡Esto no pasaba ni con Franco! –Seguíamos mirándole-
De acuerdo, me callo.
Deberíamos quedar una
tarde y analizar el diario para saber qué otros poderes tiene esa persona y saber
cómo enfrentarnos a ella. Necesitaremos encontrarla –propuse.
“Obradoiro”. No se me
iba esa palabra de la mente. No sé de qué, pero me resultaba familiar. Tomé el
móvil de Manuel prestado, me introduje en el Google e hice una búsqueda con
ella a ver qué resultados salían.
Chicos, ya decía yo que
esa palabra del espejo me resultaba familiar…Es un aplaza de Santiago de Compostela,
la Plaza del Obradoiro –les comuniqué.
Esperad, mañana hay en
esa plaza la fiesta de los fundadores de La Roseta –intervino Manuel.
¿Creéis que Verónica
nos está indicando que deberíamos ir? –Preguntó Claudia.
¿Y si tal vez la
persona del diario asiste a esa fiesta? – Preguntó Óscar –Claro, si realmente
es una persona que ha vivido siglos con su apariencia de adolescente resulta
lógico que vaya a la fiesta de los fundadores de La Roseta, a lo mejor y alguna
de las familias fundadoras es la suya…
Tenemos que ir –dije.
¿Y cómo sabremos de
quién se trata? –preguntó Claudia.
¡No os lo vais a creer
chicos! –exclamó Manuel.
¿Qué sucede? –Preguntó Óscar.
¿A que no adivináis
cuál es una de las familias fundadores más antiguas de La Roseta? –Formuló Manuel
mirando su móvil- Agarraos porque ahí va. Nada más y nada menos que la familia
de Eric.
Nos quedamos atónitos.
¿Y si se trataba de él? Teníamos que ir a esa fiesta como diera lugar.
Chicos, mañana iremos a
esa fiesta. No perderemos de vista a Eric –dijo Óscar.
¿Y si no se trata de
él? – Le defendió Claudia.
Pero no podemos
descartarlo Claudia. Tenemos el antecedente de que sacó la foto de la noche en
el bosque y todavía no se ha explicado de cómo llegó allí. Y ahora para colmo,
su familia es una de las familias fundadoras. Es el primer sospechoso que
tenemos. Si Verónica quiere que vayamos allí, iremos y correremos con las
consecuencias –se atrevió óscar a decir.
¿Figura alguna familia
fundadora más conocida ahí en internet? –Le pregunté a Manuel.
No. Las demás no son
muy relevantes a mi parecer o por lo menos que esté vinculadas a nosotros –dijo.
Pues nada, a la fiesta
de los fundadores se ha dicho –expresó Óscar.
A la mañana siguiente,
estábamos todos preparándonos para un largo viaje de coche hasta Santiago de
Compostela. Los chicos todos íbamos trajeados, de smoking. Manuel llevaba uno
negro con un chaleco color vino con unos estampados de unas flores doradas bien
disimuladas por encima de la camisa de botones blanca que llevaba, además de un
tupé que parecía hecho en una peluquería. óscar llevaba un peinado efecto
húmedo en su pelo castaño y que no parecía peinado, pero su color de smoking
era gris, resaltando el color de sus ojos claros. Mientras que el mío era beige
–parecía de boda- y en cuanto a mi
peinado, decidí hacerme un alisado a plancha a lo Justin Bieber, el peinado del
momento.
Estábamos impacientes
por emprender el viaje, pero necesitábamos esperar a la chica del grupo.
Después de mirar varias veces el reloj y caminar como locos por el salón,
Claudia apareció con un vestido lila con detalles dorados, el pelo rizado y
unos zapatos dorados. Estaba deslumbrante.
¿Se van a quedar ahí pasmados
o nos vamos directos a Santiago de Compostela? –Ordenó.
Óscar se acercó a ella
y juntos del brazo fueron directos al coche.
Oye, entonces entre
nosotros, ¿todo bien? - le pregunté a Manuel.
Aceptó ir del brazo conmigo hasta el coche. Los planes para hoy era
desenmascarar al dueño del diario en la celebración, así que salimos de mi casa
de campo rumbo a la fiesta de los fundadores en Santiago de Compostela.