Abrí los ojos y pude
comprobar que ya había amanecido. Miré el despertador. Apenas podía abrir los
ojos. Eran las 10:35 a.m. Me senté y mientras miraba el suelo minuciosamente
recordé que hoy tenía que quedar sí o sí con José y tratar de quitarle ese misterioso
colgante mientras la desmemoriada de
Claudia, el friki de Óscar y el patán de Mario estaban pasándolo pipa en
Toledo.
Rápidamente me puse en
pie. Fui al baño a hacer mis necesidades después de casi 12 horas durmiendo.
Estiré un poco mi cuerpo por la habitación. Me senté en el escritorio a la vez
que encendía el ordenador. Conecté el internet y entré en Facebook directamente
para poder contactar con José. ¡Qué estúpido! Acabo de recordar que la noche de
la fiesta de los fundadores él apuntó su número en mi móvil. Me levanto y cojo
mi móvil. Pero a la vez me detengo. Debo pensar qué le voy decir, pues no puede
saber mis intenciones.
Marco su número, me
acerco a la ventana y mientras me pongo a apretar mi anillo de los nervios.
Entonces lo coge.
¿Hola? –Pude
identificar su voz al momento.
¡Hola, José! Soy yo,
Manuel –me identifiqué yo.
Pensaba que no
llamarías. Pero gracias, acabo de ganar una apuesta…-Me espetó. No pude evitar
ruborizarme.
Bueno, quería saber si
hoy podíamos hacer algo, no sé, lo que te apetezca –No sabía cómo continuar- Me
gustaría verte –Aunque creo que así no lo arreglo mucho. Me voy a meter en un follón, seguro.
Vale, espero que no te
importe que me ayudes en mi trabajo. La verdad es que necesito inspiración y
sin duda alguna, sé que tú serás mi musa -¿Musa? ¿Acaba de llamarme musa? Cómo
siga se la gana…- ¿Qué te parece?
De acuerdo. Cuenta
conmigo. ¿Dónde nos vemos? –Le pregunto.
Yo sé dónde es tu casa,
así que yo te paso a recoger y me acompañas a Madrid –me dijo.
¿Trabajas en Madrid?
–Le pregunté.
Ya esta tarde sabrás.
De momento, estate preparado porque a las 17:00 te paso a recoger. ¿Qué me
dices?
Genial. A las 17:00.
Aquí te espero –Le dije.
Espero no haberte
excitado con mi sensual voz, ya que espero provocar eso en ti, pero en
persona…-Me dice. En serio, ¿se cree que así trata de ligar conmigo? ¡Qué
fantasma!
¡Adiós! Me quedo sin
batería –Así de sencillo le colgué y
acabé con su testosterona.
Entonces mi móvil
volvió a sonar y ni me molesté en mirar quién era, tenía que ser José.
¿No te ha quedado claro
que tus trucos conmigo no funcionan? No me tienes mordiendo del anzuelo ni
mucho menos…-Le dije quedándome liberado.
De repente sentí
vergüenza de mí mismo.
¿Manuel Domínguez? –Me
dijo una voz que no era la de José. –Creo que acaba de confundirme con otra
persona, soy Alfredo, le llamo desde el Centro de Desintoxicación en el que su
madre está interna. Verás necesitamos que venga. Ha habido algunas
complicaciones.
Me quedé inmóvil. Casi
no vocalizo bien al decir “voy para allá”. Colgué. Me vestí rápidamente, cogí
el móvil, arranqué el coche y fui a toda pastilla al Centro.
Una vez allí, me dirigí
al mostrador. Allí una muchacha nueva estaba masticando chicle y hablando por
teléfono a la vez que ignoraba mis gestos de que me urgía pasar a hablar con el
doctor. Harto de su ignorancia, me alongo al mostrador y le cuelgo el teléfono.
Hizo un gesto. Intentaba quejarse, pero en seguida la dejé sin ganas…
He venido conduciendo
desde muy lejos para esperar a que una niña consentida como tú que no se toma
su trabajo en serio me deje pasar a hablar con el doctor en fin de año, así que
te dejo elegir entre estas dos opciones: O me dejas pasar a hablar con el
doctor o el chicle te lo meto, con ayuda de mi puño, tan rápido por culo que no
vas a poder sentarte durante días en una silla. ¿Qué me dices? –Le espeté con
muy mala leche.
Sabía que no le iba a
quedar de otra que levantarse y comunicarle al doctor que ya estaba
esperándolo. Cierra la puerta al salir, se sienta detrás del mostrador y me mira
con recelo. El doctor abre la puerta inmediatamente y viene hacía a mí. Me
estrecha la mano y me pide que lo acompañe. Algo iba mal. Muy mal. Le seguí,
cerré la puerta y me senté en el asiento que me indicó. El corazón me iba a
salir por la boca de los nervios. Nunca me habían hecho venir aquí así, tan
repentinamente. Lo que quiere decir que sea lo que sea no podía ser muy bueno.
Manuel, yo sé que usted
y su tío, se han encargado de que su madre esté aquí bien atendida, que no le
falte y no la tienen descuidada…-Comenzó el doctor- Pero tengo que darles una
noticia que me avergüenza porque no sé cómo ha pasado…
Doctor, por favor,
suéltelo ya porque los nervios me están matando… ¿Ha muerto mi madre?
–Pregunto.
No. Por supuesto que
no. ¿Cómo ha llegado a esa conclusión? –Me pregunta.
No sé, no para de
excusarse y no me dice para qué me ha hecho venir. Usted me dirá…-Le espeté.
De acuerdo, se lo diré
ya –Hizo una pausa de lo más incómoda- No sabemos cómo, pero su madre se ha
escapado del Centro.
¿Qué? –Inmediatamente
me levanté- Nos dijeron que tenéis vigilantes las 24 horas y que el Centro
estaba protegido, que nadie se había fugado nunca.
Y no mentí, su madre es
la primera que ha logrado escapar. Hemos contactado con la policía, que han
estado y han llegado a la conclusión de que tal vez alguien la ayudase a
escapar - Me dijo.
Bueno, ¿y qué se supone que de debo hacer? ¿Esperar
sentado a ver qué noticias tengo de mi madre? Quién va a ayudarla a escapar si
nadie más a parte de mí viene a visitarla… ¿Ustedes no tenéis cámaras de
vigilancia? –Le pregunto.
Sí, pero resulta que
algo ha debido pasar con todas ellas porque no grabaron nada en toda la noche.
Creo que se han roto o algo –Me respondió.
¡Encima! –Grité. Cogí
aire y le contesté – Cualquier noticia que tenga de ella, por favor hágamela
saber. Y hazme el favor de comprar cámaras buenas, a saber desde hace cuánto
tiempo no funcionan…
Salí indignado de su
oficina. Cogí el coche y no paraba de pensar a qué lugares podía ir a mi madre y en caso de que alguien la ayudase,
¿quién? ¿Por qué?
Mientras espero a que
el semáforo se ponga en verde para continuar el trayecto de vuelta a casa, un
acontecimiento curioso roba y concentra toda mi atención: La madre de Mario
acaba de darle algo a Eric y este se ha ido como si nada. Recuerdo que Mario
dijo que sus familias no tenían ningún tipo de relación. ¿Me he perdido algo?
Me veo obligado a dejar
de prestar atención a ese momento que me dejó perplejo dado que no paraban de
pitarme y entonces me di cuenta de que ya estaba en verde y que obviamente,
todo conductor y más a estas horas, se vuelve impaciente.
La preocupación por la
repentina fuga de mi madre me impide comer con fundamento. Así que preparo la
bañera para un baño relajante hasta que se vaya acercando la hora de que José
venga a recogerme.
Así fue, llené la
bañera, puse a la música de mi ordenador
al máximo y me metí en la bañera, preparado para un rato de relax, sin
presiones ni preocupaciones. Cerré los ojos y, aunque me molestase, me vino a
la mente la imagen de Mario. No sé si se trata de una señal o algo, pero era
él, con esa mirada picarona y esa sonrisa arrolladora. Le extraño, eso no es un
secreto, aunque sé disimularlo muy bien. Abro los ojos y me doy cuenta de la
realidad. Así que no me queda más remedio que hundirme un poco en la bañera
para sacar de mi mente a Mario en ese
preciso instante. Cuando intenté incorporarme, algo, una fuerza extraña me
impedía que volviese a la superficie de mi bañera, es como si alguien me
estuviese intentando ahogar. Empiezo a desesperarme y pataleo a pesar de que me
duela los golpes que mis piernas se están llevando. Mis brazos son los
siguientes en unirse a las piernas, los abanico a un lado y a otro. Noto el
daño que me están haciendo pero no siento el contacto físico de la otra
persona.
Abro los ojos bajo el agua y no veo sombra alguna de
quién quiera que esté tratando de matarme. Siento que se me corta la
respiración y en la mente veo una especie de luz blanca que me envuelve y que
emerge una figura viniendo hacia mí. Era Mario quien venía hacia mí. No puedo
creer que lo último en lo que piense en esta vida es en él. Vale, ya estoy
debatiéndome conmigo mismo, como siempre. Entonces noto que esa especie de
fuerza desaparece rápidamente y cuando me incorporo, no paro de mirar a ambos
lados del baño y no veo nada sospechoso. Tomo el aire suficiente para continuar
y dar gracias, en mi interior, por seguir vivo. Ni pisadas mojadas ni indicios
de que alguien se haya colado allí en mi baño para matarme. Me envuelvo la
toalla en mi cintura y contemplo mi rostro en el espejo. No hay moratones ni nada por el estilo, pero estoy
seguro de que lo que acaba de pasar es totalmente cierto. En seguida me doy una
vuelta rápida por la casa.
Definitivamente no hay nadie.
Queda poco para que
sean las 17:00 horas. Me pongo mis vaqueros blancos, una camisa negra de
botones que compré hace poco en Zara
y unos mocasines a juego. Para realzar mi atuendo, me peiné acorde y me hice un
elegante tupé y no podía faltar un maravilloso reloj blanco de Swartchz. De pronto veo que el whatsapp de mi móvil suena. Era José. Mi
cita con él para tratar de sustraerle el colgante estaba a punto de comenzar.
¿Por qué me pongo nervioso? Me acaba de decir que ya está fuera esperándome en
su coche. Así que me aseguro de que cogí las llaves, de que estoy presentable,
le echo el último vistazo a la casa y salgo. Allí estaba él, en su Polo verde metálico, con los ojazos que
siempre ha tenido y su dentadura perfecta.
Disculpe, ¿sabe si un
tal José está por aquí? –Bromeé.
No, me ha dicho el
jefazo que está ocupado preparando una cita de ensueño para sorprenderte y que
te lleve hasta su mansión. –Contestó.
¿Una Mansión en Madrid?
Dile que ya me ha sorprendido. –Le respondí.
Se ríe y me invita a
sentarme en el coche. Abro la puerta, me siento, cierro la puerta, me coloco el
cinturón y él arranca. Estuvimos todo el trayecto desde la Roseta hasta Madrid
hablando de nuestras vidas y recordando aquellas noches en Barcelona en la
discoteca Snoopy´s, donde nos
conocimos.
De repente, veo que
aparcamos en los exteriores de lo que parece ser Telecinco. Desconcertado le miro a la espera de una respuesta.
¿Qué? ¿Ocurre algo? –Me
pregunta.
Ah, no sé, dime tú.
Trato de huir de los periodistas y apareces tú y me traes a la cadena de
televisión que más bien se les da especular…-Le respondo.
¡Relájate! Trabajo
aquí, confía en mí. No pasa nada. –Me dice abriéndome la puerta del coche y
ofreciéndome una mano para salir. ¿Por qué será que me siento tan princesita en
este momento? En fin, acepto y me dejo llevar.
Me lleva a un plató con
muchos decorados diferentes. Casas, salones de música, pasillos de un
instituto, aulas…
¿Qué se supone qué
haces tú aquí? –Le pregunté tocando una de las sillas del decorado del salón de
música.
Soy coreógrafo de una
serie musical de televisión que Telecinco
está preparando. –Me responde.
¿High School Musical? Pero en qué mundo vivimos…-Dije.
No exactamente. Se
trata de un drama adolescente que se desarrolla en un instituto donde un grupo
de talentosos jóvenes tienen el sueño por triunfar en el mundo de la música.
–Me contestó.
¿Y cómo se llamará la
serie? –Pregunté.
Pop
Star-
Me respondió.
¿Cómo el concurso
musical? –Volví a preguntar.
Sí, ya sabes que en
España carecemos de ideas originales.
Definitivamente jefe,
me has impresionado. El sueño de todo chico en su primera cita con el tío al que no ve desde
hace años es que lo lleve al set de una serie de televisión que para colmo es
un musical sobre lo guay que es la vida mientras Rajoy gobierna en España,
¡yupi! –Dije con ironía.
Sé que no es el sitio
ideal para una primera cita pero pensé que quizás te gustaría ver en lo que
trabajo y que me ayudases a preparar algunos bailes para la serie. –Me dijo él.
Yo no bailo. –Respondí
en seco.
No trates de hacerte el
duro conmigo, que recuerdo cómo meneabas el esqueleto en las tarimas de las
discotecas de Barcelona aquellas calurosas noches…-Me contestó inmediatamente.
¿Por qué tienes que
hacerlo todo más porno de lo que es? Te ayudaré a cambio de que no vuelvas a
describir nada como acabas de hacer con esos recuerdos catalanes del verano
2007…-Le espeté. Me senté en una de aquellas sillas del salón de música y vi
cómo se quedaba mirándome extrañado.
¿Qué haces? –Me
pregunta.
¿Yo? Viéndote bailar,
así luego te corrijo los pasos, te hago sugerencias…-Le comenté.
No, no, no, no… Tú
bailarás conmigo y así me ayudarás. ¡Venga! –Me obligó por último con una
mirada ilusionada cuyos ojos contenían un brillo que a muy pocas personas les
he visto.
En serio, yo no bailo,
no soy de los que bailan. –Le dije seriamente.
Sabes, cuando alguien
dice eso es porque algo esconde. Algún motivo tienes que tener para qué no menees
tu cuerpo. –Me mira y me coge la mano y apoya la suya encima de la mía- Bailar
es un placer que todo el mundo puede permitirse, pertenezca a la clase social
que pertenezca. Anda, confía en mí. Cuéntamelo, no te juzgaré…-Me contestó
agachándose frente de mí para que al bajar mi cabeza pudiese verle.
¿Tan listillo que eres
por qué no lo adivinas? –Le respondí levantándome y apoyándome en el enorme
piano que había en aquel decorado del salón de música para la serie.
Bueno… ¿Quizás estés
cabreado con el mundo porque alguien de este mundo no te trata como debes? –Me dijo
regañando un ojo temiendo haberse equivocado.
¡No está mal! ¡Nada
mal! ¿Te has planteado alguna vez si eres hijo de la bruja Lola? He notado que
tienes algún parecido con ella cuando dice lo de las velas negras –Le contesté
entre risas –Bueno, la verdad es que tengo una mala suerte…Me he criado en un
hogar desestructurado después de que mi padre nos abandonara a mi madre y a mí porque se fue con otra mujer cuando yo era un crío. –Hago una pausa
y evito que se me humedezcan los ojos al recordar los detalles de mi pésima
vida. Le miro y continúo- He pasado muchos años cabreado conmigo mismo y con
todo el mundo, pero eso cambió cuando conocí este año a alguien especial y
justo cuando empezaba a creer que tal vez la vida puede de color de rosas se
tiñe de gris y me entero que somos hermanos por parte de padre…-Le espeté. Él
no paraba de mirarme, creo que no encontraba las palabras adecuadas. Se levanta
se acerca a mí y me arrastra a lo que parece ser un escenario en un salón de
actos que también forma parte del decorado.
Necesitas bailar.-Me
dijo con una mirada penetrante.
Yo no sé…-Le comencé a
decir hasta que me cortó.
Calla -me dijo
agarrándome la cara.- Espera aquí, será un segundo. –Me dijo.
Las luces que habían
que iluminaban el bonito y logrado decorado del salón de actos se apagaron y en
su lugar, se encendió un gran foco de color azul justo en el lugar en el que yo
estaba situado. Empezó a sonar una canción que me era familiar, Chasing pavements de Adele. José
apareció por detrás de mí y me agarró por la cintura.
Algo tembloroso le dije
–Yo…
Inmediatamente me
interrumpió- Solo déjate llevar –así que apoyé mi cabeza sobre su hombro y me
limité a seguir sus pasos. Acarició mis brazos y agarraba mis manos con
suavidad a la vez que susurraba la letra de la canción a mi oído. Hubo un
momento en el que me puse frente a él para poder bailar a la vez que le veía
mientras él me cogía por la cintura y yo con mis brazos rodeaba su cuello. Al
fijarme en lo entreabierta que tenía la camisa le vi el colgante y recordé a
qué había venido a Madrid con él. ¿Cómo hago para quitárselo sin que se dé
cuenta?
Comencé a
desabrochárselo mientras que él cerraba los ojos para bailar a ritmo la canción
mientras agitaba las caderas de un lado al otro. Estaba nervioso. Noté cómo sus
manos bajaban cada vez más hasta posarse sobre mis glúteos. Se me aceleró más
el pulso. Pero, ¿Qué se suponía que debía hacer para que no se diese cuenta? Me
percaté de que tenía los ojos abiertos y que sus manos sostenían mi rostro y
que sus labios dibujaban un beso que selló los míos al ritmo de la canción de
Adele. No sé si será que me dejé llevar por el momento o porque no quería que
me pillase robándole su colgante, ese beso no sabría cómo explicarlo. Una vez
lo puse en mi bolsillo del pantalón vaquero, pude respirar tranquilo mientras
los dos apoyábamos la frente del uno en la del otro.
En el camino de vuelta
a casa, pasando por la calle en la que estaba la casa de Claudia, había una
ambulancia saliendo justo en ese momento. Los bellos se me pusieron de punta.
Me fijé entre toda la gente que había allí fuera de la casa de ella, en dos
siluetas que reconocí de inmediato.
¡Déjame por aquí, por
favor! –Le dije mientras me desabrochaba el cinturón.
Tú vives todavía más
allá, ¿Pasa algo? –Me preguntó.
Es la casa de una
amiga, he de bajarme aquí. –Le expliqué en seguida. No sé por qué pero sentí
cómo si los dos fuésemos íntimos.
De acuerdo. Espero que
te haya gustado el día de hoy y que quieras repetir. –Me respondió.
¿Cómo las natillas? –Le
espeté al bajarme del coche y aún con la
puerta abierta le contesté- Muchas gracias, la verdad es que me ha encantado el
día de hoy.
Como para no gustarte,
a un hombre como yo no se le puede decir que no, chaval. Te tengo impresionado,
así que ya tendrás noticias mías –Se chuleó sacándome una sonrisa y yo le cerré
la puerta.
En medio de ese
ambiente de incertidumbre, me acerqué a las dos personas que reconocí desde el
coche.
Chicos, ¿qué hacéis
aquí? ¿No veníais mañana? –Le pregunté a Óscar y Mario que estaban frente a la
casa de Claudia.
Sí, íbamos a venir mañana,
pero recibimos un anónimo como que tú corrías peligro con el chico del colgante
y al volver Claudia iba a dejar sus cosas en su casa y se encontró a su madre
tirada en medio del salón. Dicen que tal vez se trata de un infarto, pero se la
acaban de llevar en la ambulancia y Claudia fue con ella. –Me dijo Mario,
mirándome con cara de preocupado.
¡Joder, qué putada! Deberíamos
ir con ella. Por cierto, lo tengo –dije mostrándoles
el colgante.
¡Fenomenal! –Dijo Óscar.
¿Y qué averiguasteis
allá, entonces? –Les pregunté.
Nada, pero al menos el
viaje no sido en vano.- Dijo Óscar.
¿Sí? ¿Y eso? –Les pregunté
desconcertado.
Resulta que nos hemos
encontrado en el tren de vuelta con alguien familiar… -Hizo una pausa
inquietante y volvió – Nos hemos encontrado con el bibliotecario.
Pero, ¿ese hombre no
estaba muerto? –Les pregunté.
Se suponía, pero al parecer
está vivito y coleando…- Me dijo Óscar.
De pronto mi móvil
sonó. Miré y era un mensaje. Me quedé helado. Sin respiración. Ni pestañeé.
Mario me agarró por un
brazo.- Manuel, ¿estás bien? –Me preguntó y me di cuenta en la mirada desconcertada
de Óscar hacia mí reacción.
¡Sí! Estoy bien. ¿Vamos
al hospital entonces? –Les dije.
Sí –Me respondieron
ambos a la vez.
A
unos metros de ellos, un coche estaba
aparcado. Quién lo conducía, vio cómo Manuel, Óscar y Mario se iban juntos
directos al hospital en el coche de Mario. De inmediato, marcó un número de
teléfono.
¡Les tenemos justo
dónde queríamos! –Dijo y colgó.
Al tocarse el cuello,
algo no iba bien. Buscaba algo en su coche, como si hubiese perdido algo.
¡Mierda! ¿Y mi
colgante? –José sospechó que el colgante podría estar en manos de Manuel.
¿Cómo puede estar el bibliotecario vivo aún? ¿Y qué trama José? La verdad es que el mensaje que recibió Manuel me dejó trabada... Me alegra que haya vuelto "El diario de las sombras", porque ya se echaba de menos :-)
ResponderEliminarEl bibliotecario ayudará ahora a los chicos a que descubran qué identidad está detrás de la maldición del diario. Él está vivo aún porque tiene una trama importante. José es un personaje que dará mucho de que hablar cuando sepas de qué va. ¿No te intrigó el hecho de que la madre de Mario le diese algo a Eric? ¿O la repentina fuga de la madre de Manuel del Centro? Son tramas muy relevantes también. Yo también me alegro de volver a escribir, sé que tardé un tiempazo, pero merezco unas vacaciones ¿no? Jajajaja En fin, ya queda menos para acabar la historia de "El diario de las sombras". Te tengo que decir, que tuve que cambiar el final =)
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